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Xiye Bastida y el salto de los jóvenes activistas climáticos de las calles a los despachos

“Que ya no estemos en las calles no significa que no estemos en la toma de decisiones”, advierte esta joven mexicana, quien fue protagonista junto a Greta Thunberg de las masivas manifestaciones contra el cambio climático en el 2019

Xiye Bastida después de recibir el premio 'Joven Creador de Cambios', en Abu Dhabi, en 2024
Xiye Bastida después de recibir el premio 'Joven Creador de Cambios', en Abu Dhabi, en 2024.Christopher Pike (Getty Images)
Emma Jaramillo Bernat

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Xiye Bastida es, literalmente, hija de una cumbre climática. Sus padres se conocieron en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, celebrada en junio de 1992. Su madre, chilena de raíces europeas, había liderado varios plantones para evitar que se construyeran siete represas, mientras su padre, de origen otomí-tolteca, un pueblo indígena mexicano, defendía lo que su comunidad siempre había creído: que el ser humano debía ser recíproco con la madre tierra. Ambos viajaron a Brasil como representantes de sus países ante la ONU, y allí surgió el amor, entre conversaciones sobre la protección de la atmósfera, la conservación de la biodiversidad, o la lucha contra la deforestación. Diez años después, nació ella.

No es de extrañar, por tanto, que Bastida —que migró junto a ambos a Estados Unidos a los 13 años— se convirtiera en uno de los rostros más visibles del movimiento estudiantil internacional que en 2019 llevó a millones de jóvenes a protestar en distintas ciudades del mundo para pedir acciones contra el calentamiento global y el cambio climático. Una efervescencia alimentada por las redes sociales, avivada por la figura de Greta Thunberg y materializada por una generación temerosa del futuro, mas no de salir a las calles. Los viernes de fiesta fueron reemplazados por los de reivindicación de los Fridays for future.

Xiye recuerda aquel año con ilusión. Empezó organizando a los estudiantes de su escuela, que iban a hablar con las autoridades locales, aunque no les prestaban mucha atención. Entonces, comenzaron a ver noticias de Greta Thunberg y comprendieron que no estaban solos, “que había otros jóvenes alrededor del mundo a los que les importaba lo mismo”, dice. Florecía una revolución juvenil por el clima. En agosto de ese año, el mundo siguió la travesía de la joven sueca que, para evitar las huellas de carbono de un vuelo comercial, optó por atravesar el océano en yate durante 14 días. Xiye la recibió al otro lado del Atlántico, y se convirtió en una de las principales organizadoras de Fridays for future —o Viernes por el Futuro— en Nueva York.

El grupo inicial de 15 estudiantes de su secundaria fue creciendo y se extendió a otros colegios hasta que en septiembre, con motivo de la Asamblea General de la ONU, lograron reunir a 600.000 personas. “Superó nuestras expectativas, y cambió mi vida. Cuando caminamos por las calles de Wall Street, yo creo que todos los empresarios que nos vieron por las ventanas, sintieron el poder”, relata Bastida en una charla con EL PAÍS desde Medellín, donde asistió al foro She Is Global para compartir sus experiencias.

Xiye Bastida en Nueva York, en un evento de Harper's Bazaar.
Xiye Bastida en Nueva York, en un evento de Harper's Bazaar.Theo Wargo (Getty Images)

P. Después de ese la fundación de Fridays for Future llegó la pandemia, y fue como si hubiera perdido el impulso...

R. La pandemia se vino encima y paró todo el momento que traíamos. Yo fundé mi organización, Re-Earth Initiative. Dije: si no lo puedo hacer en las calles, lo voy a hacer virtual, y movilizamos a 300.000 personas en línea para el Día de la Tierra. Seguimos trabajando, estudiando, educándonos entre nosotros y hoy hacemos parte de muchas organizaciones a las que les damos asesoría. También, como todos estábamos en línea, nos dimos cuenta que marchar en las calles excluía a muchos activistas, porque por ejemplo es ilegal hacer una protesta en Malasia o en Singapur. Que no estemos en las calles no significa que no estemos permeando el mundo de la toma de decisiones.

