La Cuba de las ‘mipymes’, una isla con Doritos y frijoles Goya donde la gente pasa hambre
El sector privado se abre paso en medio de la peor crisis reciente. Según datos oficiales, hay más de 11.000 pequeños negocios que abastecen a la población con productos que no tiene el Estado. Pero no todos se los pueden permitir
En Cuba, ese país donde hay gente que pasa hambre, hoy puedes encontrar alimentos que hasta hace unos años nadie conocía, como sirope de chocolate de la marca Hersey’s, salsa de tomate Hunts, frijoles negros Goya, sazón completo Badia, aceite de spray Pam, galleticas María, paquetes de Doritos, sorbetos Ranchero o latas de chícharos, maíz y vegetales mixtos de la línea Country Barn. Así luce el catálogo de Mercatoria, una compañía de distribución minorista y mayorista de productos de aseo, limpieza, alimentos y bebidas, que tiene sus almacenes en Luyanó, en La Habana, y sus oficinas en el céntrico barrio del Vedado. Quienes viven en Cuba y no tienen dinero o viven de su salario probablemente no lo sepan, como tampoco sabrán que hay un sitio que ofrece toallitas húmedas Wet Ones, protector solar Banana Boat, jabón líquido Palmolive y estuches de cepillos de dientes Colgate. Y no, no se trata de otro país, no llegó el capitalismo, ni lo invadió Estados Unidos.
Aldo Álvarez, el dueño de Mercatoria, parece un tipo con carisma, se mueve con gracilidad. Lleva la barba ordenada, los lentes negros, y tiene las maneras y los gestos de un negociante. Es abogado y ofreció por varios años servicios a empresas extranjeras que operaban en el mercado cubano. Así aprendió del mundo de la importación, el comercio y los contratos. Se fue a vivir a España hace tiempo y regresó a Cuba en 2018. Tres años después, cuando el Gobierno de Miguel Díaz-Canel anunció la inclusión de “nuevos actores” en la economía cubana, y por consiguiente la apertura de las micro, pequeñas y medianas empresas privadas conocidas como mipymes, Álvarez se convirtió en empresario. “Yo vi una oportunidad en algo que sabía hacer, en lo que tenía experiencia y podía desarrollar”, asegura.
Mercatoria comenzó con un proyecto de cinco personas que distribuían a domicilio productos para restaurantes o cafeterías. En los inicios, importaban principalmente desde España o México. “Estamos hablando del medio de la covid, donde encontrar productos era difícil, donde los negocios estaban vueltos locos buscando suministros, había mucho desabastecimiento”, dice. Ahí identificó la oportunidad de negocio para cubrir las necesidades de los cubanos con poder adquisitivo en aquel momento.
En Mercatoria compran los que pueden. Según Álvarez, tiene clientes de todo tipo: “Hay quien aún se alimenta con la libreta de abastecimiento y rellena su dieta con una compra específica. Hay quienes reciben ingresos o trabajan en el sector privado y van a la tienda privada del barrio”.
Desde su apertura, el catálogo de Mercatoria ha crecido y han aumentado sus clientes. Sus microbuses distribuyen insumos a cafeterías, puntos de venta, tiendas o centros de elaboración en toda La Habana. Ya hicieron, incluso, su propia cafetería, su propio centro de elaboración, una panadería y están acabando una pequeña industria de pastas.
Si le preguntas a Álvarez si no le ha pasado por la cabeza que mañana el Gobierno cubano le quite su negocio, desaparezca Mercatoria y que de la noche al día deje de ser empresario, dirá que el escenario obviamente “genera mucha incertidumbre”. No sería algo extraño. En años anteriores, en medio de otras crisis, el Gobierno acudió a los trabajadores por cuenta propia, a los emprendedores, a los negociantes para que se encargaran de lo que el Estado no podía. Luego, al mínimo respiro económico, despojó a no pocos de sus licencias. A inicios del Periodo Especial de los 90, Fidel Castro, cerrado desde principios de la Revolución a cualquier cosa que se asemejara a la propiedad privada, tuvo que autorizar la apertura de paladares y algunos negocios ante el impacto que constituyó la pérdida de la ayuda soviética. La familia cubana vendió comida en las salas de sus casas, bajo incontables restricciones. Raúl Castro, durante su mandato, volvió a abrir espacio al cuentapropismo. Unos años después, a pesar del dinamismo que este sector inyectó a la economía, volvieron a restringir las licencias. En 2021, a solo un mes de las protestas del 11 de julio en la que los cubanos tomaron las calles hastiados de la crisis económica y la falta de libertades, Díaz-Canel anunció la apertura de mipymes acompañada de un listado de restricciones, prohibiciones y regulaciones, y dejando claro que el principal actor de la economía cubana era la empresa estatal socialista. ¿Ante este panorama, por qué ahora alguien querría apostar por abrir un negocio en Cuba?
