La necesidad de una transición energética justa, en el centro del debate global
Que los combustibles fósiles, principal fuente del calentamiento global, queden fuera de la declaración de una COP celebrada en plena Amazonia, en el año más cálido jamás registrado, muestra las tensiones del sistema multilateral

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Entre avances significativos y fuertes tensiones, finalizó en Brasil la conferencia de cambio climático de Naciones Unidas (COP30). En un contexto marcado por el debilitamiento del multilateralismo y la creciente dificultad para alcanzar consensos globales, uno de los principales hitos fue la decisión de avanzar con el desarrollo de un mecanismo de transición justa, un paso importante para asegurar que los derechos humanos estén en el centro de la agenda climática. Sin embargo, persisten desacuerdos sustanciales respecto del abandono de los combustibles fósiles, lo que evidencia que alcanzar un consenso climático global continúa siendo un terreno complejo y cargado de disputas.
Si bien durante las últimas tres décadas de negociaciones se han logrado avances estructurales que transformaron la gobernanza climática global, lo que suceda en los próximos años será determinante. De no acelerar sustancialmente la acción climática de una manera justa, inclusiva y participativa, se perderá la oportunidad de lograr resultados concretos que garanticen una transición justa y resiliente.
Esto es lo que se logró alrededor de la transición energética en el marco de las discusiones globales de cambio climático:
Transición justa
Uno de los temas centrales este año fue el debate sobre el Programa de Trabajo sobre Transición Justa, un área que mostró avances importantes en materia de derechos. El texto final incorporó lenguaje robusto en género, derechos humanos, consentimiento libre, previo e informado, y autodeterminación de los pueblos, un piso que, desde las organizaciones sociales, veníamos reclamando hace años.
Mirando hacia adelante, el texto final incorpora el consenso de los países de avanzar en el desarrollo de un mecanismo de transición justa, un elemento largamente reclamado por la sociedad civil y que tiene como finalidad mejorar la cooperación internacional, la asistencia técnica, el desarrollo de capacidades y el intercambio de conocimientos, y permitir transiciones equitativas, inclusivas y justas. Su objetivo es contribuir a que los países reciban apoyo en la elaboración e implementación de planes de transformación en sectores, como el energético y el agroganadero, poniendo en el centro a los trabajadores y las comunidades afectadas por la transición.

Más allá de estos avances, hubo elementos discutidos durante las dos semanas que no quedaron reflejados en la decisión final: la necesidad de hacer una transición lejos de los combustibles fósiles y la referencia a los riesgos socioambientales de la extracción de minerales para la transición. Ambos puntos aparecieron en borradores y fueron defendidos por varios países y redes, pero no sobrevivieron a las tensiones geopolíticas que separan a los productores de combustibles fósiles y los grandes consumidores de minerales, y a los países del sur global que sufren los impactos en sus territorios.
Si bien el texto final no retoma estas referencias de manera explícita, el programa es aplicable a todos los sectores y aporta un marco robusto: tanto el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas como el vínculo entre transición justa y biodiversidad serán elementos centrales para orientar la acción climática también en el ámbito de los minerales.
Mutirão Global
Este retroceso se vuelve más evidente al analizar la declaración política central de la COP30: el llamado Mutirão, concebido por Brasil como gesto de movilización global. El texto reconoce la urgencia de acelerar la acción climática y celebra los avances de la última década, pero evita mencionar explícitamente la salida de los combustibles fósiles. La expresión “transitioning away from fossil fuels” (transitar para abandonar los combustibles fósiles), que había marcado un hito histórico en la Cumbre de Dubai de 2023, desapareció de la versión final de esta edición. La omisión es significativa: hablar de transiciones “justas, ordenadas y equitativas” sin nombrar la acción concreta que permitiría mantener 1,5 °C al alcance, solo profundiza la brecha entre la política y la ciencia.
Los combustibles fósiles —carbón, petróleo y gas— siguen siendo el núcleo del problema. Generan más del 75% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y casi el 90% del dióxido de carbono liberado a la atmósfera, según Naciones Unidas. Que la principal fuente del calentamiento global quede fuera de la declaración política de una COP celebrada en plena Amazonia, en el año más cálido jamás registrado, muestra la profundidad de las tensiones que todavía atraviesan al sistema multilateral.
Pero, incluso, si el mundo avanzara más rápidamente hacia la eliminación de los combustibles fósiles, la transición energética traería aparejados otros desafíos. Si se concibe únicamente como una vía para cumplir compromisos internacionales y se reduce a un simple recambio tecnológico, corremos el riesgo de sostener el mismo modelo extractivista con otro rostro. Esa lógica reproduce las presiones sobre los territorios, profundiza la pérdida de biodiversidad y agudiza las violaciones a los derechos humanos y a los ecosistemas que sostienen la vida.
Minerales como el litio y el cobre son hoy altamente demandados por los países del norte global para impulsar su transición energética y electromovilidad. A esto se suma la creciente necesidad de minerales impulsada por la expansión de la economía digital, la infraestructura de datos y las industrias militar y aeroespacial. La presión extractiva se multiplica.
Por esta situación, deviene el primero de muchos problemas y desafíos que plantea la transición energética para los países del sur global. Se extraen minerales de nuestros territorios, afectando a las comunidades que allí viven y degradando nuestros ecosistemas en nombre de la transición energética del norte global.
La COP30 cierra, así, con una paradoja. El mundo avanza en reconocer derechos, participación y justicia climática, pero sigue sin acordar el rumbo más elemental: abandonar progresivamente los combustibles fósiles y evitar que la transición reproduzca desigualdades históricas. Los próximos años serán decisivos.
El mecanismo de transición justa ofrece una oportunidad concreta para transformar ese reconocimiento en acción. Pero sin decisiones valientes sobre el fin de la era fósil y sin garantizar que la demanda creciente de minerales no implique nuevos sacrificios territoriales, la transición energética corre el riesgo de quedarse en una promesa incompleta.
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