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Javier Milei
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Javier Milei, un presidente “raro’

Sus anomalías personales le han permitido al mandatario argentino presentarse como un político no convencional, mientras refuerza sus rasgos populistas y mesiánicos

Javier Milei
Javier Milei en la Bolsa de Nueva York, el 23 de septiembre de 2024.Seth Wenig (AP)

Interrogado en 2021 sobre su comida preferida, no nombró ni el asado ni ningún otro plato típico como para salir del paso. Para sorpresa de sus entrevistadores, Javier Milei —el actual presidente argentino— dijo: “Para mí, la comida es una cuestión meramente fisiológica. Es una forma de meterle combustible al cuerpo, me da lo mismo”. Tras afirmar que comer es una pérdida de tiempo, dijo que si pudiera ingerir solo pastillas lo haría gustoso.

Cuando en otra oportunidad se le preguntó si creía en la democracia, en lugar de un sí que habría saldado la cuestión, contrapreguntó a la periodista: “¿Conocés el teorema de la imposibilidad de Arrow?” (un modelo de Kenneth Arrow sobre el pasaje de las preferencias individuales a las sociales, que el propio economista relativizaría luego). Nunca respondió que sí, que simplemente cree en la democracia. También dijo preferir la mafia al Estado y estar a favor de la libre compra-venta de órganos. Milei es el único líder político importante del mundo, incluso en la extrema derecha, que tiene al libertario estadounidense Murray Rothbard (1926-1995) como su referente intelectual —uno de sus perros se llama Murray— y que siendo presidente llama a destruir el Estado (aunque lo utilice en los hechos para reforzar su poder y extender la influencia de su partido).

Más conocidas son sus relaciones con su hermana Karina, “El Jefe” —una mujer sin ningún vínculo previo con la política que controla áreas neurálgicas del Gobierno y lo acompaña como su sombra— y con sus “hijos de cuatro patas”, producto de la clonación del ya mítico perro Conan. Las imágenes de todos los canes fueron talladas en el bastón presidencial.

Se trata, sin duda, de un “presidente raro” (el candidato a vicepresidente demócrata Tim Walz llamó así, weird, a la derecha trumpista y el término también parece oportuno para el mileísmo). Pero esas “rarezas” le permitieron a Milei aparecer como un político no convencional y performático, enfrentado a la “casta” que, pese a haber hecho “el ajuste más grande de la historia de la humanidad”, según sus palabras, mantiene aun indices de popularidad elevados después de más de nueve meses en el poder. Su escasa representación parlamentaria ha reforzado su “populismo de derecha”. Se ha referido al Congreso como un nido de ratas —y a los legisladores opositores como ratas inmundas— y no ha dudado en insultar a los periodistas con epítetos como fracasados, ensobrados (sobornados), cucarachas y liliputienses.

Ese populismo de derecha, como todos los populismos, promueve un activo culto a la personalidad. Milei no ha ocultado su veta mesiánica. No duda en compararse con Moisés, publica citas bíblicas en hebreo —idioma que no domina— en las redes sociales y se ha acercado al judaísmo, sobre todo al grupo jasídico Jabad Lubavitch. Y si no avanzó en la conversión, dijo, fue porque no puede dejar de trabajar los sábados y observar el shabat. “Si lo criticaban a Moisés, ¿cómo no me van a criticar a mi?”, sorprendió en una oportunidad. En otra leyó, en medio de un discurso, un extracto bíblico para maldecir a los opositores: “el cielo los aplastará delante nuestro, no les tengan miedo”. Como Jesús Huerta de Soto, un economista español al que Milei incluye entre sus mentores, cree que dios es libertario.

Pero este discurso en apariencia religioso lo es solo en la superficie. El abusivo uso de la inteligencia artificial (IA) para construir memes lo vuelve más un superhéroe que un mesías. La estética mileísta es la de gamers (jugadores de videojuegos) y cosplayers (quienes se disfrazan de héroes o villanos de cómics). La cosplayer y actual diputada Lilia Lemoine alguna vez vistió a Milei de superhéroe: era el General AnCap (anarcocapitalista), cuya misión era “cagar a patadas en el culo a todos los keynesianos y colectivistas hijos de puta”.

Entre quienes manejan las milicias digitales mileístas está Daniel Parisini, alias Gordo Dan, un exmédico pediatra de hospital público que encontró en este rol una nueva vocación y tiene acceso directo al mandatario. Para estos milicianos, “las fuerzas del cielo” —como denominan a su ejército— están mucho más cerca de Elon Musk —exaltado como un líder mundial de la libertad— que del Papa Francisco, a quien detestan por “comunista”.

Además de su enigmática hermanísima Karina y de él mismo, en el “triángulo de hierro”, como lo definió el propio Milei, orbita Santiago Caputo, quien con un simple cargo de asesor controla áreas sensibles del Gobierno, incluida la inteligencia. Caputo también es “raro”. El periodista Carlos Pagni lo llama “el mago del Kremlin”, en referencia a la novela de Giuliano Da Empoli. Dicen que una de las veces que Milei se fue de viaje se vio a Caputo por los pasillos de la Casa Rosada luciendo de manera intimidatoria un pin de la “mano del rey”, transformándose en un personaje de Juego de Tronos. Lleva un tatuaje carcelario en cirílico que habría reproducido de la “Russian Criminal Tattoo Encyclopaedia”. Y se hizo otro, más grande, en la espalda, con una “psicografía” de Benjamín Solari Parravicini. “La Argentina […] puede ver sangre en las calles si no ve el instante del hombre gris”, profetizó el “Nostradamus argentino”, nacido en 1898, y en el mileísmo creen que su jefe es el hombre gris. Milei invitó incluso a la Casa Rosada a la sobrina nieta de Parravicini para tratar de confirmarlo.

El presidente argentino está obsesionado también con la vaselina. En la campaña electoral había definido al Estado como un “pedófilo en un jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”. Ya como presidente, no dejó de relacionar cada éxito suyo contra la inflación y el déficit fiscal con la penetración anal de sus críticos y de hablar de los “contenedores de vaselina” que necesitarán. En su último viaje a Brasil, el expresidente Jair Messias Bolsonaro le obsequió la medalla de las “tres i”. El hijo del exmandatario le tradujo a Milei: imorrível (inmortal), imbrochável (nunca pierde la erección durante el acto sexual) e incomível (nunca fue penetrado).

En los memes construidos con IA, el presidente argentino es un león rugiente al cual se entregan masas de súbditos ansiosas de ser liberadas de la tiranía del Estado. “Hola a todos, yo soy el león”, canta en sus mítines, y luego continúa con la letra de una de las canciones de la popular banda La Renga, que no ha autorizado ese uso pero no ha podido evitarlo.

Milei no para de repetir, mientras tanto, de que el triunfo en la batalla no lo define el número de soldados, sino las fuerzas del cielo (Libro I de los Macabeos) y que esas fuerzas están de su lado para acabar con “un siglo de socialismo” en Argentina.

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