La metamorfosis de Nicola Costantino: “Hacer flores de cerámica es revolucionario”
La escultora argentina, que aprendió taxidermia para embalsamar animales en sus obras y retorció cerdos hasta convertirlos en esferas, indaga desde hace varios años en la cerámica y la seda
Nicola Costantino cría Bombyx mori, gusanos de seda, en el salón de su casa desde hace tres años. Alimenta los insectos con hojas de morera frescas y ellos empiezan a hilar los habitáculos en los que continuarán la transformación. Los capullos, bolas ovaladas del tamaño de una falange humana, estaban hasta hace poco instalados sobre una de las esculturas de la artista, una réplica de sí misma que creó en 2010 mientras estaba embarazada de su hijo Aquiles. Las últimas semanas, tuvo que reubicarlos sobre un paño amarillo porque la doble de yeso de Costantino integra su creación más reciente, Artista ex machina, el primer espectáculo escénico que presenta la escultora y que agotó entradas para las 10 funciones programadas. Cuando la pieza regrese a su casa, Costantino colocará de nuevo los capullos en sus pliegues.
–Pasá, mirá, estoy haciendo el merengue de esta noche.
Costantino, escultora, 58 años, nació en la ciudad de Rosario, en el litoral argentino, y a los 30 años se mudó a Buenos Aires. Vive todavía en la ciudad, en un edificio que es una antigua fábrica de cinco pisos en el barrio de Villa Crespo. Ella lo encontró abandonado mientras recorría la ciudad en busca de casa propia. Lo reservó con sus ahorros en 2006 y convocó a socios, todos integrantes del mundo del arte, para comprar la construcción entera. La artista y su hijo habitan el primer piso, una planta libre con la cocina abierta en el centro y la mesada llena de cosas. Tras la función de anoche de Artista ex machina Costantino tuvo una cena y esta mañana preparó el merengue para la torta que servirá en el espectáculo que arranca a las ocho.
Artista ex machina es la primera obra escénica de Costantino y conjuga música, teatro, danza, escultura, fotografía y cine en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. La experiencia pone al espectador a transitar gran parte de la obra de la artista por los subsuelos del teatro. Se proyectan, por ejemplo, imágenes de su Rapsodia inconclusa, cuatro instalaciones que retratan a Eva Perón y que la escultora presentó en la Bienal de Venecia en 2013; cuelga de las paredes su Nicola alada, una fotografía inspirada en un cuadro de Francis Bacon, que retrata a la artista con alas hechas de carne y costillas; también aparece una de sus Chanchobolas, cuerpos de cerdos retorcidos que la artista prensó para formar esferas; en un jardín bucólico, se contorsionan seres andróginos entre flores de cerámica, sus invenciones más recientes.
“¿Sabés cuánta gente me pregunta qué tienen que ver las flores con las Chanchobolas? Como si fuera un problema, como si los estuviera engañando”, cuenta Costantino a EL PAÍS desde un sofá de terciopelo rojo en el interior de su casa. A través de la puerta de vidrio se ve el taller, un galpón industrial donde hace todo. Llueve, lloverá todo el día. “Aquel momento”, precisa, el de su juventud, “era el del conceptualismo político, estaban terminando las dictaduras en Latinoamérica y todos los artistas tenían que hacer eso”. “Ahora tenemos que estar alineados con ver si podemos salvar el planeta. Hoy hacer flores es muy revolucionario”, cree la escultora.
Dice su biografía que fue una niña extraña, de ojos llamativamente grandes. Su madre, italiana, le enseñó costura, moldería y cocina. Su padre, hijo de italianos y cirujano, le permitía estar en el quirófano mientras él abría los cuerpos de sus pacientes. Costantino entró en la carrera de Bellas Artes sin tener claro qué hacía un artista y quiso aprender a usar silicona, resina poliéster o espuma flexible de poliuretano. También tomó lecciones de taxidermia y aprendió a embalsamar y momificar animales. Presentó su primera performance, resultado de esas influencias, a principios de los noventa. En Cochon sur Canapé, Costantino daba de comer porchetta y pollo asado en un banquete preparado sobre una cama de agua que tenía en el centro un cerdo embalsamado.
A esa obra siguieron otras como Peletería humana, una colección de ropa confeccionada con calcos de pezones y anos humanos que una crítica de The New York Times valoró como “una de las peores” de esa temporada; con uno de esos corsé también entró a la colección del MoMA en 2004. Las Chachobolas aparecieron después. Una de las obras que causó mayor polémica fue Savon de Corps: 100 jabones que la artista creó con la grasa corporal que le extrajeron en una liposucción. Cuando quedó embarazada de su hijo Aquiles con el esperma de un donante, calcó su propio cuerpo como “antídoto a la soledad” y al final destruyó la escultura. Una década después, sobre esos escombros empezó a criar los gusanos de seda. La obra ahora cambió de nombre: Nicola artefacta con capullos (2021).
“Me parece muy linda la idea de que en una obra surge otra”, cuenta Costantino. “Es interesante cuando las obras empiezan a entretejerse y vuelven a aparecer, cuando siguen su metamorfosis en contra de la idea de obra terminada”, detalla. Es mediodía y por su casa, que es taller y que es museo, van y vienen asistentes. “Empecé a pensar en la idea de lo regenerativo, que es tan importante en todos los sentidos y en la obra también. Se me empezaron a ocurrir varias ideas con obras que hice hace 10 años y ahora se transforman en otra cosa”, explica.
Desde hace algunos años, trabaja también para “rescatar los saberes milenarios”. Además de criar gusanos de seda, Costantino, que ha desarrollado su propio abecedario de técnicas, empezó a investigar la cerámica para hacer sus flores durante la pandemia. Quería crear dibujos con pastas coloreadas y descubrió que la técnica que imaginaba ya existía en Japón y se llamaba Nerikom: “Solo podía ser japonés, porque requiere concentración y mucha planificación”. La técnica le permite crear dibujos con las pastas coloreadas y, a partir de eso, hacer múltiples esculturas. El resultado, cada vez, es una sorpresa.
“No quiero dejarlo, es muy hermoso”, cuenta y explica que todavía tiene mucho que desarrollar. La próxima obra que presentará está sobre el piso del taller. Es un mural de cerámica que están armando sus asistentes. Costantino se entusiasma cuando lo ve listo –“ay, qué belleza; ay, qué hermoso”–. Después sale, cierra la puerta de vidrio para que no entre el gato, atraviesa la cocina, acompaña a la salida. En el salón están los capullos de Bombyx mori. La primera polilla de la temporada nació este jueves, un ser blanco, de apariencia frágil, que vivirá unos pocos días: “Es todo seda, peludito, no vuela. Se aparea y deja los huevos para la temporada siguiente. Después muere”.
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