Los días felices de Petro en l’Empordà con sus amigos catalanes que ahora le ponen en problemas
El presidente pasó más de 10 años celebrando fin de año en un caserío de Cataluña con políticos y empresarios amigos. Algunos de ellos juegan un rol importante
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Estos momentos de la vida de los Petro no son muy conocidos. Durante 10 años pasaron el fin de año en una masía de l’Empordà, una región de Cataluña con una cordillera pirenaica y una salida esplendorosa al Mediterráneo. Truman Capote escribió A sangre fría en la Costa Brava, frente a unos pinos y un mar cristalino que observaba desde la ventana de su residencia. Los que vieron a Gustavo Petro pasear por este lugar de ensueño dicen que era feliz. A menudo taciturno y sigiloso, se le veía relajado, como si se evaporara el peso invisible que carga sobre los hombros. Iba sin escoltas y charlaba con nuevos amigos ante un arroz con sofrito de tomate, embutido y marisco. El sol brillaba con todo su poder a mediodía y por la tarde soplaba la tramontana, un viento frío que viene del norte.
Petro y su familia dormían en casa de Manel Grau, un empresario alto y de buenos modales. El menú del 31 de diciembre constaba de una crema de gambas y un roast beef. El 2 de enero se unía Xavier Vendrell y almorzaban canelones. El ahora presidente, su esposa, Verónica Alcocer, y su hija Antonella llevaban regalos para sus amigos catalanes. A Petro le gustaba oír historias sobre el anarquismo en Barcelona y se interesó por el referéndum independentista del 1-O de 2017. Aunque nunca se posicionó de manera equívoca. Uno de los organizadores de esa votación ilegal era Vendrell, que en su juventud había pertenecido a un grupo terrorista catalán. Había similitudes con Petro, que militó en la guerrilla del M-19. Las conversaciones eran agradables. Varios se habían graduado en Esade, una escuela de dirección de empresas con prestigio. A Petro le disgustó que uno de ellos, a la hora de la sobremesa, dijera:
—A este lado los hombres para hablar de política. Al otro las mujeres y niños.
El comentario fue polémico y a veces lo han recordado los que fueron testigos. En cualquiera caso, Petro y Alcocer se sentían libres en ese entorno, protegidos, en una burbuja. Nadie quería matar a Petro en Europa. Nadie lo conocía. Leía por las tardes mientras su esposa se iba de compras. Antonella caminaba sola por la calle, una experiencia nueva en su vida. Ahí se selló a fuego su amistad con Grau, con Vendrell y con Eva Ferrer, a la que conoció cuando se reunió con el alcalde de Barcelona Xavier Trias. A los dos primeros se los topó cuando él era alcalde de Bogotá y fueron a pedirle unos permisos para las residencias universitarias que construyeron en la ciudad. Encontró en ellos una complicidad, en la vida personal y política, que no ha tenido con mucha gente. A los tres les concedió la ciudadanía colombiana al poco de ser presidente.
Ese círculo catalán ha rivalizado con otros durante su Presidencia. La vieja guardia de Petro, la que lo acompaña de su tiempo de senador e investigaban todos el paramilitarismo, lo que fue una forma frontal de jugarse la vida, creen que los españoles se aprovechan para hacer negocios. El lado más izquierdista del gobierno también los ve como unos intrusos. Grau recela a Armando Benedetti, el asesor principal del presidente en estos momentos. La desconfianza es mutua. Eva Ferrer era íntima amiga de la primera dama y fue nombrada en la consejería de la Niñez. Ferrer, más formada, tenía la tarea de darle a ella un feminismo más teórico y menos intuitivo. De forma indirecta, esa consejería estaba bajo control de Alcocer, a la que todo el mundo le otorga un poder inmenso. La primera dama y Ferrer acabaron en muy malos términos. Ferrer acabó dimitiendo tras sentirse arrinconada por Agmeth Escaf, amigo de la infancia de la primera dama, y otros colaboradores que querían ocupar su lugar.
Ferrer no fue defendida por Grau, muy cercano a Alcocer. El empresario no quería perder el favor de la primera dama. Tampoco por Vendrell, que se lleva bien con el presidente. Grau, soltero, tiene mucho tiempo libre y está disponible a menudo. No así Vendrell, que tiene familia y viaja mucho entre Barcelona y Bogotá. Ha sido ahora Vendrell el que ha puesto en apuros al presidente y no precisamente en un buen momento. Petro vive sus días más aciagos. A la crisis por su enfrentamiento con Donald Trump a cuenta de los deportados se le sumó el caótico Consejo de Ministros televisado, donde quedaron a la luz todas las fracturas del Gobierno. Esta semana había empezado a caer la atención sobre ese instante que posiblemente sea un documento histórico de la política colombiana. Sin embargo, ha aparecido un escándalo sobre un intento de infiltración de dinero en la campaña de Petro. Vendrell era el intermediario. Si ese dinero hubiera acabado en las cuentas de la campaña hubiera aniquilado su Presidencia.
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El empresario asegura que no sabía quién era Diego Marín, conocido como Papá Pitufo. Se trataba de un contrabandista con muchos delitos a sus espaldas, que ahora mismo se encuentra encarcelado en Portugal. Los investigadores de la campaña le dijeron que devolviera el dinero, unos 120.000 dólares. Era el primero de otros cinco pagos por la misma cantidad. Petro le pidió a Augusto Rodríguez que se asegurase que el dinero volvía a su dueño, para evitar escándalos futuros. Petro ha desarrollado un sexto sentido para percatarse de trampas que le ponen sus enemigos. En ese tiempo también evitó reunirse con dos extranjeros que querían donarle dinero para su propósito político. En realidad eran dos agentes encubiertos de la DEA que simulaban ser narcotraficantes. Augusto Rodríguez pidió grabar a Vendrell el momento de la devolución. Ese vídeo supuestamente existe, pero está en manos de un hacker, también español. No ha salido a la luz público. El enredo ha puesto en primer plano a Vendrell. Los que no le quieren bien le dicen al oído al presidente que no hizo bien en fiarse de este grupo de extranjeros.
Su presencia en Colombia ha estado rodeada de polémica. La Silla Vacía ha documentado lo que entiende como malos manejos de los recursos públicos a los que han tenido acceso. El medio asegura que Vendrell usó el cargo público que le dio el presidente en la Unidad Administrativa de Organizaciones Solidarias (Uaos) para financiar proyectos en los que tiene intereses privados. Insisten en esta tesis con una serie de emails a los que tuvieron acceso: “Esta investigación revela el contenido de los cientos de correos porque muestran que desde hace una década Vendrell y Grau han usado su apoyo político y amistad con la familia presidencial para intentar hacer negocios y desarrollar proyectos con entidades públicas y contratistas poderosos del país”.
Los Petro a menudo se sienten solos. Están rodeados de “amigos”. Esos amigos cuentan en las fiestas de la alta sociedad de Bogotá que tienen acceso al presidente, que almuerzan en Palacio, que le escriben por Line. Muestran chats, fotos pasándole el brazo por encima. Saben que también tienen que ganarse a Alcocer, sin ella no hay manera de escalar. Esos amigos después le piden reuniones, contratos, cargos. Petro habla a menudo de la gente interesada. Desconfía de casi todo el mundo. Le han traicionado mucho por el camino. Y le gusta decir que el poder es un veneno. Los amigos quieren contratos, manejar dinero, colocar gente en puestos. “Los amigos”.
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