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En colaboración conCAF

Los Vázquez, un club argentino creado por los vecinos para “sacar a los chicos de la calle”

El club social, cultural y deportivo busca ofrecer otras opciones frente a la delincuencia y la drogadicción en Tucumán. Es el sostén que el barrio necesita y, por eso, sus propios habitantes están construyéndolo con sus propias manos

Los Vázquez

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Las gallinas cloquean de fondo cuando Daniel Miguel Gómez, Goyito, y Juan Antonio Monteros, Poro, llegan por la mañana a trabajar en la obra. Nacidos y criados en Los Vázquez, trabajan y aprenden junto con una cuadrilla del Ente de Infraestructura Comunitaria de Tucumán para continuar la construcción del Club Social, Cultural y Deportivo de su barrio.

“Primero empezamos cavando para el agua. Ahora yo estoy pintando y él está soldando, hemos hecho varias cosas”, dice Goyo, de 18 años, del trabajo que empezaron hace más de un mes. “Estoy contento de que siga esto, quiero que siga hasta que se termine todo porque los chicos quieren al club, no ven la hora de tener la cancha los changos”, agrega.

“Va a ser un gran cambio para el barrio”, explica Poro, de 27 años, sobre sus expectativas para el Club. “Va a sacar a los chicos de la calle, cuando vienen acá se divierten, se despejan, no andan macaneando en la calle, ni haciendo cosas que no tienen que hacer, como consumir drogas, porque la mayoría están quebrados por detrás de eso”.

El barrio y el club

Al este de la capital de Tucumán, una provincia norteña de Argentina, está el barrio Los Vázquez. Se levanta sobre un vertedero de basura que estuvo en funcionamiento hasta el 2005 y fue la fuente de trabajo de las primeras familias que llegaron a vivir ahí. Hoy, forma parte del Registro Nacional de Barrios Populares y es hogar para más de 200 familias.

Como en muchos barrios, la droga y las adicciones son uno de los problemas que condiciona la vida. Hace una década, los psicólogos Emilio Mustafá y Gabriela Morales junto con vecinos y referentes crearon Con Esperanza Nos Fortalecemos, un grupo terapéutico barrial de salud en adicciones. Además de un merendero, los chicos pidieron armar una canchita de fútbol, porque no había.

Después, apareció la posibilidad de imaginar un club. El diseño y los planos se armaron con el equipo del Programa de Mejora Participativa del Hábitat, formado por docentes e investigadores de la Facultad de Arquitectura; y otros técnicos y funcionarios de distintos organismos públicos. Se obtuvo financiamiento nacional y, en 2023, la construcción comenzó. Sin embargo, a finales de ese año, la obra se detuvo y durante todo 2024, con el presupuesto asignado, estuvo parada. “Que vengan y te ilusionen y después se vayan y no vuelvan más, eso sí es muy triste”, dice Víctor Guerra, Yor, el presidente del Club, vecino y referente.

Con la obra parada, uno de los riesgos más grandes que acechaba era que en ese espacio de salud mental, terminara metiéndose un dealer para vender droga. Así que la Comisión Directiva del Club, integrada por vecinos y algunos profesionales, empezó a gestionar y consiguió financiamiento, a través de la Universidad San Pablo-T, de la Legislatura de Tucumán. “El objetivo central era que se genere el efecto subjetivo desde un punto de vista de esperanza, que es un síntoma de salud”, explica Mustafá. “El dinero solo alcanza para que se termine el salón de usos múltiples, pero significa que retome la construcción del Club”, agrega.

Poro, Goyo y los vecinos

“En el grupo, yo he empezado cuando era chiquitito, tenía 9 o 10 años”, cuenta Goyo. Iba al merendero, se acuerda que en donde está el Club ahora, era todo campo y fueron los vecinos los que, con machete y tijera, desmalezaron para hacer la primera cancha. “Ahora andan muchos chabones (chicos) quebrados, en consumo, por la gilada, esa de la droga”, dice. “Y es chombi (malo) andar así, pasar frío, pasar hambre en la calle, es bien feo”, agrega, por experiencia propia.

El día que cumplió 18, hace casi un año, Goyito salió del Hogar de menores General Manuel Belgrano. Los psicólogos del barrio habían conseguido un espacio para él ahí porque hacía mucho tiempo que tenía serios problemas de consumo. “Estaba dura la cosa, a mí me llevaron de aquí, de la esquina, andaba bien tirado en la calle. Ahora ando rebien, vengo a trabajar y me siento orgulloso de tener este trabajo”.

Poro también nació y se crio en Los Vázquez, su hijo e hija viven ahí y entrenan fútbol en el Club, además de ir al merendero. “Yo nunca he consumido, pero tengo a mis hermanos metidos en eso, les hablo, y no entienden. Y veo a la mayoría de los chicos aquí en el barrio y son changos jóvenes, ¿entendés? Si esto llega a funcionar, para mí, va a cambiar mucho, si quieren y si dan la oportunidad”, afirma.

La esperanza de futuro, de mejora, de salud están en la construcción del Club. Un espacio que, por las condiciones de su formación, los vecinos sienten propio, lo han construido ellos.

“Hace poco, viene un camión con los ladrillos estos, en los que estamos sentados ahora, y el cemento, pero no quiso entrar para acá, así que los dejó en la entrada. Eran casi las cinco de la tarde, ¿cómo hacemos para descargar el camión entre los que estábamos?”, cuenta Yor. “Es la mayor alegría que me ha dado, una cosa increíble, veo que se llena de los chicos que vienen a entrenar, ayudando a descargar el camión, pasándose los ladrillos. Me da mucha alegría saber que ellos mismos se encargan de hacer cosas que por ahí no les corresponde, pero lo sienten muy suyo al Club, eso me da mucha alegría”.

Todavía no hay fecha de fin de obra y, de hecho, en esta etapa, la única parte del club que se pronostica terminar es el salón de usos múltiples. Pero las decisiones se toman en la Comisión Directiva, que está integrada por los vecinos de Los Vázquez y han empezado a pagar una cuota de 300 pesos, aproximadamente 25 centavos de dólar. En busca de más afiliados para el Club, defienden su autogestión, su capacidad de decidir, sus espacios de salud.

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