Claudia López: “Petro es un caudillo populista de izquierda”
La alcaldesa saliente de Bogotá recibe a EL PAÍS para una entrevista en la que hace balance de su mandato, critica con dureza al Gobierno nacional y pospone una decisión sobre su posible candidatura a la Presidencia de Colombia en 2026
Al apagar la grabadora, su jefa de prensa lanza un suspiro como si llevara una hora aguantando la respiración. Claudia López (Bogotá, 53 años) ha aprovechado cada pregunta al milímetro para dejar clara su visión de las cosas. De todas las cosas. Le falta solo un mes para abandonar la alcaldía de la capital colombiana y tiene ganas de hacer balance de su mandato. Destaca lo positivo sin eludir los días más difíciles de estos cuatro años, que no son pocos. Una pandemia, un estallido social, la pérdida del que iba a ser su primer bebé junto a su esposa. Hay quien ya mira a esta mujer de carácter e incansable como presidenciable dentro de dos años, con esa voracidad electoral que lo invade todo en Colombia. A ella no le disgusta, incluso le halaga, pero prefiere despejar la pelota hacia adelante de momento. Dos años en política son demasiados.
Lo que no evita, nunca lo ha hecho, es hablar sobre el presidente Gustavo Petro. Lo hace con una dureza insólita viniendo de alguien que lo apoyó al final de la campaña. “Con el presidente Duque, por el que no voté, logré mucho más de lo que esperaba y con el presidente Petro, por el que voté, recibí mucho menos”, dirá en un momento. En otro, comparará al primer presidente de izquierda del país con Bukele o Milei.
A lo largo de estos cuatro años, la voz de López es una de las que más se ha escuchado en el país porque pocas veces se calla una opinión, pero en los próximos 12 meses aspira a otro tipo de silencio. Pasará un año estudiando en Harvard, sin la compañía de los escoltas que persiguen su bicicleta sobre la avenida Caracas y sin ver el avance diario de las obras del metro. El plan es relacionarse con personas que no son de su mundo y reflexionar sobre Colombia y todo lo vivido. Prepararse para lo que esté por venir.
Pregunta. Ha anunciado que se va a estudiar un curso de liderazgo en Harvard en 2024. ¿Qué busca poniendo distancia con Colombia?
Respuesta. Este es un trabajo muy bello, pero muy intenso. Quiero descansar y a mí me gusta la academia. Creo que es una buena oportunidad para reflexionar, para escribir, para conversar y aprender de gente que está en otros roles y otras experiencias del sector privado, empresarial, de mundos distintos al mío. Este es un programa de liderazgo para mayores, digamos, para viejos. Tenemos que tener como 25 años de experiencia, eso me parece divertido.
P. ¿Se va satisfecha de la Alcaldía?
R. Me voy satisfecha, contenta y muy agradecida con Bogotá. Fueron cuatro años muy difíciles, pero también con muchas oportunidades. Después de 40 años destrabamos el metro y lo sacamos adelante. También la región metropolitana, que no se había podido hacer en 60 años. Hicimos una revolución para las mujeres. Me voy muy orgullosa de ser la primera mujer alcaldesa y dejar. El sistema distrital de manzanas del cuidado con el que hemos atendido a 451.000 mujeres cuidadoras y sus familias, y por el que hemos ganado muchos premios. Haber logrado hacer una revolución educativa y del empleo para los jóvenes; haber recuperado Bogotá del estallido social y del desempleo tan crítico que tuvimos. Esas son mis alegrías y como Bogotá es muy sabia lo refrendó en las urnas [en las elecciones locales de hace un mes]. Si le hubiera pedido el resultado de las elecciones de regalo al niño Dios, no me lo habría mandado tan bonito.
P. ¿Siente que con Galán deja la ciudad en buenas manos?
R. En muy buenas manos. Estoy segura de que este es el sueño de su vida y que se va a lucir con el propósito de construir sobre lo construido.
P. ¿Está más convencida ahora que en campaña? Él no era su candidato.
R. Es un hombre muy conciliador, muy tranquilo. Genuinamente trata de destacar siempre lo mejor de los otros. Yo competí en una campaña contra él y uno termina viéndose más con los competidores que con la familia, entonces sé que esa es su convicción. Ganó con un mandato muy contundente en primera vuelta. Y mi partido, el Verde, quedó con la primera votación en el Concejo de Bogotá. Entonces no hay solamente la satisfacción por lo hecho, es un trabajo que han refrendado las urnas.
