Las cartas marcadas
En un mundo que a veces parece un juego en el que las cartas están marcadas, pues tienden a favorecer a los mismos, Petro no se equivoca en el diagnostico. Pero sí en las soluciones que propone
El cambio conlleva riesgos y la sensatez lleva a sopesarlos y anticipar las pérdidas. Todo el tiempo estamos cambiando y la realidad a nuestro alrededor se modifica continuamente. Todo el tiempo enfrentamos derrotas y victorias. Somos unos calculadores constantes de los riesgos en los que incurrimos. En el presente, esos cálculos de riesgo han extendido las reservas frente a los cambios que propone Petro.
Mucha gente que acompañó a Petro está convencida de que, en el juego de cartas de la vida, les repartieron una mano que no es producto del azar. Las cartas están marcadas. Unos sacan siempre los ases y las kas, y a otros les llegan siempre los treses y los cuatros. Dos sistemas de cartas presuntamente marcadas son particularmente enojosos: la economía y la democracia.
Veamos la economía. El interés compuesto lleva que a quien acumula e invierte, digamos 100 pesos al 5% anual, el primer año ganará 5 pesos; el año diez, 7,8; al año 50, 55 pesos; y del año 62 en adelante recibirá ¡más de 100 pesos cada año! Sólo debe invertir, esperar, reinvertir los réditos, y ver cómo su cuenta del banco crece exponencialmente.
¿Qué pasa si alguien no tuvo esos 100 pesos originales, o no le cumplieron con el rendimiento del 5%, o por un accidente o enfermedad tuvo que retirar la inversión? Verá cómo el interés compuesto favorece a su vecino mientras que a él el azar le juega una mala pasada.
¿Qué pasa con un asalariado al que le aumentan el sueldo 1% cada año? Verá crecer poco su ingreso año tras año. Aún peor será para la persona del rebusque, que gana escasamente para sobrevivir.
Si esas personas viven en la misma casa durante 200 años, lo que llevamos de independencia, me temo los últimos personajes de nuestra fábula lleguen al convencimiento de que las cartas estaban marcadas a favor del primero.
El segundo sistema de cartas marcadas es la democracia. No la teórica, la de Atenas o los cantones suizos, sino la real, la de las elecciones de octubre próximo, del 2022, 2018, 2014 y de ahí para atrás. Si hay sospecha de que las cartas económicas pueden estar marcadas, para muchos no hay duda de que las cartas políticas están marcadas.
La Constitución dice que cualquier persona puede elegir y ser elegida. Pero, digámonos la verdad. Quienes se presentan como candidatos, quienes prosperan en ese empeño, quienes llegan a la segunda vuelta y quien gana, son el resultado de un sistema lleno de suspicacias.
Dos prácticas, comunes desde Nabucodonosor (que no era demócrata), la tuercen y retuercen: 1) la corrupción y 2) el nepotismo. La primera lleva a que la democracia no sea un juego de cancha igual para todos, sino uno en el que el árbitro ayuda más a un equipo y a un jugador. Si además de escoger al árbitro y los jueces de línea, se domina las reglas de la FIFA... Si aparte de eso, al equipo que le va bien escoge como jugadores y candidatos a los hijos, sobrinos, nietos y bisnietos de los demócratas de hace cincuenta y cien años, bueno...
Hasta que suficiente gente se harta. Eso puede haber sucedido en 2022. A la segunda vuelta llegaron un candidato que quería revancha contra todo, incluidas la economía y la democracia, y otro candidato que quería revancha contra la corrupción.
Los asimilaba su retórica exaltada, su poder para impactar las redes sociales, su flexibilidad semántica para decir lo que fuera y el que a sus campañas parecía nunca faltarles dinero. 23 millones de personas votamos, con o sin convicción, con o sin ganas. Es la democracia. ¿Por qué ganó Petro? Nicolás Petro lo dijo: porque Rodolfo Hernández no quiso ganar.
¿Por haber ganado y representar una desconfianza profunda frente a la economía y la democracia, se debe dejar que Petro cambie todo a su acomodo? ¿Hay cosas que mantener en la economía y la democracia, mientras se trata de que las cartas no estén marcadas, y que siempre ganen los mismos?
Empecemos por la democracia. Hay que acabar con la corrupción de los árbitros y de las reglas del juego. Es fácil decirlo. El problema es que la FIFA y las federaciones son fruto del propio sistema democrático. Nadie es tan tonto de cambiar unas condiciones que le favorecen, le permiten reelegirse y atornillarse en el poder. De hecho, la reforma política de Petro acentuaba las malas prácticas políticas. ¿Por qué luchó 40 años para proponer una reforma política tan extraña? Fue rechazada, aunque favorecía muchas mañas del pasado y acentuaba otras.
Ahora la economía. ¿Hay que acabar con el 5% de rendimiento, que en el fondo representa las utilidades de las empresas? ¿Hay que imponer un sistema igualitario en el que no importe si alguien ahorra o no, si invierte o no, si es prudente y disciplinado o no, si tiene una empresa exitosa o no? ¿Todos debemos ganar lo mismo?
La respuesta de la historia y la economía a esas tres preguntas es negativa. Pero hay muchos elementos que desfavorecen al de a pie y favorecen al que tiene algo. Menciono algunos que pueden ser objeto de política: 1) el acceso a crédito, pues si sólo se le presta al que tiene, se eternizan las diferencias. 2) El costo del crédito, si se cobra el doble que en Chile, Perú y México para un crédito hipotecario, solo podrán comprar casa los que ganan lo suficiente. 3) la propiedad, pues su valor crece y favorece al que la tiene. 4) muchas regulaciones, pues favorecen a los que tienen a costa de los que no. Así podemos seguir.
Extrañamente, una vez empezó a gobernar, la agenda económica de Petro se centró en cobrar más impuestos, cambiar la salud, las pensiones, favorecer a los empleados; ahora quiere engordar un banco público que no ha sido precisamente un ejemplo, en lugar de promover un sistema más diverso y competitivo.
En los últimos 30 años, la salud ha sido uno de los grandes igualadores en Colombia. Algunos cambios en impuestos y pensiones son igualadores (aunque las reformas tienen un revanchismo indeseable). La laboral es extraña, pues desatiende a los 17 millones de personas sin trabajo o ingresos, y se centra en ayudar a los que tienen empleo.
Por eso el ciudadano de a pie está confundido por la distancia entre los problemas que identificó Petro y las soluciones que busca. No se soluciona lo que de verdad tiene problemas, y se cambia lo que está funcionando medianamente bien. La respuesta de mucha gente ha sido conservar lo que hay.
Por eso Petro, a pesar de sí mismo, terminó alentando el conservatismo de los colombianos. La causa, en mi sentir, es la inconsecuencia entre su diagnóstico y lo que le dio por cambiar. Si, en cambio, se enfocara en cambiar para bien la economía y la democracia, lograría lo que predicó, y uniría al país en lugar de dividirlo más.
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