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Llanero a morir: 35 años sin Arnulfo Briceño

El cantautor colombiano murió el 11 de junio de 1989. En conmemoración, su hijo Emmanuel lanza ‘Canta Llano’, un disco que dirigió y produjo, y en el que cantantes como Juanes, Fonseca y Reinaldo Armas interpretan sus arreglos de varias canciones de su padre

Arnulfo Briceño
Oliva Vera sostiene una fotografía de su esposo, Arnulfo Briceño, en Bogotá, el 30 de mayo de 2024.NATHALIA ANGARITA

El día en que iba a morir, Arnulfo Briceño se levantó, como siempre, antes de las cinco de la mañana. Su esposa, Oliva Vera, le preparó un suculento desayuno con chocolate y huevos revueltos. Le empacó la maleta la noche anterior, al volver del pueblo cercano a Bogotá donde vivía su suegra, mientras Arnulfo dirigía la Misa para Coros en Sol Mayor que compuso para la visita de Juan Pablo II a Colombia en 1986. El senador Ernesto Samper le pidió interpretarla en la misa que ofrecería en la iglesia del Veinte de Julio para agradecer por haber sobrevivido a un atentado tres meses antes que ni siquiera iba dirigido a él. Después del desayuno, se despidió de Oliva y de sus tres hijos menores con un beso rápido y salió deprisa. Era metódico, organizado, no le gustaba improvisar; quería llegar puntual para tomar el vuelo HK 2486 de la aerolínea Aerotaca con destino a Tame, en el departamento de Arauca, que antes de llegar allí haría una escala en Yopal, la capital del Casanare.

Oliva recuerda que ese sábado, víspera del viaje, su esposo le hizo muchas recomendaciones en el tono propio de quien presiente que vive su último día. Ella le pedía que hablaran de otra cosa, pero él insistía. Seis meses antes había viajado a Villa Sucre, el corregimiento cercano a Cúcuta, capital de Norte de Santander, donde nació. Su hijo Arnulfo Jr. cree que estaba recogiendo sus pasos. Cuando cumplió 50 años, su familia celebró una fiesta. Briceño estaba obsesionado con la idea de que no viviría más de cinco décadas y advertía a sus nueve hijos que no les dejaría dinero, sino educación. “Pero lo más importante es mi nombre: que, cuando alguien sepa que son mis hijos, eso les abra las puertas”, decía. Era hiperactivo, nervioso y temperamental; de carácter fuerte, pero simpático, carismático, bromista y conversador. Atribuía su destino a la intervención divina. Vivía con extraña avidez: “No tengo tiempo para perder”, repetía a menudo. Quería saberlo y vivirlo todo. Exprimirle a la vida hasta la última gota.

Oliva Vera de Briceño, en su casa, en Bogotá.
Oliva Vera de Briceño, en su casa, en Bogotá.NATHALIA ANGARITA

Nació pobre en una familia de 10 hermanos. Sus padres combinaban la carpintería con las labores del campo y trabajaba desde niño para ganar dinero, pero quería estudiar. Era muy inteligente y disciplinado. Nadie en su familia se dedicaba a la música, pero él tenía aptitud para el canto y aprendió a tocar guitarra. Coincidió en un concurso con un niño prodigio del acordeón, se llamaba Alfredo Gutiérrez. Un productor decidió unirlos y crear Los pequeños vallenatos, grupo para el que Arnulfo compuso su primera canción, Luz de mi vida. Fueron un éxito, y abundaban los viajes y conciertos. Cuando abandonó el grupo siendo adolescente, siguió trabajando como músico, cantante y locutor para sobrevivir y ayudar a sus padres, y se fue retrasando cada vez más en los estudios.

Conoció a Oliva en Cúcuta cuando ella tenía 16 años y él 17. Vivieron “un amor lindo, apasionado y loco”, dice ella, que a los 85 años todavía habla de él como una adolescente enamorada. Sus padres no querían a Arnulfo porque no tenía en qué caerse muerto, pero caía dormido en clase porque trasnochaba trabajando y madrugaba a estudiar. A ella le gustaba que era tierno y familiar, honesto y trabajador. Siempre pulcro, impecable; tenía unas bellas manos y una voz cálida, varonil, cautivadora. Se casaron a las cuatro de la mañana para que nadie viera que ella no tenía un vestido de novia como Dios manda porque no tenían dinero. Quedó embarazada y dejó de trabajar. Él terminó el bachillerato con 23 años, cuando ya tenían dos hijos, y ganó una beca para estudiar Derecho en la Universidad Libre, en Bogotá, a donde viajaron con dos hijos más y con la esperanza de tener una mejor vida.

Arnulfo conoció al productor musical Marco Rayo, creador del grupo Los Vlamers, donde reemplazó al guitarrista Gentil Montaña. Hicieron varias giras nacionales e internacionales y así conoció a la cantante Zulma Gómez, madre de sus hijos Ricardo y Catalina, que es cantante y fonoaudióloga. Vivieron juntos en México y tuvieron una relación de varios años, que finalizó después. Los Briceño son una familia musical: todos estudiaron música desde niños y algunos la combinan con otras profesiones. Arnulfo, ya adulto y consumado como artista, estudió Música en la Universidad Pedagógica con Rafael, su hijo mayor, para escribir sus propias canciones sin depender de arreglistas y ser más dueño de su obra. Dominaba muchos géneros y compuso baladas, boleros, música tropical, entre otros, y dirigió coros en entidades públicas y privadas. Con motivo de los 450 años de la fundación de Bogotá, compuso un himno que la exaltaba como ciudad cultural que nunca llegó a ser el oficial.

