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Escuchar, ceder y acordar: las claves del éxito de Gloria Inés Ramírez, la ministra comunista que salvó las reformas de Petro

La responsable de la cartera de Trabajo logró que el Congreso aprobara la reforma pensional, el mayor triunfo político del Ejecutivo, y evitó que se hundiera la reforma laboral en la recta final de la legislatura

El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, y la ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, se congratulan en la Cámara de Representantes, este viernes.
El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, y la ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, se congratulan en la Cámara de Representantes, este viernes.Ministerio de Hacienda
Juan Miguel Hernández Bonilla

La ministra de Trabajo de Colombia, Gloria Inés Ramírez, está tranquila y satisfecha. Se le escucha alegre. Con un liderazgo sereno logró en una semana concretar dos de los logros políticos más importantes del Gobierno de Gustavo Petro en el último año: la aprobación de la reforma pensional y la salvación de la laboral. Dos avances que contrastan con el estrepitoso fracaso de la reforma a la salud. Ramírez celebra que su trabajo está ayudando a mejorar las condiciones de vida de la gente más desfavorecida. “Con el pilar solidario de la reforma pensional vamos a sacar de la extrema pobreza a más de dos millones y medio de adultos mayores que hoy están desprotegidos, les vamos a dar un ingreso básico que les permita vivir con dignidad en la vejez”, dice por teléfono.

Ramírez (Filadelfia, Caldas, 67 años) es una de los cinco ministros que han estado en el Gobierno de Petro desde el comienzo. Ha sobrevivido a los tres grandes cambios de gabinete y todo parece indicar que también sobrevivirá al siguiente, anunciado por el presidente desde la semana pasada. Su nombre no está contemplado en ninguno de los rumores sobre los ministros que dejarán el cargo. La aprobación de la reforma pensional la ha puesto en el centro de la atención mediática y política. Las críticas por su militancia comunista y por su cercanía al chavismo, que afloraron en redes sociales cuando Petro la nombró, han dado paso a los elogios de distintos sectores políticos. El investigador y profesor de la Universidad Externado, Jorge Iván Cuervo, resumió así la percepción sobre la primera ministra de origen comunista que tiene el país: “Fue la figura indiscutible del Gobierno en el trámite de esta legislatura. Entendió la necesidad de abrirse a consensos y de hacer la tarea de gestión y seguimiento a los proyectos”, escribió en su cuenta de X.

En una antigua entrevista con EL PAÍS, Ramírez se definía a sí misma como una profesora de escuela, una líder sindical, una mujer de izquierda y una feminista. Es, también, una de las líderes más visibles del Partido Comunista de Colombia y de la Unión Patriótica. Durante varios años fue presidenta de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), un sindicato con alrededor de 300.000 afiliados en un país con baja tasa de sindicalización, y directiva de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT), la central obrera más grande del país. Entre 2006 y 2014 fue una de las senadoras que se opuso con vehemencia a las políticas económicas del expresidente Álvaro Uribe. De hecho, una de las banderas de su reforma laboral, que se salvó en primer debate en la Cámara de Representantes, es regresar el horario del recargo nocturno a las siete de la noche, como estaba antes de que ese Gobierno lograra moverlo a las nueve, y recuperar el pago del 100% de los dominicales y festivos.

Personas de su círculo cercano coinciden en que la capacidad de diálogo y el talante tranquilo de la ministra fueron claves para lograr destrabar las dos grandes reformas sociales del presidente en el Congreso. Meses antes, Ramírez ya había dado muestras de sus habilidades de negociación. En diciembre de 2022 logró, contra todos los pronósticos, poner de acuerdo a los sindicatos y a las empresas para concertar el aumento del salario mínimo, algo que no siempre se logra ni con Gobiernos de corte más tradicional que el actual. “Mi formación política es la que me ha ayudado a conciliar entre diferentes”, dice la ministra. Y añade: “Creo profundamente que los conflictos se arreglan por la vía del diálogo, esa es mi mayor convicción”. Ramírez es licenciada en física y matemáticas, tiene una especialización en derechos laborales y una maestría en desarrollo social y educativo.

