¿Puede la bioeconomía tomar el relevo al petróleo en la Amazonia ecuatoriana?
La explotación petrolera no benefició en gran medida a las comunidades amazónicas donde estaban los yacimientos. Ahora buscan alternativas para la transición ecológica a aprovechando la riqueza de la selva de manera responsable
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En la profundidad de la selva amazónica, cerca de la frontera entre Ecuador y Perú, Gloria, una líder indígena sapara, realiza una ceremonia de bienvenida a un grupo de turistas. Está frente a una pequeña choza tradicional adornada con paja, tiene el rostro pintado con figuras que representan su conexión con la naturaleza y sus antepasados y agarra una hoja de tabaco. “Estamos aquí, en Naku, compartiendo nuestras tradiciones y saberes con ustedes para preservar nuestra cultura y mostrar al mundo que es posible vivir libre de extractivismo”, dice con voz serena. Los sapara son una de las once nacionalidades amazónicas del Ecuador, un grupo declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo, están en peligro de desaparecer debido, entre otras cosas, a la explotación petrolera.
Para resistir a los desafíos que enfrentan, los sapara crearon Naku, un centro de ecoturismo dedicado a proteger la selva, compartir su cosmovisión y generar recursos económicos de manera sostenible. Para llegar a Naku desde la capital de Ecuador, hay que recorrer los 150 kilómetros que separan Quito de Shell, y después hacer una caminata de dos días por la selva o un vuelo corto en avioneta. Una vez allí, los visitantes conviven con la comunidad, nadan en ríos, hacen senderismo y participan en ceremonias tradicionales.
Naku ejemplifica el intento de las comunidades amazónicas de buscar alternativas para la transición ecológica a través de la bioeconomía, es decir, aprovechando la riqueza de la Amazonía de manera responsable. El proyecto emplea a más de 30 familias y destina los ingresos generados a un fondo común para financiar la educación de los niños y brindar servicios de salud.
La oportunidad perdida de la economía petrolera
En Ecuador, cada año se extraen 194 millones de barriles de crudo que generan ganancias superiores a los 7.000 millones de dólares. Pero a pesar de representar un tercio de la economía del país, en la Amazonia, los beneficios económicos no han llegado equitativamente a las comunidades aledañas a los yacimientos petroleros, donde más de la mitad de la población vive en pobreza. Además, la extracción de petróleo ha causado graves afectaciones a los moradores que incluyen derrames y contaminación masiva.
El economista Alberto Acosta, quien trabajó en la empresa estatal de petróleo, dice que solía creer firmemente que el crudo “era la solución para sacar a Ecuador de la pobreza”. Sin embargo, después de haber sido ministro de Energía y Minas, afirma haber conocido “al monstruo desde adentro”, y ser testigo de “la destrucción provocada por la actividad hidrocarburífera”. A raíz de esta experiencia, Acosta ha cambiado su perspectiva y ahora cree firmemente en la posibilidad de generar economías alternativas.
En esta línea, en el país cada vez hay más emprendimientos enfocados en la bioeconomía como el ecoturismo, una industria creciente que a nivel mundial movió más de 180.000 millones de dólares en 2019, y se estima que llegará a más de 333.800 millones de dólares en 2027. La Fundación Pachamama respalda estos proyectos en Ecuador a través de su programa Economías del Bosque. Según Pablo Balarezo, coordinador del programa, “los proyectos de ecoturismo son los más exitosos en la promoción de la bioeconomía”. Con la biodiversidad única del país, cree que “existen amplias oportunidades para que esta industria se convierta en una alternativa equiparable a la actividad petrolera en el futuro”.
Otro ejemplo exitoso de un emprendimiento sustentable es la vainilla, cultivada principalmente por 300 productores de comunidades kichwas de la cooperativa Kallari, en la provincia de Napo. Esta orquídea, considerada la segunda planta más costosa del mundo, ha encontrado demanda en países como Estados Unidos, Lituania, Canadá, República Checa y Panamá.