P. ¿De qué se va más arrepentida?
R. Me voy muy frustrada con el tema de seguridad, en el que hemos trabajado muchísimo, invertimos 1,1 billones de pesos, trabajamos con la Fiscalía, con los gremios, con los comerciantes, con las juntas de acción comunal, instalamos 8.500 cámaras en la ciudad. Le decía al alcalde [Galán] que me daba mucha pena reconocer que yo recibí una ciudad con 18.000 policías y se la entrego con 16.000, cuando deberíamos tener 25.000. Los alcaldes tenemos toda la responsabilidad y la asumimos, pero no tenemos todas las herramientas. La policía depende del presidente de la República y ahí solo podemos pedir favores. Tenemos más criminalidad, menos policía y más impunidad, es una muy mala combinación.
P. ¿Cuál es la receta?
R. Equilibrar las tres cosas. Bogotá no es una isla, es la capital de Colombia. La política nacional es darnos menos policías e impunidad total a cuanto delincuente se atraviese, que es lo que está haciendo la paz total, reinventando a las FARC cuando ya las habíamos desmovilizado.
P. ¿Es justo con el acuerdo de 2016 llamar FARC a las disidencias?
R. No solo es injusto, es un error, una gran equivocación. Eso fue lo que hizo el presidente Petro: cogió a unos disidentes narcotraficantes que no cumplieron con la paz y les devolvió el nombre de Estado Mayor de las FARC, dándoles una legitimidad que no tienen y no se merecen.
P. Así se autodenominaron ellos.
R. Una cosa es cómo se autodenominen y otra cosa es cómo el Estado los denomina. Aquí lo que importa es lo que dice el jefe del Estado, no el jefe de los delincuentes.
P. ¿Entonces fue Petro quién bautizó a las disidencias y recuperó a las FARC?
R. Sí. Ahora que se cumplieron siete años del acuerdo de paz tuvimos la oportunidad de hacer un foro con el presidente [Juan Manuel] Santos, con los negociadores de las FARC y del Estado colombiano que lograron desmovilizar a 13.000 guerrilleros. No es un logro menor y costó 60 años como para venir a desperdiciarlo de esa manera.
P. Su relación con Petro arrancó bien, pero se ha crispado en los últimos meses. ¿Fue más fácil trabajar con un presidente como Duque?
R. La relación con el presidente de la República siempre es compleja en el caso de Bogotá. Tengo gratitud con el presidente Duque. Tuve muchos controversias con él, pero cuando tuvimos que enfrentar la pandemia dejamos las diferencias a un lado y nos sentamos a trabajar para salvar a la gente de la muerte y a la economía de la quiebra. Hicimos un buen trabajo. El presidente Duque le dejó a Bogotá la mayor inversión que haya hecho cualquier presidente en la historia de Colombia. Digamos que recibí de él mucho más de lo que esperaba como alcaldesa y como ciudadana.
P. ¿Y de Petro?
R. Yo esperaba con gran ilusión al presidente Petro. Nunca hemos tenido una relación fácil porque siempre hemos competido. Él es de izquierda y yo soy de un partido más de centro, existe tensión aunque mucho respeto. Esperaba una relación más fluida, que hiciéramos cosas juntos, una agenda hacia adelante. Y me encuentro con que el presidente volvió la agenda para atrás, en un contrato que ya estaba firmado como el metro, por ejemplo. Con el presidente Duque, por el que no voté, logré mucho más de lo que esperaba y con el presidente Petro, por el que voté, recibí mucho menos.
P. Ha dicho cosas muy duras contra el presidente. ¿Se ha sentido atacada por él?
R. Me he sentido frustrada. En lo personal y como el líder recibí unos epítetos y unos descalificativos absolutos, pero yo tengo un cuero duro, quienes estamos en este oficio tenemos que aprender a no tomarnos las cosas personalmente. El problema es que Bogotá no ha recibido del presidente lo que se merece, ha recibido irrespeto a sus decisiones y a las de sus ciudadanos. ¿Cómo es posible que el presidente popular, el de los pobres, le quite el ingreso del subsidio a 161.000 familias, a 500.000 personas en pobreza? Les quita literalmente el pan de la boca. Eso no lo hizo ni el presidente más de derecha. Es inconcebible, realmente no lo entiendo y es decepcionante.
P. ¿Cuál cree que es el problema?
R. Es difícil de entender porque hay demasiada inconsistencia. Un día dice ‘hagamos un gran acuerdo nacional’. Y al otro día a esos con los que quiere hacer el acuerdo nacional los llama asesinos, clientelistas o politiqueros. El presidente ha estado en todos los procesos de paz y sabe lo difícil que es hacer un solo acuerdo de paz con una sola organización. Y se propuso hacer la paz al tiempo con todos. No sé si es osado o irresponsable. No es un gran ejecutor, en ese sentido yo no tenía grandes ilusiones, le cuesta trabajo juntar un ladrillo con otro. Pero no se entiende que no se hubiera preparado mejor esa parte de la tarea. Para ser un reformador tiene que hacer acuerdos con la sociedad, con el sector privado, con el Congreso. Y uno supone que eso sí es una habilidad que tiene, la de ser un político capaz de poner una agenda, hacer una concertación y sacar unas reformas adelante. Estamos a año y medio de su Gobierno y ni ejecución ni concertación.
