Cuarentena a todo lujo
En China cada vez más jóvenes madres de las clases adineradas pasan el primer mes tras el parto en centros de lujo
“No es nada barato, pero el coste ha merecido la pena. ¡Me he evitado tantas incomodidades!”. Nadie diría que Catherine Zhen, banquera de inversión de 32 años, ha dado a luz hace apenas cuatro semanas. Ni rastro de ojeras por falta de sueño: luce un semblante relajado y una figura pluscuamperfecta. Zhen se ha sumado a una tendencia cada vez más habitual entre las jóvenes madres de las clases más adineradas en China: pasar el primer mes después del parto ingresada en un centro de lujo, que por un precio que oscila entre los 15.000 y los 28.000 euros atiende hasta la mínima necesidad de sus clientes y de sus bebés.
La tradición del puerperio o de “sentar el mes” (zuo yuezi en mandarín) se remonta a más de dos milenios atrás. Llevada a rajatabla durante siglos por abuelas, madres y suegras, obliga a las mujeres que acaban de dar a luz a descansar y recuperar fuerzas durante el primer mes.
La versión más estricta dicta que las madres recientes no abandonen la cama ni se enfríen: las duchas, el lavado de cabello y hasta el cepillado de dientes están prohibidos. Las comidas también están estrictamente reguladas: ni sal ni picante. Nada crudo o frío. Todo, hasta la fruta, debe estar cocinado. Son especialmente beneficiosos los huevos o los pies de cerdo. Saltarse la costumbre, advierte la tradición, puede acarrear artritis, reúma o dolencias ginecológicas en el futuro.
Con la llegada de la prosperidad a China, esta costumbre ha creado una industria cada vez más boyante, y que también existe en Hong Kong y Taiwán. Algunas familias optan por contratar a una yuesao, una enfermera especialista en los cuidados de la cuarentena y que se instalará durante todo el mes con ellos. Para los más pudientes, como Zhen, se han multiplicado las residencias maternales, una mezcla de clínicas de lujo y balnearios de cinco estrellas. Según datos del diario oficial The Global Times, en 2013 este tipo de instalaciones sumaban 700 centros en toda China y generaban ingresos de 484 millones de dólares.
Ren Chengwei, fundadora del centro WeiGe, abrió la primera residencia en 2006. Hoy su cadena tiene cuatro en Pekín y 40 en todo el país, la mayoría en régimen de franquicia.
“Nuestra misión es ayudar a que las madres cumplan la tradición de sentar el mes, una tradición que es muy beneficiosa. Pero ayudar a cumplirla de manera científica, eliminando lo que ya no tiene base y proporcionando a cada mujer un plan individualizado, acorde a las necesidades de hoy día”, explica.
Cada madre que ingresa tiene de inmediato a ocho personas a su disposición y a la de su bebé. El servicio incluye dos enfermeras con dedicación exclusiva, en turnos de 12 horas, las 24 horas al día. Médicos tradicionales chinos, pediatras y puericultores forman parte del equipo. Pero también nutricionistas, especialistas en estética y entrenadores personales. Un grupo de chefs cocina las seis comidas diarias que manda la tradición. Los demás cuidadores se ocupan de vigilar la evolución de madre e hijo, adiestrar a la nueva mamá en los cuidados del bebé y conseguir, mediante masajes, vendados especiales, fórmulas de medicina tradicional y un poco de gimnasia –el reposo es una parte esencial del zuo yuezi– que el cuerpo de la mujer se ajuste cuanto antes y recupere la forma y el peso ideales.
Abrigada con jersey y chaquetón, en cumplimiento de las normas del zuo yuezi, Zhen asegura que repetirá la experiencia con su segundo hijo. “Ahora que lo he vivido me he dado cuenta de que sentar el mes es importantísimo. Pero en casa no hubiera podido recibir este nivel de atención. Y ni mi marido ni yo hubiéramos sabido qué hacer”.
Ahora que lo menciona, ¿cuál es el papel del padre durante este mes? ¿Le proporciona la residencia también alguna atención especial?
“Por supuesto, si quiere participar y aprender cómo cuidar a su bebé, se le anima todo lo posible a ello”, puntualiza Ren. Pero las actividades de estos centros giran claramente en torno a la madre y la criatura. “Papá tiene que ir a trabajar”.
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