Con un precio por kilo que supera los 500 dólares, su cultivo es realizado por mujeres amazónicas, a quienes la Fundación Pachamama brinda capacitación. Para Belén Páez, directora de la fundación, para el éxito de estos proyectos “es fundamental la colaboración conjunta de ONGs, poblaciones indígenas, sector académico, gobiernos locales y sector privado”. Varios proyectos han despertado el interés de inversionistas internacionales, quienes buscan formar parte de estas cadenas de valor. El proyecto Chakra, financiado por la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), está impulsando el desarrollo de la producción de vainilla que también produce derivados que se utilizan en chocolates y productos cosméticos.
Otro producto que ha mostrado gran potencial económico es la guayusa, una planta rica en cafeína, antioxidantes y que posee propiedades medicinales. La asociación de pequeños productores Tsatsayaku se dedica a su producción agroecológica, contribuyendo a exportar más de 120 toneladas al año a países como Estados Unidos, Canadá o Nueva Zelanda. Según el Ministerio de Producción, su exportación ha generado más de tres millones de dólares anuales, convirtiendo a Ecuador en el principal proveedor mundial. Además, impulsa el desarrollo de miles de familias indígenas. En 2022, el país estableció el Consorcio de Promoción de Exportaciones de Guayusa, una alianza para explorar mercados específicos y compartir costos de promoción y logística entre empresas participantes.
Pablo Balarezo destaca el desafío de tecnificar el procesamiento de la guayusa para su exportación. Actualmente, solo se exporta la materia prima y se pierde el valor agregado que se obtiene al procesarla y distribuirla en otros países. Para beneficiar a las comunidades, se busca promover la tecnificación del procesamiento en Ecuador y así obtener mayores beneficios económicos.
La asociación Tsatsayaku no solo produce guayusa, sino que también se dedica al cultivo de café. Ecuador ha tenido un éxito notable en la exportación de café y cacao, convirtiéndose en el principal exportador de cacao en grano de América. Ocupa además el cuarto puesto a nivel mundial, con un aumento del 168% en los últimos 10 años. Solo en 2020, las exportaciones de café generaron 68,5 millones de dólares, mientras que las las de cacao alcanzaron los 850 millones.
¿Es la bioeconomía una alternativa real?
A pesar de las advertencias de la comunidad científica sobre la necesidad de proteger la biodiversidad, los gobernantes ecuatorianos siguen apostando al petróleo como solución económica. Sin embargo, un informe de British Petroleum muestra que el país podría agotar sus reservas en menos de ocho años.
Después de medio siglo de explotación petrolera, “en Ecuador la pobreza persiste y el petróleo se está agotando”, dice Carlos Larrea, investigador de la Universidad Andina Simón Bolívar. Por ello, para él es urgente buscar alternativas y realizar una transición energética hacia una sociedad postextractiva, destacando la importancia de la biodiversidad. Propone el ecoturismo, la agricultura sustentable, el comercio verde justo y la transición a energías renovables como alternativas económicas clave para el país.
Pero aún hay un camino largo por recorrer. Aunque la bioeconomía ha mostrado resultados positivos, aún no puede acercarse en términos económicos a los beneficios de una economía extractivista. Además, enfrenta desafíos para su expansión debido a la falta de apoyo y la competencia con empresas extractivistas que hacen que “las comunidades se vean obligadas a trabajar en ellas para cubrir sus necesidades básicas debido a la falta de atención estatal”, señala Pablo Balarezo.
Sin embargo, Belén Páez sostiene con convicción que esta es una solución viable que está experimentando un crecimiento constante. “En tan solo dos años, en un territorio de 400.000 hectáreas, más de 1.200 familias han recibido ingresos que han creado un cambio significativo en sus hogares”, afirma al referirse al cultivo de la vainilla. Para ella, la bioeconomía puede ser el inicio de nuevas oportunidades y posibilidades “no solo para el futuro de la Amazonía, sino para toda la humanidad”.
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