Álvarez reconoce que los emprendedores cubanos son “emprendedores extremos”, que hacen lo que pueden con lo que tienen. Pero él quiere permanecer en Cuba. Cree que hay nuevas oportunidades que, pese a las ides y venidas, el sector privado cubano ha ganado en los últimos 14 años. “Todavía estamos muy atados, pero aun así hay oportunidades a desarrollar en lo que es tu país, y hay personas que lo están haciendo, apostando por poder participar de manera económica. Tienes que tener ganas de echarla en Cuba”, dice. “Ahora estamos en un momento de cierto reajuste. ¿Pero puede el sector privado perder parte de lo que ha ganado en estos tres años? Puede ser. La pregunta que yo me hago siempre es: ¿esto tiene marcha atrás? ¿Y hasta dónde?”.
La “propiedad privada”, el mayor cambio de los últimos tiempos en Cuba
Lo que muchos dueños mipymes y economistas consideran un cambio importante es que por primera vez la Constitución hable de “propiedad privada”, cuando en todos los años de la Revolución sus gobernantes huyeron de esa palabra. Hasta ahora, en Cuba se había evitado hablar de sector privado disfrazándolo de “sector no estatal”, “emprendedurismo” o “cuentapropismo”. Es, según el economista Ricardo Torres, exinvestigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana y profesor en la American University de Washington, “el cambio más importante que ha ocurrido en Cuba en muchísimo tiempo”.
Otra novedad con la llegada de las mipymes fue que el Gobierno permitió que los actores económicos tuvieran personalidad jurídica, lo que les garantiza seguridad y ventajas legales. “Nunca habíamos tenido personalidad jurídica”, dice Darién García, fundador de Gestoría Confías, una Mipyme ubicada en el piso ocho del mítico edificio Focsa, que ofrece servicios de contabilidad y acompañamiento a directivos de negocios. “Antes, cuando eras trabajador por cuenta propia, era mucho más fácil quitarte un negocio, pero con personalidad jurídica es más complicado. Hacer una empresa inscrita en notaría y amparada en un marco jurídico empresarial, te pone en una posición en la que estás hablando de tú a tú con el resto del sector jurídico, en igualdad de condiciones”.
La gente coincide en que en Cuba los negocios dejaron de tener nombre para llamarse todos Mipyme. Si alguien necesita un jabón o arroz, va a la Mipyme, si preguntas dónde comprar batido de guayaba, te dirán que en la mipyme de la esquina. Pero también hay mipymes para hacer sistemas de energía solar, arreglos florales, comprar muebles tipo IKEA o drones, o mipymes que son boleras, negocios de piscicultura, salones de juego, pequeños hoteles, tiendas que venden piezas de ómnibus o autos y cafeterías que imitan a Starbucks. Según las cifras del Ministerio de Economía y Planificación, hasta junio, en Cuba había 11.046 entidades privadas que emplean unos 297.000 trabajadores, más del 15% de la fuerza laboral del país. En 2023, el sector privado importó más de 1.300 millones de dólares y hoy contribuyen con el 14% del PIB.
“Hay mipymes de todo”, asegura García, quien trabaja creando otras mipymes a clientes de empresas comercializadoras, de construcción y negocios vinculados al sector de la gastronomía. Mercatoria, por ejemplo, es uno de sus clientes. Ahora mismo, dice, no es un buen momento. Está creando solo tres mipymes, pero en otros meses le han llegado hasta doce solicitudes en un mes.
