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En colaboración conCAF

El argentino que desafía el modelo de agrotóxicos desde su casa de campo y con harina orgánica

Damián Colucci ofrece productos artesanales desde su campo y molino en Tandil. También dicta cursos sobre vida autosuficiente y su empresa se ha convertido en un modelo en la zona

Damián Colucci en su finca en el paraje El Gallo (Argentina), el 26 de junio.
Damián Colucci en su finca en el paraje El Gallo (Argentina), el 26 de junio.Nicolás D. Borojovich

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Es una mañana fría pero soleada en el Paraje El Gallo, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Tandil, en el centro-este de la provincia de Buenos Aires (Argentina). En su casa de campo, Damián Colucci se calienta con una cocina a leña. Toma y convida mate amargo. Lleva una boina y contesta las preguntas con calma, amasándolas.

Cada tanto, mira al horizonte que aparece por su ventana: se ve un campo de tierra pura, lista para trabajar. Luego mostrará con orgullo sus zapallos, sus papas y, principalmente, la harina que muele con los cereales orgánicos que produce. Lleva más de 20 años de producción agroecológica en una región que, mayormente, toma otro camino: el de cultivos con alta carga de insumos y agrotóxicos, con la consecuente erosión del suelo y contaminación. “Ahora la vida de campo no es sencilla. Ahora el campo es agroindustria”, resume.

Colucci compró este campo de 64 hectáreas en 2000, cuatro años después de la aprobación en Argentina del uso de semillas transgénicas y agroquímicos. No existía esta casa en la que está, ni el campo listo para sembrar ni los árboles. En aquellos años, era un “bicho raro”; tanto que los vecinos se preguntaban por qué un chico de 20 años había decidido dejar la ciudad para irse al campo.

“Ahora las cosas cambiaron, pero acá eran muy conservadores. Al principio, decían que había hecho algo muy malo y por eso mi familia decidió dejarme encerrado en el campo”, recuerda con una sonrisa.

23-06-2024, Tandil, Provincia de Buenos Aires.

Damián Colucci produce harina agroecologica en el paraje El Gallo, Tandíl, PBA.
Su marca es Monte Callado

Entrevista con Diego Jemio, para El Pais.
23-06-2024, Tandil, Provincia de Buenos Aires. Damián Colucci produce harina agroecologica en el paraje El Gallo, Tandíl, PBA. Su marca es Monte Callado Entrevista con Diego Jemio, para El Pais.Nicolás D. Borojovich

Al principio, la idea era sólo vivir del campo. “Me encontré con una tierra muy fértil. Lo primero que hice fue sembrar mi comida. ¡No podía vivir en el campo sin hacerlo! Empecé con una huerta y a los pocos meses sembré trigo. Elegí las variedades de ciclo largo. Empecé con los cereales y no paré”, cuenta.

Actualmente, Colucci produce unos 20.000 kilos mensuales de harina de trigo, centeno y salvado de trigo de su marca Monte Callado, que muele en su molino de piedra de granito. “El molido a piedra es diferente al convencional. El grano no pierde aromas y la harina sale con un gran perfume; en definitiva, es la harina que comió la humanidad durante miles de años. Lo que comemos ahora es nuevo para el ser humano: algo blanco, ultra refinado y molido industrialmente”.

Comenzó vendiendo su harina a una escala muy pequeña, principalmente a familias interesadas en hacer pan y pizzas con harina orgánica. Hoy su producto es muy valorado por fábricas de pastas, restaurantes y almacenes naturales. También muele granos de otros productores, que quieren hacer su propia harina. Incluso comenzó a compartir su know-how en el curso anual al que llamó La vida autosuficiente en la pampa húmeda. Cómo producir, procesar y conservar alimentos.

“Conocía los peligros de los agroquímicos y nunca se me pasó por la cabeza usarlos. Desde el primer día comencé de forma agroecológica, aunque en aquellos años no existía esa palabra. Por supuesto, no me fue bien desde el principio. Me di cuenta de que mi fuerte tenía que ser la agricultura de trigo. Lo más noble que puedo hacer es producir alimentos que yo pueda procesar y que la gente pueda comer”, dice Colucci, que se convirtió en un referente en la zona.