P. ¿Piensa que Colombia corre el riesgo de caer en manos de algún Milei o un Bukele?
R. Yo creo que ya pasamos por ahí, solo que es de izquierda.
P. ¿Se refiere a Petro?
R. Todos esos fenómenos tienen un denominador común, que son populismos, caudillismos populistas. A Colombia el conflicto armado y el clientelismo la habían protegido, entre comillas, del populismo. En la medida en que el conflicto armado con las FARC, que excusaba todo, fue desapareciendo, la clase política corrupta y clientelista dejó de servir de excusa. Poco a poco ha habido una transformación, hoy hay una sociedad mucho más activa, que ha judicializado a decenas de corruptos en un país donde se han desmovilizado 70.000 hombres armados de más de 10 organizaciones ilegales. Eso se une a que este es un país profundamente desigual y muy injusto. Todo eso ha dado el primer gobierno de izquierdas, sin duda, pero también al segundo caudillo popular de Colombia, porque ese papel ya lo había ocupado Uribe.
P. ¿Entonces dice que Petro es como Milei o Bukele?
R. Todos son formas distintas, cada uno en su contexto, de caudillismo populista. Álvaro Uribe fue un caudillo populista de derecha, Petro es un caudillo populista de izquierda. Yo soy muy institucionalista y a mí eso no me gusta, me parece que construye poco y divide mucho.
P. Cambiando la forma de la pregunta, ¿podría ir Colombia hacia la ultraderecha?
R. Ah, sí, eso es muy fácil, desafortunadamente. Leí en Twitter una frase que no se me olvida, que decía que en unos años vamos a decir que Duque acabó con Uribe y que Petro lo revivió. Tendrá razón si se siguen deteriorando la economía y la seguridad, que es el caldo cultivo para una derecha cada vez más radical.
P. ¿Cuál fue su peor momento en la alcaldía?
R. La pandemia, tener la vida de 8.000.000 de personas en las manos sin saber cuál es la cura, a los dos meses de mi mandato, fue muy difícil. Después, en septiembre de 2020 asesinaron a un ciudadano dentro de un CAI y se armó una revuelta. Miembros de la policía dispararon indiscriminadamente contra esos protestantes y mataron a 13 jóvenes, una masacre absurda. Fue dolorosísimo, en esta silla esa madrugada lloré mis ojos. En enero del 2021, cuando ya poquito a poco había una luz al final de túnel porque empezaban a llegar las vacunas, había quedado embarazada con mi esposa y perdimos al bebé. Un duelo imposible para mí en lo personal. Y en abril de ese año empezó el paro, tres meses de estallido social. De ahí para adelante creo que hay momentos difíciles, pero tanto en lo personal como en el cargo han sido mejores, realmente pudimos hacer lo que queríamos hacer.
P. ¿Aún piensa en la maternidad?
R. Sí, por supuesto, es una ilusión profunda, pero fue tan duro el golpe y el duelo que, hasta que me vaya aquí, decidí ni volverlo a considerar.
P. ¿Aprovechará en Harvard para pensar en su posible candidatura a la Presidencia?
R. Aquí y ahora. Yo practico chi kung y parte de la meditación es esa, el pasado ya no existe y el futuro no ha llegado. Todavía me queda un mes de alcaldía y ya tengo un plan para el 2024 que me ilusiona mucho.
P. ¿Se sentiría preparada para ser la primera presidenta de Colombia?
R. Me voy con una enorme experiencia, sin duda. He sido alcaldesa de Bogotá, servidora pública en muchas entidades distritales y nacionales, he sido senadora. La verdad sí siento que tengo la experiencia de gobernar, de concertar. Y Colombia, si algo ha probado y algo ha padecido, es que la presidencia no puede ser el primer empleo de nadie. Ese no es un lugar para llegar a aprender y a ensayar.
P. Parte del éxito de Petro sería lograr un próximo mandato progresista. ¿Usted sería una presidenta continuista?
R. Para tener un segundo mandato hay que hacer bien un primer mandato. Y no lo está haciendo, desafortunadamente. Mi mensaje al presidente, cuando he hablado con él en privado, como alcaldesa, es que está desperdiciando una oportunidad histórica no solamente para él, sino para el país. Una cosa obvia, en la que no puede fallar ningún gobierno, es ser capaz de proveer seguridad, justicia y estabilidad económica. Y eso no lo está haciendo bien, pero tampoco lo está haciendo bien en las causas de justicia social.