P. ¿Cuál es la principal diferencia entre los jóvenes que marchaban en ese momento y que hoy asesoran organizaciones?

R. Nosotros pasamos de tener 16 o 17 años, a tener 21, 22, 23, así que estamos graduándonos de la universidad. Todos escogimos una carrera que tiene que ver con el medio ambiente. Nos estamos volviendo profesionales en temas de energía, de negociaciones climáticas, de liderazgo. Hoy, el movimiento funciona mediante organizaciones lideradas por jóvenes que están recaudando y entregando fondos para otros jóvenes, como el Fondo Juvenil para la Justicia Climática.

P. ¿Cuáles han sido los principales logros o cambios tangibles?

R. Los cambios han ido coincidiendo con las conferencias climáticas. Por ejemplo, se creó un fondo de pérdidas y daños, en el que los países del norte global se comprometen a dar dinero a los países que son dañados por desastres climáticos. Es un logro muy importante y en la cumbre que viene vamos a hablar sobre cómo los países tienen que empezar a tomar responsabilidad de sus decisiones históricas para mantener este fondo. Otro logro gigantesco es que desde el año pasado se mencionan los combustibles fósiles en la declaración de las Naciones Unidas. El hecho de que podamos ya nombrar por qué estamos en esta crisis, que no se había logrado en 27 años, es monumental, porque significa que ahora todos los países deben tener un plan de transición energética. Eso es un cambio sistémico. Y otro logro es que Naciones Unidas reconoció que tenemos un derecho a un medio ambiente sano. Entonces nosotros podemos usar marcos como esos para empezar a demandar a todo el mundo. Si los cambios no se están haciendo ya, con la información que existe, tenemos que empezar a poner presión legal.

P. Uno imagina el hisghschool, o la escuela secundaria, como en las películas, como lugares llenos de presiones. En ese contexto usted se convierte en una líder ambiental. ¿Eso no la alejaba de lo cool, de lo popular?

R. Cuando empecé a organizar las marchas, me dejó de importar todo lo que decía la gente, lo que decían hasta mis profesores. Yo seguía sacando dieces; yo no dejé mis estudios. Pensaba: yo tengo un propósito, que es cambiar el mundo, y lo voy a hacer sin importar lo que diga la gente. A lo que sí le tenía miedo era al sistema de inmigración de Estados Unidos. Tenía miedo de que me vieran en una protesta y me fueran a decir: te quitamos tu visa, porque yo no tengo los mismos derechos de un ciudadano. Tenía miedo de que me deportaran.

Xiye Bastida participa en una manifestación del movimiento 'Fridays for Future', en Nueva York.
Xiye Bastida participa en una manifestación del movimiento 'Fridays for Future', en Nueva York. John Lamparski (Getty Images)

P. Entre los términos que se han venido acuñando está el de la migración climática. La comunidad donde usted creció antes de migrar a Estados Unidos, San Pedro Tultepec, en el Estado de México sufrió una inundación...

R. Sí. Mi comunidad se inundó cuando yo tenía 13 años, aunque no fue eso lo que nos hizo mudarnos. Fue que mis papás consiguieron un trabajo en Nueva York, relacionado con el cambio climático. Un día antes de mudarnos, fue la inundación, entonces se confunde mucho la historia. Obviamente tuvo impactos muy fuertes sobre la salud de la gente. Nuestro río es uno de los más contaminados en México. Pero la migración climática es algo que ya está pasando. Millones de personas se tienen que ir de sus hogares por olas de calor, por las inundaciones, o porque ya no está llegando el agua, y para 2050 hay cifras de predicción de refugiados climáticos de 1.500 millones de personas. Gran parte de la población mundial se va a tener que desplazar por la crisis climática, por huracanes más fuertes, por incendios, y el mundo no está preparado. Si no estamos preparados hoy en día para la migración causada por conflictos políticos y armados, mucho menos para una migración climática. ¿A dónde va a ir la gente de las islas que están ya debajo del agua? ¿Dónde está el concepto de nación? Hay islas que, como van a desaparecer de forma física, quieren hacerse naciones en internet, naciones virtuales.