Colucci produce unos 20.000 kilos mensuales de harina de trigo, centeno y salvado de trigo.
Colucci produce unos 20.000 kilos mensuales de harina de trigo, centeno y salvado de trigo.Nicolás D. Borojovich

Su trabajo y visión van a contracorriente del paradigma productivo que predomina en Tandil y en el resto de Argentina. A partir de los años 90, se consolidaron los productos de síntesis química, la siembra directa y los materiales transgénicos. La “rentabilidad” del modelo está basado en un abuso de plaguicidas y en los riesgos que conlleva, como contaminación en alimentos, superficies de agua y tierra.

“La promoción de la siembra directa fue una gran mentira a los productores. Fueron engañados y entraron a un sistema del que no pueden -o no quieren- salir. Los invitaban a conferencias en las que decían que era una siembra ecológica, en la que cada vez iban a usar menos fertilizantes y herbicidas. Pero sucedió al revés: se necesitan cada vez más agroquímicos. Los productores asumen que están haciendo un desastre, pero dicen que no tienen salida. Quieren una rentabilidad constante y pareja todo el tiempo. Si pensás así, olvidate del sistema que yo uso”, dice.

La preocupación de Colucci es también la de otros productores, que buscan un sistema de producción con una mirada más sustentable. Marcelo Miguens, ingeniero agrónomo y especialista en agroecología, asesora a campos que buscan una transición hacia ese modelo. “Los sistemas productivos están en revisión; por una demanda de los mismos productores, hay un replanteo de la visión productivista. Y se abre el debate del rumbo que debería seguir la agricultura. El sistema tradicional lleva una gran carga de químicos, contaminación y pérdida de materia orgánica, además de muchas ‘externalidades’, como los campos abandonados”, explica.

Miguens cree que no se debería generar un enfrentamiento entre un sistema de producción y otro. “La idea es producir información para saber que hay otras formas de producir y que esa información le sirva a otros productores”, dice. “Uno de los grandes problemas actuales es el costo de los fertilizantes y el riesgo de la producción. Cada vez usamos más herbicidas, el efecto no es el esperado y seguimos echando más y más. Además de las cuestiones de rotación y biodiversidad, también requiere mucho dinero”, analiza sobre la alta carga de insumos.

Colucci también tiene otros cultivos como zapallos y papas.
Colucci también tiene otros cultivos como zapallos y papas.Nicolás D. Borojovich

Otro interrogante es la viabilidad que tiene el avance de un modelo agroecológico en un país tan dependiente económicamente de las cadenas agroindustriales, que aportan un 23% del Producto Bruto Interno. Rolando García Bernado, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y parte del Grupo Agrario Nacional, un equipo formado por agrónomos, economistas y sociólogos de distintas universidades, nota un incremento en las experiencias productivas vinculadas a la agroecología y dice que la viabilidad de una transición requiere de un abordaje multidimensional.

“Hay un mayor interés por prácticas que tienden a ‘desquimicalizar’ la producción. Existe una mayor conciencia social y preocupación intergeneracional por producir de una forma más sustentable. También vivimos una saturación ambiental del actual modelo productivo, que comienza a ser reconocida por los mismos actores de la producción. Eso sumado a una ineficiencia económica del modelo productivo, que es más costoso y requiere cada vez más insumos”, explica.

La viabilidad de un camino agroecológico en producciones como trigo, maíz, soja y girasol son más complejas por los volúmenes de producción y, principalmente, por un modelo económico del país que depende de la exportación de una gran cantidad de granos.

“Las experiencias productivas de pequeña escala, que terminan en el circuito alimentario, son económica y ambientalmente viables. Pero en una escala macroeconómica, mi mirada es más pesimista. Aparece la discusión de los volúmenes. Los costos de producción agroecológicos son menores, pero también producen menos volúmenes. Si el país quiere reemplazar su forma de producir, tiene que aceptar que disminuirá la cantidad de granos que puede exportar. Ganaríamos en sustentabilidad y en cuidado de los bienes comunes, pero perderíamos la capacidad de generar ingresos de divisas. Eso es delicado en un contexto de mucha tensión de la economía argentina”, concluye.

Ya cae la tarde en Tandil. Damián Colucci invita a pasear por el campo. Habla de los árboles que plantó, de los animales que tiene y saca de una bolsa un puñado de harina. Habla de trabajar esta tierra fértil, de ser campesino en un país tan alejado del campo. Y dice como conclusión: “produzco un montón de alimentos para mí, para mi familia y para otras que me compran. Y vivo en el campo. Ésta no es solamente mi unidad productiva. Es mi vida. ¿Qué más puedo pedir? Esto es un paraíso”.


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