Los cubanos se lanzaron a abrir negocios privados cuando en mayo la Administración de Biden anunció nuevas medidas para beneficiar a este sector en la Isla, que revocaron muchas de las restricciones impuestas por Trump. El republicano había dado marcha atrás a la política de apertura de Barack Obama, quien se reunió en 2016 con empresarios y emprendedores cubanos durante su visita a Cuba. En el encuentro les preguntó: “¿Qué necesitas para progresar?”, y les dijo que el futuro de la economía cubana iba “a avanzar con su trabajo”. El mandato de Raúl Castro, marcado por el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, hizo despegar el sector privado.
“La época de Obama, a nivel global, y en respuesta a la Gran Recesión, tuvo un gran énfasis en promover el emprendimiento”, asegura Ricardo ‘Ric’ Herrero, Director Ejecutivo del Cuba Study Group, organización que, desde EE UU apoya al empresariado en Cuba. “Esto coincide con la apertura del sector no estatal en Cuba, que todavía operaba a base de licencias, sin personalidad jurídica, pero que generaba muchas expectativas de cambios. Se especula que hubo mucha resistencia interna a estas aperturas de Raúl Castro, había resistencia a abrir la economía porque veían una amenaza a su monopolio”.
Si bien Trump echó por el suelo muchos de los avances de Obama en el acercamiento hacia Cuba, las expectativas de que Biden retomara sus políticas de apertura no fueron ni tan aceleradas ni tan eficientes como se esperaba. Hace unos meses, entre otras cosas, la administración demócrata extendió la posibilidad de que los empresarios cubanos pudieran abrir cuentas en bancos de Estados Unidos, autorizaron las transferencias U-turn (que empiezan y terminan fuera de EE UU) y se comprometieron a facilitar la comunicación por Internet.
Las medidas de Biden han sido particularmente atacadas por una parte del ala conservadora cubanoamericana. En Cuba, los dueños de negocios las han tomado con escepticismo. “Ya a mí me mordió el perro de Obama”, asegura García. “¿Entonces me estás haciendo el anuncio cuatro meses antes de las elecciones? Vamos a esperar a que pasen las elecciones y después veremos. Todavía hay gente con cuentas congeladas en Estados Unidos, muchos corrieron a hacer cuentas bancarias cuando Obama, y cuando llegó Trump congelaron las cuentas, pusieron multas. ¿Entonces, qué banco se va a atrever ahora a hacer esa operación? ¿Y qué persona se va a atrever a hacer esa operación con qué banco? ¿Y si sale Trump?”, se pregunta.
Las mipymes, “chivos expiatorios” del Estado cubano
El Grupo de Construcciones Pilares pasó en 2018 de ser identificado como trabajadores por cuenta propia a convertirse en mediana empresa en 2021, la máxima categoría permitida en Cuba para las privadas. Con un equipo de ingenieros, arquitectos y operarios, en solo seis años han brindado servicios de construcción a más de 100 proyectos en todo el país.
La ingeniera Yulieta Hernández Díaz, de 38 años, es su fundadora. Para ella, el cambio más significativo desde que dejó de ser cuentapropista y pasó a ser empresaria está en el marco regulatorio. “Luego de septiembre de 2021, pasamos de tener un listado de actividades permitidas para tener un listado de actividades prohibidas. Esto abrió un gran abanico de posibilidades y oportunidades para emprender como actores económicos privados en Cuba”.
Esta también es una de las críticas a la iniciativa del Gobierno, que mantiene restringidas más de 100 actividades, entre las que están las de capacitación profesional, la limitación de solo 100 empleados por negocio, la imposibilidad de tener inversión extranjera en el sector privado, o de comprar inmuebles y poseer tierras. Con el tiempo, el Gobierno ha añadido restricciones. Un reciente anuncio enlistó 125 nuevas actividades económicas que quedan prohibidas en el país, como la fabricación y reparación de equipos médicos, la fabricación de productos farmacéuticos, la edición y maquetación de libros, la producción audiovisual y algunas actividades relacionadas con el transporte.
A Hernández le afecta la imposibilidad de tener más de 100 trabajadores. “El sector de la construcción demanda equipos de trabajo de gran cantidad de personal”, asegura. “Este es un tema muy sensible en Cuba. El límite de 100 ocupados está diseñado para evitar la concentración de capitales y de medios de producción, un principio del socialismo. Pero limita el crecimiento de los negocios en el país”.
