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La guerra de las seis semanas

<b>Con la casa a cuestas en medio de la guerra</b>. Una imagen rocambolesca para una de las últimas guerras en el mundo. Una familia armenia se lleva su casa sobre un camión antes de que cobre efecto el alto el fuego en la región separatista de Nagorno Karabaj.
Con la casa a cuestas en medio de la guerra. Una imagen rocambolesca para una de las últimas guerras en el mundo. Una familia armenia se lleva su casa sobre un camión antes de que cobre efecto el alto el fuego en la región separatista de Nagorno Karabaj.Sergei Grits (AP)
Pilar Bonet

El conflicto por el dominio del Alto Karabaj ha costado miles de vidas (Bakú cifra sus bajas militares en 2.783 y Eriván, en 2.425)

La extensión del ámbito de influencia de Turquía y el debilitamiento de Rusia en el sur del Cáucaso fueron posiblemente las consecuencias globales más significativas del desenlace bélico del conflicto del Alto Karabaj en noviembre de 2020.

En época de la Unión Soviética, aquella región montañosa era una autonomía perteneciente a Azerbaiyán, pero en 1988 la comunidad armenia del Alto Karabaj, mayoritaria, se rebeló contra el dominio azerbaiyano de Bakú y quiso incorporar su territorio a Armenia. La convivencia pacífica entre armenios y azerbaiyanos fue sustituida por la violencia, los éxodos y las limpiezas étnicas. El resultado del enfrentamiento fueron decenas de miles de muertos y centenares de miles de refugiados por ambas partes.

En 1994, Rusia arbitró un alto el fuego entre Armenia y Azerbaiyán para el Alto Karabaj. Con alguna perturbación eventual, aquel arreglo mantuvo congelado el conflicto hasta 2020.

Con la ayuda de Turquía, el 27 de septiembre Azerbaiyán lanzó una ofensiva durante la cual consiguió reconquistar una buena parte del Alto Karabaj, incluida la antigua capital Shusha (Shushi para los armenios), y recuperar el amplio territorio adyacente que los armenios mantenían como cinturón de seguridad en torno a la antigua autonomía. En virtud del acuerdo firmado el 9 de noviembre por el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinian; el presidente de Azerbaiyán, Iljam Alíev, y el jefe del Estado de Rusia, Vladímir Putin, Moscú ha enviado al Alto Karabaj un contingente de casi 2.000 pacificadores que han de velar por la seguridad de los armenios en el territorio que Bakú no alcanzó a recuperar. Los soldados rusos controlarán también el corredor que une Stepanakert (capital de Nagorno Karabaj) con el Estado de Armenia. Azerbaiyán, a su vez, ha conseguido un corredor (vía Armenia) que le permite acceder directamente a su enclave de Najicheván y de ahí a Turquía. Las esperanzas de autodeterminación de los armenios del Alto Karabaj se esfuman ahora tras el sustancial recorte del territorio bajo su control. Desde la perspectiva de Bakú, ni siquiera la autonomía parece una posibilidad para ellos.

Rusia es aliada de Armenia, donde tiene una base militar, pero mantiene también buenas relaciones con Azerbaiyán y vende equipo bélico a los dos países. Mientras Armenia es un Estado pobre, aislado y dependiente de Moscú, Azerbaiyán, enriquecido gracias a los hidrocarburos, es clave en las rutas de aprovisionamiento hacia Turquía y Europa.

<b>Lluvia de artillería en Stepanakert</b>.Un herido es trasladado a un hospital de Stepanakert, en Nagorno Karabaj, tras los ataques de la artillería de Azerbaiyán, el pasado 28 de octubre.
Lluvia de artillería en Stepanakert.Un herido es trasladado a un hospital de Stepanakert, en Nagorno Karabaj, tras los ataques de la artillería de Azerbaiyán, el pasado 28 de octubre.Dmitry Lovetsky (AP)

En su exitosa ofensiva bélica, Azerbaiyán ha empleado armamento adquirido en Turquía y también en Israel, especialmente drones. El Ejército azerbaiyano, formado en academias turcas y asesorado por consejeros militares de esta nacionalidad, ha resultado superior al armenio, más anticuado en su equipamiento y técnicas de combate.

La “guerra de las seis semanas” por el dominio del Alto Karabaj ha costado miles de vidas (Bakú cifra sus bajas militares en 2.783 y Eriván en 2.425). Como aliada de Bakú, Ankara ha reclamado un lugar para sí en la vigilancia del acuerdo arbitrado por Rusia y mantendrá un contingente de observadores sobre el terreno en el Alto Karabaj. Turquía vuelve así a una zona de confluencia de antiguos imperios, donde Rusia creía tener asegurado un papel de privilegio.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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