La gran selección musical del cine español
Los Goya no reconocieron hasta el año 2000 la importancia de composiciones que, en muchos casos, han sido tanto o más recordadas que la película a la que acompañaban
El cine español no empezó a reconocer hasta el año 2000 la importancia de un tema musical potentísimo ―y no solo una banda sonora a la altura― para que la película en cuestión se convirtiese en un clásico. Hasta entonces no contó con su propio Goya. Y eso que, desde el principio, la cosa ha sido así. Pensemos en Bienvenido Míster Marshall: ¿acaso puede evitarse pensar en Americanos, el clásico de Lolita Sevilla, cuando se piensa en el clásico de Luis García Berlanga? ¿Sería lo mismo Tacones Lejanos, de Pedro Almodóvar, sin la escena en la que Marisa Paredes simulaba cantar la hondísima Piensa en mí, que en realidad interpretaba Luz Casal?
Y es que el cine de Almodóvar ha sido, desde el principio, un fabricante de ese tipo de elevadísimos momentos ―en muchos sentidos, fellinianos― en los que un tema catapulta una escena al panteón de las escenas clásicas. Cuando Penélope Cruz entona Volver, con la voz de Estrella Morente, en la propia Volver, o cuando Loles León tararea en el coche el Resistiré del Dúo Dinámico y Antonio Banderas se suma mientras Victoria Abril conduce, la película se detiene para marcar, de alguna forma, un nuevo rumbo o ahondar en un aspecto del personaje que decide sumergirse en la canción, que, evidentemente, ha sido elegida con un tino tremendo.
Por no hablar de la época en la que se construían películas alrededor de canciones, como el cine de Marisol ―¿no ha ocultado la fama de la propia Tómbola a la cinta en sí?― o en el que las vedettes españolas definían para siempre su carácter a partir de un tema mítico incluido en una de sus películas ―La chica ye-ye interpretada por Concha Velasco para Historias de la televisión o el Fumando espero de Sara Montiel que está en el centro de El último cuplé―. Y hay clásicos que han viajado en el tiempo hasta el cine del XXI, como el Procuro olvidarte, de Manuel Alejandro, que interpretan a dúo Eva Amaral y Najwa Nimri en Quién te cantará, de Carlos Vermut, o el Por qué te vas que llevó a su terreno Javier Álvarez para Tu vida en 65′, de María Ripoll.
En los años 90, Australian Blonde dio forma a Historias del Kronen con Chup Chup, un tema que parecía un cruce entre lo que había dejado a deber el primer Lou Reed y The Cure, y que colocaba a la cinta de Montxo Armendáriz en el exacto momento en se encontraba el recién explotado mundo del indie en España. Christina Rosenvinge firmó buena parte de la banda sonora de La pistola de mi hermano, de Ray Loriga, justo antes de marcharse a Nueva York, e incluyó, además de temas que incluiría en su primer álbum norteamericano (Frozen Pool) como Glue o Easy Girl, una canción de Mi pequeño animal, un Muertos o algo mejor que dio pie incluso a una novela.
Las cosas empezaban a cambiar en muchos sentidos. En los 2000, cuando los Goya empezaron a nominar y a distinguir canciones, Chop Suey se llevó en 2004 el primer Goya a una canción en inglés escrita aquí por Humans Like You, de la banda sonora de Mi vida sin mí. Y a punto estuvo de hacerlo, algunos años más tarde, Russian Red por Loving Strangers, incluida en Habitación en Roma, de Julio Medem. La Mala Rodríguez no entró sin embargo en esa lista por poner música, con uno de los cortes de su álbum Lujo Ibérico, la canción Yo Marco el Minuto, el striptease que se marca Paz Vega ante Tristán Ulloa en la celebradísima Lucía y el sexo. Corría el año 2001.
Un año después llegaba la segunda entrega del fenómeno Torrente y con ella un tema de Joaquín Sabina ―cantado a medias con el propio Santiago Segura― que recorrió, de alguna forma, toda la saga: Semos diferentes. Princesas, de Fernando León de Aranoa, contó con Manu Chao ―entonces, año 2006, en la cresta de la ola en casi medio mundo― para transformar la odisea de Candela Peña en una canción. Me llaman Calle es la clase de tema que transforma el espíritu reivindicativo de una película en otra obra de la misma altura, en todos los sentidos. Sí, mereció un Goya. Como la primera rumba de La Casa Azul, Yo también, escrita por Guille Milkyway para la película del mismo título, estrenada en 2006, contra la que la escritora Cristina Morales carga en su Nacional de Literatura Lectura fácil. O como La llamada, el tema de Leiva que se eleva en el genial musical de Javier Ambrossi y Javier Calvo de también el mismo título. El cine sigue sonando, y muy bien.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.