Cuba acudió a la apertura de las mipymes en medio de la que es hasta hoy, probablemente, la mayor crisis económica de la historia de la Revolución. El país terminó el 2023 con una inflación del 30% al cierre del año, una economía contraída al 2% y una depreciación de la moneda de más del 50 % frente al dólar y al euro en el mercado informal. Son los negocios privados los que se están haciendo cargo hoy de lo que el Estado cubano no puede. El pan podría ser el mayor de estos símbolos, un producto que por años el Gobierno garantizó y racionó a través de la libreta de abastecimiento. Hoy las mipymes importan la harina que no puede comprar el Estado por falta de dinero o confianza de los vendedores, y fabrican el pan en los hornos con los que el Estado no cuenta. Los cubanos no pocas veces han culpado a los nuevos negocios privados de los altos precios que hoy tienen los productos básicos, y el Gobierno ha echado mano de esta narrativa.
A pesar de que el sector privado suple muchas veces la función del Gobierno, el economista Torres asegura que éste los usa de “chivo expiatorio”. No pocas veces los dirigentes han responsabilizado a estos negocios de los altos precios. “Los dueños de negocios, que tienen que invertir, suben sus precios. ¿Quién es el que le va a dar la cara al ciudadano? El dueño del negocio. ¿Y quien causó la debacle? El Estado, con sus malas políticas. Los precios no están subiendo por el dueño de la cafetería, sino porque hay malas decisiones económicas detrás de eso. Y el Gobierno se aprovecha de ese estado de ánimo para usarlo contra las mipymes y el sector privado”.
El Gobierno cubano, en cambio, ha negado en más de una ocasión que su intención sea mermar al sector privado. “Quiero reiterar que no hay ni habrá una cacería de brujas contra las mipymes privadas, como algunos afirman, manipulan o sugieren”, dijo en un discurso Miguel Díaz-Canel en el que cargó contra “el descontrol, las ilegalidades, las evasiones tributarias, la especulación y el fraude”.
Herrero también asegura que hay una “doble moral” en la forma en que el Gobierno se relaciona con los negocios privados que él atribuye a la falta de divisas que está enfrentando el Estado. “El flujo de divisas entra ahora por el sector privado porque no hay proveedor en el exterior que le quiera vender al estatal. Se ha generado una competencia por las divisas y ahora el Gobierno está tomando más y más medidas para capturarlas”, sostiene. “Lo que estamos viendo en el sector privado es que, cuando el gobierno se las pone muy difícil, se van”.
Llegado a este punto, ¿qué podría hacer el Gobierno para fortalecer el sector privado y no seguir debilitándolo? Los empresarios coinciden en que es necesario tener más participación en la economía, una apertura a la inversión extranjera, la posibilidad de rentar inmuebles, arrendar tierras, y, sin duda, incentivar la producción para sustituir importaciones.
“Cuba hoy lo que necesita es producir”, sostiene García. “Muchas mipymes tienen como objeto social la producción, pero no hay incentivos. El país no tiene dinero, no puede dar ayuda financiera, pero sí tiene los impuestos en la mano, podría quitar impuestos a los que produzcan”. Ric Herrero, por su parte, piensa que los emprendedores necesitan acceso al capital, a proveedores en el exterior, ampliar sus conexiones y contactos, y la posibilidad de recibir mentorías.
Cuba, un país con cada vez más diferencias sociales y económicas
Pero ese país en el que se habla de sector privado, de negocios que crecen o importaciones que llegan directo del sur de Florida también hay gente que no tiene dinero para comprar los productos básicos. En una isla donde el salario mínimo es de 2.100 pesos cubanos (88 dólares), han llovido las denuncias por un cartón de huevos hasta en 2700 pesos cubanos o un paquete de sal en más de 500.
En su búsqueda de soluciones, el Gobierno anunció en julio que toparía el precio de productos básicos de alta demanda como pollo, aceite, leche en polvo, salchichas o detergente, algo que molestó particularmente a los dueños de negocios.
Y el problema persiste. A sus 31 años, Yadiel Paz “no tiene otro remedio” que comprar en las mipymes que han ido floreciendo en Venezuela, un municipio al centro de la isla. “El Estado ya no tiene para abastecer al pueblo de comida”, asegura. “Pero a veces ni siquiera puedo comprar. Los precios esta muy altos, tan altos como en el mercado negro. Ningún salario alcanza en este país”.
