Primeros apuntes de la economía de Milei
El impacto de las correcciones anunciadas por el nuevo Gobierno caerá sobre asalariados, jubilados y trabajadores independientes. La pregunta es ¿cuánto aguantarán estos segmentos?
Argentina asiste a un experimento: el primer Gobierno “liberal libertario” en la Historia. El país llega a este con los precios viajando al ritmo de una inflación del 150%, 40% de pobreza, 50% de informalidad y un salario real que ha perdido más de 20 puntos en promedio desde 2018. Números impropios para un país con un potencial económico y productivo enorme, en el que coexisten con estos guarismos sectores de alto nivel de desarrollo como lo son la bioeconomía, la energía, la minería, industria satelital, entre otros.
Ahora bien, concluida la campaña y empezado el nuevo Gobierno, los primeros pasos de este experimento no han sido novedosos, pero sí bastante duros. Esta semana, el nuevo Ministro de Economía, Luis Caputo, presentó un programa económico ortodoxo clásico, sin más innovación que dos ejes principales: una depreciación del tipo de cambio de 118% y una propuesta fiscal para reducir a cero el déficit fiscal y financiero, apalancado en una suba de impuestos y una muy sensible baja del gasto público.
Este programa busca ser el preludio de una estabilización económica ¿Qué es estabilizar una economía? Corregir los precios relativos que se encuentren atrasados en busca de que los mismos “se acomoden” luego y bajen su ritmo de crecimiento. Lo anunciado corrige, en este sentido, el atraso cambiario y anuncia la corrección del precio de las tarifas energéticas y de transporte. Estas correcciones, como en todo proceso de estabilización, serán inflacionarias en el comienzo del proceso. Ahora bien, brilla por su ausencia la corrección de un precio que también ha estado atrasado estos años: el salario. O, más bien, los ingresos en general. Los ingresos serán un “ancla” para darle tono y ritmo a la estabilización.
El nuevo Gobierno apuesta a que la corrección de precios reactivos, su impacto inflacionario y la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos le pongan un tope a la subida de precios. Los bienes y servicios subirán tanto en los meses de diciembre, enero y febrero que la gente simplemente no podrá pagarlos y, por ende, el precio dejará de subir. Con esta crudeza fue explicado el proceso por la nueva Ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, economista de profesión, en medios periodísticos y en el evento anual de la Unión Industrial Argentina, institución que concentra a las principales industrias.
Esta estrategia es muy nociva para las clases trabajadoras y asalariadas que viven de sus ingresos corrientes. En el marco de una economía que no crece desde 2011 y agravó sus problemas distributivos en la última década, esta política que profundiza la erosión de ingresos pondrá una presión muy fuerte en la vida cotidiana de los ciudadanos. Asimismo, será un desafío para el sector productivo. Empresas constructoras que proveen a la obra pública ya empezaron a anunciar despidos, en igual sentido que empresas industriales que venden al mercado interno (electrodomésticos, mobiliario, entre otras).
Sumado al efecto inflacionario de las medidas en el corto plazo, es menester también señalar que los ingresos en sí mismo verán un freno nominal, por el enfriamiento mismo de la economía y por el ajuste anunciado. Por ejemplo, la reducción del gasto que se espera en jubilaciones, que explican el 40% del gasto total, implicará o bien un congelamiento o un crecimiento de las mismas por debajo de la inflación. Hoy una jubilación mínima asciende en Argentina a 90.000 pesos argentinos (112 dólares), mientras que la canasta básica de un individuo se ubica en 111.000.
Mientras el salario promedio de los asalariados formales se ubica en 400.000 pesos (500 dólares), la canasta básica de un hogar de cuatro personas (dos adultos y dos niños) llega a 345.000. Si las negociaciones salariales no acompañan este proceso, los indicadores económicos y sociales empeorarán sensiblemente.
No solo el éxito de esta política no está garantizado, sino que, en caso de exhibir una exitosa baja de la inflación de aquí a un año, se abre un interrogante ineludible ¿A qué costo? ¿Con qué nivel de desocupación, de pobreza y de informalidad?
Como candidato, Javier Milei prometió un ajuste económico fuerte que recaería en lo que él llama una “casta política”, en una definición que oscila según las simpatías que el hoy presidente profesa. Todo indica que esto no será así. El impacto de estas correcciones (necesarias hace años, pero con una aplicación debe ser calibrada) caerá sobre asalariados, jubilados y trabajadores independientes. La pregunta que hoy se hace la política argentina es: ¿Cuánto aguantarán estos segmentos de la población? No solo aquellos organizados sindicalmente, sino los que verán subir los precios y caer sus ingresos, como lo son los conductores de plataformas, mensajeros de delivery, trabajadores de oficios independientes.
Saliendo del plano social, resulta también intrigante el éxito que este programa puede tener en materia macroeconómica, respecto de las variables que busca corregir. Por ejemplo, una corrección del tipo de cambio como la que tuvo lugar, a este nivel de inflación y con el aumento que tendrá la misma en los próximos tres meses, perderá competitividad este mismo verano austral. En marzo y abril comienza la cosecha de cultivos como soja y maíz. ¿Cómo será la liquidación de estas exportaciones agroindustriales si el tipo de cambio se vuelve a percibir atrasado? En caso de corregirse nuevamente el tipo de cambio entonces, ¿qué impacto puede tener en una inflación acelerada y cuya única ancla son los ingresos? No son menores las posibilidades de entrar en un círculo vicioso de corrección-achicamiento-nueva corrección.
Muchas de estas impresiones son preguntas que requieren del análisis de las próximas semanas para calibrar mejor los escenarios. En cualquiera de ellos, lo que viene por delante será duro y la pregunta ucrónica que sobrevuela es por qué no pudo hacerse una estabilización más cuidadosa antes, sin esperar a que la Argentina sea sujeto de un experimento tan estrafalario, cuando como país no hay margen para arriesgar y hay tanta riqueza productiva por cuidar y desarrollar.
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