P. Pero se pueden interponer acciones legales para presionar a los Gobiernos…

R. Sí. De hecho los movimientos más grandes de ahora son acciones legales. Por ejemplo, el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, que Colombia de hecho acaba de ser el primer país grande en firmarlo. Muchas islas han firmado estos tratados, porque son las más vulnerables. También se han visto marcos legales para darle protección a ríos, a montañas, a ecosistemas, y con mis compañeros estamos trabajando en un proyecto que se llama Tribunal para las generaciones futuras. Así como tenemos derechos para los niños, para los refugiados, darles un derecho a las generaciones futuras. ¿Qué decisiones estamos tomando hoy que pueden violar los derechos de las generaciones que nazcan en 50, en 100 años? Sabemos que la Corte Internacional de Justicia y otras cortes pueden ser muy lentas, pero creemos en el simbolismo de decir que nosotros vamos a hacer una declaración para las generaciones futuras, y de hecho las Naciones Unidas en septiembre de este año va a hacerlo.

P. ¿Cómo fue tu infancia en México, con tus padres como activistas?

R. Nosotros, como parte de un pueblo indígena, hacemos ceremonias. Siempre eran en las cuatro direcciones, con los cuatro elementos, dándole las gracias a la madre tierra por todo lo que nos da. Yo pensaba que así era el mundo, pero en mi propio entorno había muchísimas fábricas, mucha contaminación, y yo decía: ¿por qué el mundo es así? Fui criada con una consciencia ambiental, y cuando me di cuenta que mis compañeros no tenían el mismo pensamiento, les preguntaba a mis padres: por qué me hablan del cambio climático si nadie habla de eso. Pensaba que estaban casi que inventándose cosas, porque yo no lo veía. Pensaba: si esto en verdad estuviera sucediendo, la gente cambiaría su forma de ser y actuar, y no fue hasta que se inundó mi comunidad que me di cuenta de que la crisis climática ya estaba pasando.

P. Como activista, sin embargo, es muy difícil ser 100% coherente. Al final está viajando a una cumbre climática, toma un avión, usa ciertos productos…

R. Esa es la gran conversación que tenemos nosotros entre el cambio individual y el cambio sistémico, porque yo pienso que el cambio individual todos lo podemos hacer, pero no funciona si las industrias siguen produciendo toneladas de plástico. Son sistemas que nos han hecho dependientes de los combustibles fósiles, de comprar más ropa de baja calidad. Yo jamás le voy a decir a alguien: ¿por qué estás usando una botella de plástico? Porque aunque yo tenga mi propia botella y consuma bajo, y me bañe con champú sólido, la verdadera lucha es con el sistema. Con una legislación que diga: vamos a prohibir estos plásticos, lo quitas mucho más rápido que si yo fuera casa por casa. Entonces en eso me enfoco: en el cambio sistémico. Por eso voy a muchísimas cumbres, pero con el objetivo de influir en la gente que toma las decisiones, y sobre todo para decirles que nos incluyan a los jóvenes en la toma de esas decisiones.

Xiye Bastida en una conferencia en Los Ángeles, California.
Xiye Bastida en una conferencia en Los Ángeles, California. Alberto E. Rodriguez (Getty Images)

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Sobre la firma

Emma Jaramillo Bernat
Es periodista de la edición de El PAÍS en Colombia. Ha trabajado en 'El Tiempo', como editora web, y en la Agencia Anadolu, de Turquía, como jefe de corresponsales para Latinoamérica. Graduada de Comunicación Social de la Universidad Javeriana de Bogotá y máster en Creación Literaria de la Universitat Pompeu Fabra.
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