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Javier Milei
Columna
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El día que Javier Milei tiró de la alfombra

2025 será un año electoral en Argentina y el presidente busca transformar a las elecciones de medio término en un referéndum entre él y “la casta”

javier milei
Javier Milei, presidente de Argentina, el pasado 6 de diciembre en Uruguay. Santiago Mazzarovich (Getty Images)

Con su tuit del viernes 14 de febrero a las 19.01 de Buenos Aires, Javier Milei no solo promocionó -él dice que apenas “difundió”- una criptomoneda que derivó en una presunta estafa, sino que desencadenó la mayor tormenta política sobre su gestión, iniciada el 10 de diciembre de 2023. Si el mandatario argentino logró aplicar una radical política de shock sin grandes convulsiones sociales y mostrar algunos resultados en términos de reducción de la inflación, él mismo provocó el escándalo de la criptoestafa de una forma para muchos incomprensible.

Con su solo tuit, Milei valorizó una criptomoneda recién lanzada -Libra- que a las pocas horas se derrumbó. La razón era evidente: sus creadores se aprovecharan del fuerte impulso inicial y luego vendieron sus tenencias. Lo que se conoce como rug pull (tirar de la alfombra) dejó en manos de los creadores de Libra alrededor de 100 millones de dólares.

Pero quizás lo más sorprendente de este caso sea que nos sorprenda. Milei llegó a la presidencia luego de decir públicamente que “entre el Estado y la mafia, prefiero a la mafia” y que los evasores fiscales son héroes -incluso ya en la Casa Rosada se presentó a sí mismo como un “topo que destruye al estado desde adentro”-. Fue precisamente su perfil disruptivo el que lo posicionó como una alternativa a la “casta” en un contexto de crisis y hartazgo hacia la política tradicional. Llegó a la presidencia sin una estructura partidaria sólida, sin cuadros técnicos y con escasos parlamentarios, y en ese tránsito se rodeó de oportunistas políticos que saltaron a tiempo hacia las “fuerzas del cielo” -como se autodenominan los libertarios- y no pocos aventureros de los negocios, algunos de ellos, como se ve ahora, figuras desconocidas del mundo cripto que pasaron a vanagloriarse de tener acceso directo a Milei.

En el libertarismo de Milei -sostenido en un odio patológico al Estado- lo público simplemente no debería existir -incluso alguna vez dijo que habría que privatizar todas las calles-. En ese mundo, él puede ser un presidente-trader. Incluso uno que lleve a la quiebra a quienes siguen sus consejos. “Si vos vas al casino y perdés plata, ¿cuál es el reclamo?”, se justificó, luego del estallido del escándalo, en una resonada entrevista con un periodista oficialista. Y reforzó: “Es como que alguien va, juega a la ruleta rusa y le tocó la bala”.

Como muchos recuerdan por estas horas, no es la primera vez que Milei promociona este tipo de negocios. Ya lo había hecho como economista llano y como diputado, pero hasta ahora no lo había hecho desde la Presidencia. En anteriores ocasiones admitió haber cobrado por ello. Incluso promovió cursos para quienes quisieran “invertir fuera del alcance de los políticos chorros [ladrones]”. Además de recordar, en aquellas publicidades, que el “capitalismo es infinitamente superior al socialismo”, advertía: “si vas a invertir en criptomonedas, un error puede salirte muy muy caro”; “Si te equivocás, problema tuyo”.

Es pronto para evaluar el costo político del criptogate. Pero que la imagen de Milei aparezca en la prensa internacional asociada a una presumible estafa no es poca cosa para quien se autopostula como líder mundial de la libertad y hace enmarcar portadas de revistas internacionales con su foto, como Time, que coloca en las paredes de su residencia. La erosión de su figura es particularmente fuerte en el mundo cripto internacional, poblado de libertarios (estas monedas funcionan por fuera y en contra de la soberanía de los Estados) que simpatizan o simpatizaban con el presidente argentino y hoy se sienten desconcertados. Alguien ironizó que la criptomoneda de Milei le hizo más daño al libre mercado que todos los libros marxistas juntos.

El problema es que el Gobierno no pudo apelar a fusibles: muchos apuntan a su hermana Karina Milei, que maneja con mano de hierro el poder, como pieza clave en el vínculo entre los creadores de Libra y el presidente. “La que debe ser aguillotinada es la dueña de la guillotina”, sintetizaron algunos con la retórica virulenta que hoy predomina en la conversación pública argentina. Y no menos importante: Milei puso en juego su autoridad como economista. Hoy aparece como parte de una estafa o víctima de un engaño. Ambas imágenes son sin duda incómodas, sobre todo para quien acusa permanentemente a sus colegas economistas de “econochantas” (economistas gerentes de seriedad).

No es claro aún si esto reequilibrará las fuerzas de la derecha. El expresidente Mauricio Macri tratará de aprovechar el escándalo para recuperar espacio, en el marco de una compleja relación con Milei y sobre todo con Karina Milei, a la que al parecer llama en privado -con evidente desprecio- “la vendedora de tortas” -sin pasado político, la hermana del presidente vendía tortas por Instagram poco antes de convertirse en la mujer más poderosa del país-. Macri cree que es ella quien bloquea una alianza más formal entre su partido y los libertarios, que le daría lugares de poder al expresidente.

Finalmente, Milei tiene una luz amarilla con los procesos judiciales que ya se están abriendo en Argentina y en Estados Unidos, lo que podría constituir un desgaste lento para un Gobierno que se ha presentado como la contracara de esos “políticos chorros” a los que hacía referencia Milei en sus cursos para inversores desprevenidos.

Con una oposición débil y en crisis, el criptogate ha generado un terremoto en el interior del oficialismo. La pareja del ministro de Defensa, la periodista Cristina Pérez, dijo que en el entorno presidencial se piden pagos ilegales para acceder al presidente y se explicó así por qué Milei “se junta con lúmpenes tecnológicos”. El vocero Manuel Adorni -que responde a Karina- criticó públicamente que el “Mago del Kremlin”, como muchos llaman al poderoso asesor Santiago Caputo, interrumpiera la entrevista de Milei con el periodista oficialista Jony Viale y le ordenara cómo seguir.

Las filtraciones sobre esa entrevista pactada pusieron en crisis al periodismo adicto estructurado al-rededor de Milei que, junto a un ejército de trolls, replican a diario el discurso presidencial. En los días que siguieron al malogrado tuit, el espacio digital normalmente hegemonizado por los libertarios se volvió una caja de resonancia de las críticas al mandatario, con hashtags como #MileiEstafa-dor o #MileiPonzi, mientras el caso parecía una miniserie con oscuros y pintorescos personajes como Hayden Davis -factótum de Libra, quien tiene selfies con el presidente-. Un referente del mundo cripto como Nick O’Neill denunció hora tras hora diversas irregularidades y varios jóvenes criptobros se quejaron aparatosamente y a los gritos de sus pérdidas.

2025 será un año electoral en Argentina y Milei busca transformar a las elecciones de medio término en un referéndum entre él y “la casta” aprovechando la baja de la inflación y apelando a la “batalla cultural” reaccionaria. El criptogate será sin duda una prueba de fuego para un armado político que parece poderoso y débil a la vez. Sobre todo porque quizás no sea la última vez que Milei tire de su propia alfombra.

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