Ramírez llevó al ministerio del Trabajo a personas de confianza a su equipo, como es natural, pero no ha dudado en mantener en su cargo a funcionarios que venían del Gobierno anterior y ocupan cargos importantes. Aunque pueda parecer irrelevante, mantener en su círculo a personas capaces que venían de un Gobierno ideológicamente opuesto, cuando en otras carteras ese tipo de personas son vistas con suspicacia, es una señal de personalidad en la que puede estar el origen de su éxito en las negociaciones. Es radical en los principios, pero está dispuesta a encontrar puntos en común para avanzar. “Sabíamos que el sistema de pensiones que tenemos hoy es insostenible, era necesario cambiarlo por un régimen de pilares que garantice la sostenibilidad fiscal y que amplíe la cobertura. Hoy solo una de cada cuatro personas en edad de jubilación tiene pensión”.

¿Cómo hacer una transformación profunda del sistema pese al poderoso lobby de los fondos privados que tiene muchos aliados en el Congreso? Las claves fueron escuchar, ceder y acordar. Ramírez y los congresistas ponentes del Pacto Histórico priorizaron los pactos con las bancadas independientes, incluso por encima de los deseos del presidente Petro. La reforma logró el apoyo de las mayorías de congresistas de los partidos Liberal, La U y Conservador, al mantener el umbral hasta el cual los ciudadanos deberán contribuir al fondo público Colpensiones en 2,3 salarios mínimos y no los 4 salarios mínimos que prometió Petro en campaña y en los que insistió incluso tras el logro del acuerdo que salvó a la reforma en su trámite legislativo. “Siempre soñaremos que sea más, pero la realidad es distinta, hay que ser pragmático en el Congreso”, dice Ramírez.

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Ese pragmatismo también permitió que Ramírez aceptara que la Comisión Séptima de Cámara eliminara un bloque de 20 artículos sobre derechos sindicales y colectivos, para que la reforma laboral lograra salvarse. Si no hubiese cedido, el proyecto no habría avanzado, y se contaría como otra de las derrotas políticas de Petro. Sin embargo, dice, solo estaba cumpliendo las instrucciones del presidente: “Su orden fue que escucháramos para poder avanzar”.

La capacidad de Ramírez de llegar a acuerdos para sacar adelante las reformas que tenía a su cargo, contrasta, por ejemplo, con el estrepitoso naufragio de la reforma a la salud en la Comisión Séptima del Senado y con el hundimiento de la reforma estatutaria a la educación en el último debate. El fracaso de la reforma sanitaria se dio en parte por la intransigencia del Gobierno y por la actitud de confrontación de los ministros de Salud, primero Carolina Corcho y, en su recta final, Guillermo Alfonso Jaramillo. En la de educación pasó lo contrario, por el afán de llegar a acuerdos con la oposición, la ministra Aurora Vergara cedió tanto que Fecode y muchos sectores cercanos al petrismo sintieron que el proyecto había traicionados los principios y se opusieron hasta tumbarlo.

Con la reforma pensional y laboral, Ramírez logró un exitoso equilibro entre llegar a acuerdos sin ceder en los principios. Esto la convierte en una de las figuras más destacadas del Gobierno. Reconoce que los dos momentos más difíciles en el trámite de la pensional fueron en la Comisión Séptima del Senado, cuando se discutieron los términos del proceso de transición para hombres y mujeres, y la votación en la plenaria del Senado para acordar la fecha de entrada en vigencia la ley. “El Centro Democrático y Cambio Radical querían que comenzara en 2028 y otros sectores más moderados que iniciara en 2026″, dice Ramírez. Y bromea: “No íbamos a hacer el altar para que otro diera misa”. Al final, el Gobierno logró que la entrada en vigencia sea en julio de 2025, como estaba previsto. Frente a la votación en la Cámara de Representantes, que decidió acoger sin debate el texto de Senado, Ramírez afirma que era la única opción para que no se hundiera. “No es la primera vez que eso ocurre en el Congreso, y no será la última. En los tiempos reducidos que teníamos la conciliación era imposible”.

El presidente Gustavo Petro reconoció su trabajo y celebró la aprobación de la reforma pensional. “Esta es la principal conquista social del pueblo trabajador de Colombia en mucho tiempo. Dos millones de personas que dieron su vida trabajando recibirán un bono pensional digno en su tercera edad”, escribió el primer presidente de izquierda de Colombia en su cuenta de X. Y añadió: ”Esta es la primera gran reforma aprobada del Gobierno del cambio. La reforma pensional progresista es hoy ley de la República. Empezamos a salir del neoliberalismo y entramos en la construcción del Estado Social de Derecho y de la Paz”.

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Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.
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