La situación acelera la desigualdad social que el Gobierno por años trató de esconder bajo el tapete del igualitarismo. Se han visto autos Tesla circulando por las calles de La Habana, los empresarios cubanos han importado vehículos desde Estados Unidos por un valor superior a los 20 millones de dólares, pero a la vez no hay combustible para facilitar el traslado de quienes usan el transporte público.
“Hay personas que están haciendo dinero y hay quienes tienen mucha hambre”, asegura García. “No solo la diferencia es entre dueños de mipymes y los demás, sino entre los trabajadores de mipymes y la población. Eso está afectando mucho la emigración laboral. En el sector estatal casi no hay trabajadores. Y también está afectando a la salud pública, la educación y los servicios de todo tipo”.
¿Puede hablarse de una llegada del capitalismo al último bastión comunista de Occidente? “Hay una realidad: Cuba sí está cambiando, el modelo no es igual”, dice Torres. “El sector privado tiene un espacio en la economía más grande que antes. También hay muchos más espacios de mercado. Pareciera que Cuba se está aproximando más al modelo ruso que al modelo chino, con un sector privado que es subsidiario del Estado. ¿La gran pregunta es hacia dónde se está dirigiendo Cuba, hacia qué modelo se está dirigiendo?”.
¿Son un “mito” las mipymes?
La llegada de las mipymes a Cuba vino acompañada de una serie de interrogantes: ¿cuán privadas son?; ¿son un mito, como aseguró la congresista republicana de Florida María Elvira Salazar?; ¿o son una fachada que enriquece al régimen de Castro y Díaz-Canel, como aseguró su colega, el senador Marco Rubio?
El hecho de que muchos de los nuevos negocios tengan relación con personas desde Miami, o que desde Estados Unidos sean los empresarios cubanos quienes importen por primera vez gran cantidad de sus productos a través de una importadora estatal, ha molestado a muchos. Las mipymes también fueron blanco de críticas porque, según algunos desde una u otra orilla, estaban en manos de gobernantes y sus familiares. Los medios se hicieron eco de que Lisa Titolo Castro, hija de Mariela Castro y nieta de Raúl, era la propietaria de Gaia Mercado, una marca dueña de un mercado de productos en línea y una cafetería. También trascendió que la Mipyme Merca-Max SURL, que comercializa pollo desde Estados Unidos, era propiedad de Yoandy Riverón, un conocido agente de la Seguridad del Estado.
García dice que, indiscutiblemente, hay empresas ligadas a altos dirigentes del Gobierno, pero eso no significa que todas lo sean. “Decirte que no existen es mentira”, sostiene. “Nosotros hemos creado más de 250 empresas, menos de diez sabemos que están ligadas a figuras del Gobierno. Por ahí puede estar la proporción. Al final, todos aquí tenemos relación con el Gobierno. Yo estoy en un local del Gobierno arrendado, tengo que pagarle el teléfono a (la estatal) ETECSA, pero mi empresa es cien por ciento mía, y como la mía hay muchas que son cien por ciento privadas, sin relación con hijos de dirigentes, o con dirigentes”.
Torres, por su parte, descarta que sea “un mito” el sector privado. “Están todos estos argumentos que dicen que, si es usado por el Gobierno cubano, se dice que el Gobierno está utilizando a las mipymes para evadir sanciones. Puede ser que sí, pero decir que el sector privado es un mito, creo que no se corresponde con la realidad”, añade el economista. “Que el Gobierno quiera instrumentalizar al sector privado para beneficiarse, es una cosa. Pero eso no quiere decir que el sector privado no esté orgánicamente aparte del Estado”.
Para García, lo mejor que tiene Cuba hoy “es que no tiene nada, que es un campo virgen”. Los economistas coinciden en que esto no basta y que la Cuba del futuro debe tener un sector privado mucho más grande y dinámico. “¿Eso va a suceder el día después de que ocurran los cambios políticos a los que mucha gente aspira?”, dice Torres. “No, es un proceso, y no empieza ese día. Veo que aquí se está poniendo la semilla de lo que será el futuro”.
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