P. ¿En 2026 no habrá nada que continuar?
R. Siento que tiene todavía la oportunidad de corregir, de recomponer su agenda, sus prioridades, de apoyar a su equipo de Gobierno, de no hacerle la vida más difícil. Es que uno siente que el presidente boicotea a sus propios ministros. Yo ya ni le pido su agenda ejecutiva, pero por lo menos su agenda reformista. Tiene tiempo para recomponer su Gobierno y no fallar a Colombia.
P. Como miembro del Partido Verde, ¿apoya su independencia frente al Gobierno?
R. El Partido Verde es independiente por naturaleza, esa es la bronca con el Gobierno. Este es un partido de gente de clase media, que le gusta el servicio público, que defiende la educación, la lucha contra la corrupción, el cambio climático, la construcción de Estado, que cree en el mercado, que cree que hay que tener una relación constructiva con el sector privado. A un partido de esas características le queda muy difícil trabajar con un presidente que un día dice una cosa y al otro día hace otra. ¿O se pliegan a mí o son de oposición? Entonces somos independientes, punto. No somos borregos de nadie.
P. Dice que tiene el cuero duro. ¿De dónde le viene?
R. He sido la primera mujer en muchas cosas y para las mujeres el mundo es hostil y la política mucho más. Uno tiene que aprender a tener carácter, serenidad, si no lloraría todos los días. Realmente en lo personal es hiriente. Hay que tener templanza, más que dureza. Me viene por un lado de mi madre, que es un terroncito de azúcar, divina, dulce, tierna, maravillosa, generosísima, pero viene de ahí porque no viene de la agresividad, sino de la serenidad. Desde chiquita he aprendido que cuando una es mujer lesbiana tiene que tener carácter si quiere salir adelante.
P. ¿Hay menos machismo hoy que cuando empezó?
R. Esas transformaciones son lentas, pero hemos avanzado un montón, tanto en combatir el machismo, como el racismo o la homofobia. Yo llegué al Congreso cuando tenía 44 años, no era una niña y había tenido muchos trabajos en mi vida, pero nunca había sentido qué era el machismo y la homofobia hasta que llegué al Senado. Fue un entorno laboral brutalmente machista, brutalmente homofóbico. La alcaldía de Bogotá es muy distinta, trabajas con gente súper progresista, profesional, generosa y empática.
P. Ha habido denuncias de acoso en el Congreso.
R. A mí no me tocó cuando estuve. Nunca llamó alguien a mi oficina a decirme que quisiera denunciar un acoso en el Congreso. Pero cuando salí, vi que pasaba. En parte es por el movimiento Me Too y porque cada vez más mujeres con mucha valentía deciden dar el paso y romper las barreras denunciando públicamente, y eso que las consecuencias no son fáciles. En mi rol de alcaldesa he hecho lo que creo que debo hacer, tratar de ir a la raíz del problema, a las mujeres más atrapadas en la pobreza, en el machismo y en la exclusión. A las mujeres cuidadoras a las que nadie les paga un peso y han sacrificado su educación, su trabajo, su vida y su salud. El sistema institucional del cuidado de Bogotá sirve también para decirle a los hombres de este mundo que a cuidar se aprende.
P. Bogotá ha recibido a más venezolanos que ninguna otra ciudad, pero unas declaraciones suyas le valieron críticas por xenofobia.
R. Cometí un error. Decir que hay unos venezolanos que pueden estar involucrados en cosas de inseguridad es cierto, pero abordarlo de esa manera no va a mejorar la seguridad, en cambio sí va a legitimar discursos xenófobos. Fue un error, lo enmendé y seguimos trabajando con el tema. Yo me voy muy satisfecha con el trabajo con los nuevos bogotanos, con todos los migrantes o los colombianos retornados, que ha sido premiado, exaltado y reconocido. Valió la pena enmendar y el trabajo de Bogotá no se opacó por eso.
P. ¿Cuántas horas al día le ha dedicado a la Alcaldía?
R. Las pocas que no duermo. Este es un trabajo 24/7, nunca te puedes desconectar. Bogotá es una ciudad que es un país, es dos veces Costa Rica o Uruguay. Aquí pasan cosas bellas todos los días y pasan desgracias todos los días. Yo soy workaholic, muy apasionada por lo que hago siempre.
P. ¿Siente que ha renunciado a mucho por dedicarse a la política?
R. A mi bebé, por ejemplo. Estoy segura de que si hubiera tenido un trabajo más tranquilo, de pronto eso no pasa. Pero a mí esto me gusta, para esto me he preparado en la vida. No es un sacrificio, ha sido duro y ha tenido costos, sin duda, pero no diría pobrecita qué sacrificio. Para nada, al contrario: gratitud, orgullo y admiración por mi ciudad.
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