Marta Royo, directora de Profamilia: “Ante un aborto, el personal médico aún se siente en libertad de maltratar”
Colombia conmemora tres años desde que la Corte Constitucional despenalizó el aborto hasta la semana 24 de embarazo. La líder de la principal institución especializada en salud sexual del país cuenta cómo dos crisis, la de finanzas de la salud y la de seguridad, afectan este derecho de las mujeres
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Marta Royo es contemporánea de la institución de la que es directora, Profamilia, una organización privada de salud que nació hace 60 años para defender los derechos sexuales y reproductivos de las colombianas, como el acceso a anticonceptivos y al aborto. Nacida en España y educada en Panamá, Royo se mudó hace décadas a Colombia y desde hace 13 años trabaja en Profamilia, donde ha visto altos y bajos. 2022 fue un alto, pues el 21 de febrero la Corte Constitucional despenalizó el aborto hasta la semana 24 de embarazo. 2024 ha sido uno de los bajos, dice, pues la crisis financiera del sector de la salud empezó a golpear el acceso de las mujeres al aborto, un derecho ganado jurídicamente pero no del todo en la práctica. “En mis 13 años acá, no había enfrentado un año tan difícil”, cuenta en entrevista con EL PAÍS sobre el tercer aniversario del derecho al aborto.
Pregunta. A veces los cambios jurídicos generan lentamente cambios culturales. Hoy se cumplen tres años de la sentencia que legalizó el aborto en Colombia ¿Ha cambiado algo la mentalidad de los colombianos?
Respuesta. Sin duda. En la población joven, hasta los 35 años, veo mucho empoderamiento de las mujeres, y un genuino interés por entender qué es la autonomía reproductiva. Sin embargo, el aborto sigue estando muy estigmatizado. Aún es un tema sobre el cual nos cuesta hablar, sobre el cual hay demasiados mitos e imaginarios. Todavía las mujeres se le acercan con vergüenza. Vivimos en dos dimensiones: las mujeres toman las decisiones, quieren poder abortar en sitios seguros y de manera oportuna, pero al tiempo muchas cargan con una sensación de culpa por no seguir con una maternidad. Bueno, y otro cambio importante es que personas no binarias o personas trans están accediendo a este derecho de forma más tranquila.
P. Antes del 2022 no se podía contar el número de abortos porque ocurrían en la clandestinidad. ¿Qué cifras conocemos ahora?
R. Me parece que hay que resaltar que es difícil comparar las cifras de hoy con las de antes, que eran abortos que no quedaban registrados en ningún sitio. Hoy en día se reporta lo que hacen los prestadores de servicios de salud, incluido Profamilia. En estos tres años, en Profamilia hemos prestado 155.000 interrupciones voluntarias del embarazo. Esto quiere decir que hay un número importante de mujeres que están accediendo a un servicio seguro y de calidad. El 80% de esos procedimientos se dan en el primer trimestre, antes de la semana 12 de embarazo, y se hacen de manera farmacológica, que es muy segura y menos costosa que otras.
P. ¿Esos 155.000 se reparten en los tres años por igual? ¿O la cifra aumenta a medida que las mujeres conocen más sus derechos?
R. Ha ido incrementando. El primer año debimos haber prestado alrededor 40.000 abortos, y este año creo que llegaremos a unos 80.000. Creo que tiene que ver con que más personas entienden sus derechos, pero también porque crece la capacidad instalada. Por ejemplo, más profesionales de la salud que entienden de derechos humanos: comprenden que si un aborto no se hace bien, están obligando a una persona a una maternidad forzada. Otro ejemplo en capacidad es la telemedicina, que nos ha permitido llegar a municipios rurales a los que antes no llegábamos.
P. Usualmente Profamilia no comparte cifras ¿Por qué el temor a revelarlas?
R. El problema es que se usan en contra, para atacar. Van a salir a decir [quienes están contra el aborto] algo como: “a raíz de la despenalización hasta la semana 24, las mujeres están optando más por el aborto”. No. Lo que pasa es que ahora se están registrando. Antes las mujeres lo hacían de manera clandestina, poniendo en riesgo sus vidas. Lo que muestra esta cifra de Profamilia son mujeres que acceden al aborto de forma segura.
P. Fuera de Profamilia, sigue habiendo obstáculos en hospitales para acceder al aborto
R. Sí, es increíble que todavía en algunas partes de Colombia lo que se les hace a las mujeres son legrados. Es muchísimo más complicado, más costoso, e implica más dolor para la mujer, que otras tecnologías que ya existen para hacer un aborto. Muchas veces también vemos que sientan a las mujeres en salas con otras que sí están allí para tener a sus bebés. O que les quieren hacer una ecografía para decirles: “Mira lo fuerte que late el corazón de ese bebé”. Son actos de crueldad, es no entender lo que lleva a una mujer a tomar esa decisión. En el aborto, el personal médico se siente en libertad de maltratar. No conozco ningún otro servicio de salud en el que pase algo igual, pese a que existen guías y protocolos muy claros de la Organización Mundial de la Salud y del Ministerio colombiano, y sentencias de la Corte Constitucional. La crueldad puede venir de una persona en la caja, una enfermera, un médico. Personas que hacen preguntas ofensivas: “¿Y el papito donde está? ¿Él sabe lo que usted está haciendo?”. Tiene que haber un trabajo sistemático de generar conciencia, de generar empatía.
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P. ¿En qué sí hemos avanzado?
