Menos electricidad, menos leche y menos carne: la crisis energética y de alimentos se agrava en Cuba
La isla sufrirá nuevos apagones y enfrenta un colapso del transporte por falta de combustible. El Gobierno reconoce la gravedad de la situación, pero la atribuye al bloqueo económico
La crisis que desde hace años padecen los cubanos afronta un nuevo giro de tuerca. La admisión de la gravedad de la situación llegó esta semana de las mismas autoridades. Los ministros de Economía y de Energía y Minas comparecieron en el programa oficial televisivo Mesa Redonda, la tarima desde la que se ha anunciado cada una de las calamidades de los últimos 20 años. Con tono marcial, ambos dirigentes dejaron saber que el país no cuenta con el dinero suficiente para comprar alimentos en el exterior y que el escenario, incluyendo el suministro energético, puede empeorar en las próximas semanas. Confirmaron, básicamente, que habrá menos de todo lo poco que ya tenían los habitantes de la isla: menos leche, menos café, menos carne de cerdo, menos transporte público y menos horas de electricidad.
La “economía está en una situación compleja”, dijo el viceprimer ministro y ministro de Economía, Alejandro Gil Fernández, quien durante el programa emitido el miércoles no ofreció cifras, pero admitió los retrasos en la entrega de alimentos racionados de manera mensual a cada hogar cubano, la falta de leche para los niños y la falta de pan.
Por su parte, Vicente de la O Levy, ministro de Energía y Minas, anunció que habrá apagones durante octubre por un déficit de hasta 700 megawatios, lo que equivale al 20% del consumo nacional, y un empeoramiento del transporte debido a la falta de combustible. El ministro explicó que de las 120.000 a 130.000 toneladas de diésel mensuales que necesita el país, 1.000 toneladas se destinarán a la producción de electricidad. “Tenemos suministradores y países que no han podido cumplir y que han incumplido contratos. Hemos tenido que salir a comprar casi el combustible del día”, dijo. “Estamos en una situación apretada, pero vamos a ir levantando”.
Tras reconocer el profundo estancamiento en que se encuentra la economía cubana y culpar de la situación al embargo económico de Estados Unidos y al incremento del precio de los alimentos en el mercado internacional, los ministros admitieron que el país necesita enfocarse en la producción nacional. “Depender cada vez más de lo que seamos capaces de producir”, afirmó Gil Fernández, quien además pidió al pueblo cubano que mantenga la confianza en la revolución. “Sabemos que es dura la vida”, insistió. “Pero confianza, que la única salida es la revolución y el socialismo”.
Muchos cubanos no vieron nada nuevo en las últimas declaraciones de los ministros, y así lo han dejado saber en redes sociales. “Es más de lo mismo”, asegura a EL PAÍS Dani González desde La Habana. “Lo que sí sé es que ningún dirigente pasa por lo que pasamos nosotros, el pueblo. Me siento decepcionado de todo lo que nos han prometido y no han cumplido”.
Desde antes de la transmisión televisiva del miércoles habían salido a la luz pública medidas de contingencia adoptadas en algunas provincias del país, entre las que se anunciaban la afectación de las horas de electricidad en los hogares cubanos, el ajuste del horario laboral, la readecuación del trabajo a distancia, la reducción del uso de luminarias o la reestructuración de los horarios escolares.
“No creo que esta sea una situación excepcional”, dijo a EL PAÍS el economista cubano Mauricio de Miranda. “Estamos en una opción casi cero desde hace mucho rato. La economía cubana tiene una crisis estructural que lleva más de tres décadas, la economía cubana no ha salido de la crisis”.
El Gobierno ha intentado rescatar sin éxito la famélica economía cubana en los últimos años con una serie de medidas, entre las que destacan la llamada Tarea Ordenamiento, que contempló la unificación monetaria; la apertura de tiendas en divisas, la apertura a los inversionistas extranjeros en algunas empresas de capital mixto; la constitución de pequeñas y medianas empresas (mipymes) o la bancarización de las operaciones financieras, por mencionar algunas. No obstante, el pueblo cubano ha padecido una escasez que algunos solo comparan con el llamado Periodo Especial, tras la extinción de la ayuda de la URSS. En los últimos dos años de crisis se han marchado del país más de 300.000 cubanos, el éxodo más grande en la historia del castrismo.
La situación de escasez en la que ya estaba sumido el país vino a agravarse con la crisis sanitaria por la covid-19 y la caída drástica del sector más importante de la economía: el turismo. A finales de julio, el presidente, Miguel Díaz-Canel, dijo que Cuba no logrará los 3,5 millones de turistas internacionales que aspiraba a recibir este año. No obstante, el país sigue empeñado en destinar sus pocos recursos a este sector, algo que los especialistas consideran un desacierto.
“El destinar la mayoría de los recursos al turismo ha sido un grave error, porque con la escasez de recursos financieros que tiene la economía cubana, con la muy limitada capacidad de inversión, se han desatendido sectores esenciales como es el caso de la agricultura y el sector industrial”, señala De Miranda.
Los cubanos enfrentan un escenario de crisis que en los últimos años se ha traducido en un creciente descontento social. Alimentos que antes eran frecuentes en la mesa, como la carne de cerdo, ahora escasean. Llueven las quejas por la falta de combustible, incluso para los carros fúnebres. Los altos precios de los productos son incompatibles con los bajos salarios. El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OACDH) mostró el pasado mes de septiembre en su VI Informe sobre el Estado de los Derechos Sociales en Cuba que la pobreza extrema en el país se incrementó drásticamente en un año. Según apunta, el 88% de los cubanos vive con menos de 1,9 dólares diarios y el 48% ha dejado de comer por falta de dinero para comprar alimentos.
“Se impone la necesidad de un debate nacional sobre el futuro del país”, sostiene De Miranda. Según el economista, a corto plazo la solución podría estar en permitir el fomento de la producción del sector privado.
“Hay que permitir que todo el que tenga recursos para emprender, lo haga. Y que de esa forma crezca la producción”, continúa. “Pero el problema fundamental está en que el Gobierno no quiere abandonar el modelo en el cual es el Gobierno el que se ocupa de toda la economía, el que autoriza, el que permite, el que toma decisiones. Eso es absurdo, y está demostrado que un modelo centralizado de esa manera es fallido”.
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