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Copia de la partitura de 'Ay mi llanura' en casa de Oliva Vera de Briceño.
Copia de la partitura de 'Ay mi llanura' en casa de Oliva Vera de Briceño.NATHALIA ANGARITA

Briceño tenía un espíritu rebelde e independiente. Abrazaba ideas de izquierda, aunque no militaba en ningún partido, era respetuoso de las instituciones y tenía amigos políticos de diferentes tendencias. Compuso canciones ampliamente conocidas en las que no se guarda ninguna crítica ni reflexión sobre la violencia o la pobreza, como A quién engañas abuelo, Qué le pasará a mi pueblo y Flor María, que fue vetada por molestia de los militares, aunque nunca dejó de sonar en la radio. Se convirtió en una voz notable de la canción social colombiana, amaba a su país y le dolía su dolor: “Me paro desde el pueblo y canto sus dolores. Soy rebelde porque soy pueblo, pueblo engañado”. Estuvo en Cuba y Costa Rica, y cantó con Silvio Rodríguez. Como abogado también fue brillante: escribía sus alegatos con prosa elegante, profunda y poética. Defendió los derechos de los artistas colombianos y trabajó arduamente por lograr un marco legal que los amparara, pero no lo consiguió.

Marco Rayo enviaba anualmente un acetato con canciones inéditas para concursar en el Festival de la Canción Colombiana y en 1967 le ofreció a Briceño incluir esa canción que le oía tararear a menudo y que acabó llamándose Ay, mi llanura. Nadie lo conocía, pero ganó. La compuso sin haber visitado jamás los llanos orientales, inspirado en la lectura de La Vorágine y enamorado de la épica de los llaneros recios que combatieron con Simón Bolívar y ganaron la independencia para Colombia durante la Campaña Libertadora sin más arma que su coraje. La canción lo catapultó a la fama y se convirtió en el himno del departamento del Meta en 1978. Briceño conocía bien la música llanera debido a la cercanía entre Cúcuta y la frontera con Venezuela. Se identificaba con el carácter llanero. Físicamente, habría podido serlo por sus rasgos indígenas: piel y ojos oscuros, y pelo negro azabache. En los ochenta actuó y compuso la música de la película Canaguaro y de la telenovela Hato Canaguay.

Iba para Tame a dirigir el coro que cantaría el himno de la ciudad durante la presentación conmemorativa de los 170 años de la Ruta Libertadora. Llovía copiosamente y el piloto de la avioneta que viajaba desde Yopal sobrevolaba un río. Intentó elevarse cuando se encontró de frente contra un cerro, pero no lo consiguió: la aeronave chocó y se partió por la mitad. Como pudo, Arnulfo se arrastró y salió. Subió al techo del aparato y ayudó a salir a otros pasajeros. De repente el avión estalló, un trozo de la avioneta le cruzó la frente, perdió el equilibrio y rodó por un barranco. Unos campesinos lo cuidaron y preservaron intactas sus pertenencias mientras llegaba la ayuda, pero el mal tiempo impidió la llegada de los organismos de rescate y no sobrevivió. Murió por la gravedad del traumatismo craneoencefálico.

La noticia entristeció a Colombia. Arnulfo Briceño murió en la cumbre de su carrera, aunque era un hombre sencillo que no creía en la fama. Disfrutaba de todo lo que la vida le negó de niño y de ser un padre estricto, pero amoroso. “Sentí como un golpe que me dejó en shock y un abandono muy profundo, durante un tiempo no pude llorar. Algo en mí se rompió”, dice emocionado su hijo Emmanuel, que trabaja con Juanes desde 2002 y ganó el Grammy Latino en 2023 como coproductor de su disco Vida cotidiana. Emmanuel dirigió, produjo musicalmente y grabó en su propio estudio el disco Canta Llano, en el que Juanes, Fonseca y Reinaldo Armas, entre otros, interpretan sus arreglos de varias canciones compuestas por su padre, algunas, inéditas. Su hermano Arnulfo es el productor ejecutivo, su hermana Catalina canta una de las canciones, y toda la familia interpreta Ay, mi llanura. “Es el disco de mi vida”, dice. Ha sido una experiencia muy emotiva para todos. Quince días después de ese fatídico 11 de junio de 1989, Arnulfo Briceño cumplía 51 años.

(De izquierda a derecha) Arnulfo Briceño, Catalina Briceño, Rafael Briceño, Emmanuel Briceño, Elizabeth Briceño, Ricardo Briceño, Daniel Briceño y en la silla Luz Briceño y Oliva Vera de Briceño, el 30 de mayo de 2024.
(De izquierda a derecha) Arnulfo Briceño, Catalina Briceño, Rafael Briceño, Emmanuel Briceño, Elizabeth Briceño, Ricardo Briceño, Daniel Briceño y en la silla Luz Briceño y Oliva Vera de Briceño, el 30 de mayo de 2024.NATHALIA ANGARITA

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