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En Silicon Valley no quieren que paremos ni para comer

El batido de nutrientes esenciales de este ingeniero promete jubilar al plato de comida. ¿Ciencia ficción? Otros proyectos le han imitado

¿Para qué perder el tiempo cocinando si tomándome un batido ingiero los nutrientes necesarios y, encima, me ahorro un dineral en el presupuesto mensual del supermercado?”. Eso es lo que pensó el ingeniero de software Rob Rhinehart, un veinteañero, cuando tuvo la brillante idea de sintetizar lo que denomina la comida del futuro. Corrían los últimos meses de 2012 y él y dos compañeros con los que compartía un diminuto apartamento en San Francisco andaban inmersos en un proyecto tecnológico para diseñar torres de telefonía de bajo coste que no les salió bien. Se quedaron sin dinero, minimizaron gastos y evitaron cualquier dispendio superfluo. Solo una cosa no podían obviar: debían comprar comida, era cuestión de subsistencia.

Tras pasar una buena temporada alimentándose de fast food, y comprobar lo mal que le sentaba, a Rhinehart se le encendió la bombilla. ¿No era la comida, en realidad, un problema que podía ser abordado desde la ingeniería? Con esa convicción, estudió Bioquímica de la Nutrición y se asesoró para compilar los que, según él, son los 35 nutrientes necesarios para la supervivencia. Los compró uno a uno por Internet y, una vez en casa, los mezcló con agua en la licuadora. Ese fue el prototipo del batido Soylent, denominado así en honor de la película de ciencia-ficción Soylent Green (en español, Cuando el destino nos alcance, 1973), protagonizada por Charlton Heston.

La gastronomía molecular pretende contribuir a paliar el hambre en el mundo

En la cinta se presenta un futuro distópico (horrible de veras) en el que la mayoría de humanos vive hacinada en las calles subsistiendo a base de unos productos vegetales que fabrica una empresa llamada Soylent. Esa (poco alentadora) idea fue la que inspiró a Rhinehart a bautizar así a su mejunje, del que procedió a alimentarse durante un mes seguido. Tras ese periodo, publicó una exitosa entrada en su blog titulada Cómo dejé de comer comida en la que, eufórico, decía cosas como estas: “Me siento como el hombre de los seis millones de dólares. Mi cuerpo ha mejorado notablemente, mi piel es más clara, tengo los dientes más blancos, el pelo más fino y ya no tengo caspa. Mi ritmo cardíaco ha disminuido y no he enfermado ni una sola vez, raro para mí en esta época del año, […] Solía correr menos de una milla en el gimnasio, ahora puedo correr hasta siete. Tengo más energía de la que puedo gastar”.

Al poco, Rhinehart lanzó una campaña de crowdfunding para conseguir el dinero necesario para comercializar su “comida de astronautas versión terráquea” y, en solo dos horas, reunió más de 100.000 dólares (unos 90.000 euros). Con ese entusiasmo financiero, dos empresas de Silicon Valley asumieron el resto de la inversión: hasta 20 millones de dólares.

¿Quiénes toman este batido? Los consumidores de Soylent son, en su mayoría, personas a dieta, deportistas y practicantes del lifehacking, esa tendencia popularizada por los estresados cerebrines de Silicon Valley que persiguen minimizar cualquier ocupación de la vida cotidiana que reste tiempo a la actividad productiva. Rhinehart sin duda lo ha logrado: ha pasado de dedicar dos horas al día a comer, a apenas cinco minutos con Soylent; y de gastarse unos 400 y pico euros mensuales en comida, a solo 45. Visto su éxito, un astuto holandés llamado Joey van Koningsbruggen, lo copió, adaptó la receta y lanzó en Europa la marca Joylent, también de gran éxito comercial. ¿Les apetece probar?

Si no le convencen... hay más

En caso de que un batido de nutrientes no le atraiga en absoluto, pero encuentra interesante una alimentación basada en componentes esenciales…, siga leyendo. Hay otras maneras de enfocar el asunto que, partiendo del mismo principio, persiguen una finalidad diametralmente opuesta. Entre otros, el proyecto Note by Note Cuisine, del físico y químico francés Hervé This.

Comer es mucho más que un placer

Sin duda: es un acto de socialización, un tiempo para compartir, comunicarse y estrechar vínculos. Muchas sociedades utilizan ese momento para fortalecer lazos y afectos familiares, de grupo o tribu. Desde la Escuela Médica de Harvard (HMS, por sus siglas en inglés) afirman que comer en familia fomenta buenos hábitos alimenticios en niños, amplía su cultura gastronómica y educa en el control de las raciones. Y según CASA (Center on Addiction and Substance Abuse) de la Universidad de Columbia, los adolescentes que no comen en familia al menos cinco veces por semana son más propensos a las adicciones. Pero lo importante no es la comida en sí, aseguran, sino lo que pasa alrededor de la mesa: sentirse miembro de un grupo no tiene precio.

This es, junto al físico húngaro Nicholas Kurti, el artífice de la denominada gastronomía molecular, que se basa en construir los alimentos molécula a molécula. Su idea parte de generar alimentos prescindiendo de tejidos animales o vegetales. A This solo le interesan los componentes esenciales, extraíbles de un montón de recursos que hoy no aprovechamos en absoluto. De la hierba, por ejemplo, se pueden obtener aminoácidos, sacáridos (glucosa, fructosa y sacarosa) y varias vitaminas que él reconvierte en nutrientes en polvo. En su laboratorio tiene infinidad de frascos con los que cocina platos realmente increíbles…y apetecibles. “La cocina molecular puede contribuir a paliar el hambre en el mundo y está intrínsecamente relacionada con el desarrollo rural, la mejora nutricional, con la economía y la política”, explica.

Cuando el mundo deba lidiar con una población cercana a los 10.000 millones de personas, enfrentadas a una crisis energética y por un recurso tan esencial como el agua, Note by note estará ahí para ofrecer soluciones, asegura. En un vídeo de la BBC lo explica muy clarito. Habría que probar, claro, pero sus platos parecen a simple vista mucho más sugestivos que un sorbo de Soylent, como también lo es, quizá, la motivación de This, para el cual “comer es una manera de amar y una forma de relacionarse”.

Por cierto, sin querer influir: ¿recuerdan el ingrediente secreto de Soylent Green? Ni más ni menos que carne humana... pero (solo) era cine.

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