R. En que las EPS muestran sus rutas de atención [al aborto] a todos, incluso donde la mayor población es indígena, y eso antes no ocurría. Es un gran avance. La mayoría tienen convenios con organizaciones como Profamilia, y también hemos visto algunas secretarías de salud absolutamente comprometidas para que el sistema público responda adecuadamente al derecho al aborto.
P. ¿Cómo ha afectado la actual crisis del sistema de salud el acceso al aborto?
R. Esta es una crisis financiera. Sencillamente, al no haber recursos y haber una población que está solicitando cada vez más servicios, quedan comprometidos un montón de servicios. Las EPS, al no tener flujo de caja, frenan las autorizaciones, y allí queda frenado el aborto. Son personas que comienzan a buscar de qué otra manera acceder al servicio. Esta crisis solo se va a agudizar.
P. Profamilia se financia en gran parte por los giros de las EPS. ¿Están en crisis financiera?
R. Claro. Nosotros tenemos contratación con prácticamente todas las EPS del país, estamos en su red de prestación de servicios. Saben que nuestro procedimiento es el más oportuno, y prácticamente en todo el territorio. Aunque ahorita todo está funcionando, ya nos preguntamos hasta cuánto podemos aguantar. En Buenaventura tuvimos que cerrar los dos consultorios que teníamos, y hemos seguido atendiendo a la población a través de brigadas móviles. Tenemos unos meses de aguante, pero vamos con déficit. Debemos pagar la nómina, los insumos, las cuentas de arrendamiento y de electricidad. Si los recursos siguen disminuyendo como han ido disminuyendo, en los meses que vienen tendremos que analizar cómo nos reducimos para no desaparecer.
P. Justo hace tres años se cayó la sentencia de Roe v Wade, que permitía el aborto en Estados Unidos. Este año Trump volvió a la Casa Blanca. ¿Cómo ha afectado lo ocurrido allá a Colombia?
R. El impacto es mundial. Hay países que se empezaron a mover, con Trump, hacia más restricciones, pero a otros que les pasó lo contrario. Se preguntaron cómo hacer para que no se caiga el derecho al aborto. Francia, por ejemplo, lo incluyó como un derecho indiscutible [en la Constitución]. En el caso de Colombia ha habido demandas, muy creativas, para intentar retroceder ese derecho, pero confiamos en que se proteja bien.
P. ¿Diría que el movimiento feminista colombiano está pendiente de fortalecer la sentencia del aborto?
R. Yo siento que el movimiento feminista está un poco distraído, que esto dejó de ser una prioridad. Lo digo sin juzgar que eso sea bueno o malo. Sencillamente están entrando otros temas a la agenda, como la tensión frente a las personas trans. Para mí hay gente que ni siquiera sabe de qué está hablando, pero usa ese tema para incendiar vilmente a esa población, y quieren mantener viva la polarización en organizaciones feministas. Aunque está en la temática de los derechos sexuales y reproductivos, de los derechos humanos, ha relegado el monitoreo permanente al aborto. El movimiento feminista está fracturado, y hay una sensación en estos momentos, por la agenda política global, de “¿por dónde vamos?”
P. Hace tres años también ganó la presidencia Gustavo Petro. ¿Qué tanto el Gobierno, y Francia Márquez como ministra de la Igualdad, ha estado abierto a la agenda las mujeres?
R. Diría que hay equipos muy buenos en distintos Ministerios, como en el de Salud, o en el de Justicia, con quien tenemos una mesa técnica sobre la violencia de género, o en Cancillería donde han apoyado muchísimo la equidad de género. Con este Gobierno salió adelante la política exterior feminista, un documento maravilloso. Tenemos la eliminación de matrimonio infantil del Código Civil. Hay personas buenas, técnicas, muy comprometidas. Pero, en paralelo, diría también que cuesta muchísimo trabajo sacar adelante proyectos importantes. Muchos de nuestros temas deben pasar por el Ministerio de la Igualdad, pero su dificultad para consolidarse como entidad nos dejó en un limbo con los otros Ministerios. “¿Pero la mesa técnica quién la va a liderar? ¿Quién tiene que participar? Tiene que haber alguien del Ministerio de la Igualdad, pero esa persona no se ha nombrado”. Cuando se nombró, la persona duró pocos meses en el cargo.
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P. Profamilia cumple 60 años en septiembre. ¿Estaban solos cuando arrancaron hace seis décadas?
R. Sí, claro, muy solos. La misión era llevar la anticoncepción a los sectores más vulnerables del país, a las zonas rurales. Hace 60 años la tasa de fertilidad era de siete hijos por mujer. Las que arrancaron hicieron como una especie de pacto con los tenderos de los pueblos, y cuando Profamilia llegaba, colocaban una banderita verde en la tiendita. Así, las mujeres sabían que estaba Profamilia con anticonceptivos. Todavía hoy, cuando llego a los pueblos, hay gente que sabe que Profamilia lleva 60 años haciendo lo mismo.
P. ¿Cuál ha sido la peor crisis que han tenido que enfrentar como organización?
R. En mis 13 años acá, nunca he enfrentado un año tan difícil como este, por la crisis en el sector de la salud. Sinceramente, no tengo ni idea para dónde vamos. También por la seguridad. Hacemos muchas brigadas móviles por todo el país y hay municipios a los que no podemos llegar. Allí hay una población atrapada, mamás embarazadas que no van a poder tener acceso a sus seguimientos. Solo en Cúcuta, el miércoles, hubo un ataque a cinco minutos de nuestra clínica, donde atendemos a muchas mujeres migrantes de Venezuela. Suma a eso un movimiento global que va en contra de la equidad de género. Ha sido un año muy difícil.
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