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El impacto es el mensaje

Los nuevos movimientos feministas en Francia evolucionan en busca de la conquista de nuevas audiencias Las reglas de la mercadotecnia y el poder de las redes sociales son sus aliados. Entramos en sus cuarteles generales para conocer sus estrategias

El colectivo Femen, creado en Ucrania en 2008, ha encontrado en Francia una de sus más sólidas bases.
El colectivo Femen, creado en Ucrania en 2008, ha encontrado en Francia una de sus más sólidas bases.Bertrand Noel (Sipa Press)

Denunciar que el 90% de los consejos de administración lo conforman hombres o que en la Academia de Ciencias hay solo 31 mujeres frente a 425 académicos masculinos es un mensaje que, por sabido, tiene poco impacto. La cosa cambia si, por ejemplo, en mitad de la ceremonia de homenaje al teatro suben al estrado unas cuantas féminas con barba postiza para denunciar el olvido de las dramaturgas. El amable boicoteo se hace un hueco en los medios. En la raíz de la cultura francesa se entronca hoy un dinámico movimiento feminista que se adapta a las reglas de la mercadotecnia y las redes sociales para hacerse escuchar utilizando el tono amable, el humor y la ironía.

En los bajos de un gran edificio del distrito 20 de París hay unos locales en evidente estado de abandono. Hace años trabajaban aquí una decena de personas. Hoy solo hay un par de voluntarios que una vez por semana atienden a las mujeres maltratadas. Es la sede de Ni Putes Ni Soumises (Ni Putas Ni Sumisas), un reconocido colectivo feminista francés nacido como reacción a la opresión sufrida por las mujeres musulmanas de los suburbios de inmigrantes. Su actual presidenta, Linda Fali, pelea por sacar adelante la organización, pero los problemas financieros amenazan incluso su existencia. “La gente sigue acudiendo a nosotros porque somos muy conocidos. No nos creen cuando les decimos que no tenemos dinero”.

El colectivo debe parte del impacto fuera de Francia a ese nombre provocador que su fundadora, Fadela Amara, escogió hace 13 años. Una respuesta a una frase habitual de los barrios (“Todas putas menos mi madre”). Hoy, a su lado, una constelación de nuevos colectivos se abren paso con la ­misma receta de la provocación y nuevas tácticas propagandísticas. “Utilizamos la ironía y el humor para atraer la atención de la gente”, admite Amélie Cornu, del colectivo Georgette Sand.

Nacido hace solo año y medio, su nombre hace referencia a la escritora Amandine Aurore Lucile Dupin, que para poder abrirse camino en la literatura en el siglo XIX publicó bajo el seudónimo masculino de George Sand. “¿Es necesario llamarse George para que nos tomen en serio?”, se pregunta esta organización siglo y medio después. Su campaña más llamativa fue denunciar la “tasa rosa”. Demostraba que muchos productos femeninos son más caros que los masculinos aun siendo iguales. Ahora pelean por reducir el IVA de los artículos de higiene femenina. Mientras que en Francia se benefician de un IVA reducido por ser de primera necesidad los preservativos o el foie-gras, no ocurre lo mismo con las compresas, por poner un ejemplo.

El colectivo La Barbe (La Barba), con seis años de existencia, logra un impacto particu­lar con sus mujeres barbudas felicitando a los hombres por mantener a las mujeres en casa. El efecto en un escenario en el que solo participan hombres visualiza la desigualdad de manera sencilla, y ciertamente amable. Irrumpir en los premios del Festival de Cannes hace tres años, donde solo una realizadora, en 1993, ha logrado la Palma de Oro en 76 años, las dio a conocer. El juego de palabras tiene su peso. “¡La barbe!” en lenguaje coloquial significa también “¡Basta ya!”.

Las jóvenes de Osez le Féminisme! (¡Atrévete al Feminismo!) también luchan por la igualdad con sentido del humor y escenificaciones provocadoras tendiendo bragas manchadas de sangre en Trocadero o invadiendo el metro con pelucas festivas para denunciar el acoso que sufren las mujeres en el transporte público. “No lo hacemos por problemas de dinero. Nos adaptamos a los códigos publicitarios de la redes sociales”, dice su portavoz, Marie Allibert.

El colectivo Femen, nacido en Ucrania en 2008, ha encontrado en Francia una de sus más sólidas bases. Comparte con las organizaciones galas el uso de la provocación y el impacto visual con las acciones de sus jóvenes en toples. Se distancia claramente en su puesta en escena, adusta y seria. Los problemas que atraviesa ahora son graves. Ha tenido que cerrar su cuartel general de París por dificultades financieras, pero también por seguridad, y su última acción, reventando unas jornadas sobre el islam y la mujer en la que solo había hombres, se saldó con una brutal paliza a las dos militantes que intervinieron. Ocurrió el pasado 12 de septiembre. Las dos mujeres que subieron al escenario con el lema pintado en su piel de “Nadie me somete” fueron reducidas y pateadas con saña.

El feminismo está ahora en Francia mucho más aceptado Caroline De Haas, de Macholand

Los colectivos autóctonos difieren de Femen en su carácter amable, pero también en el tipo de militancia: los hombres participan de manera creciente. “Aunque son muy pocos todavía”, advierte Marie, de La Barbe. La reciente campaña de Zéromacho, una organización creada hace tres años que está ya en 56 países, se ha servido de hombres planchando en las calles para reivindicar la igualdad. “El feminismo está ahora en Francia mucho más aceptado”, asegura Caroline De Haas, que creó Macholand hace tres años. Denuncia el sexismo y logra que Ikea o el Ministerio de Educación retiren un anuncio o un libro de texto.

Ni Putas Ni Sumisas presionó con éxito en su momento para que se prohibiera el velo en la escuela. “Hoy, la batalla más importante que tenemos entre manos es lograr la abolición de la prostitución”, dice el portavoz y cofundador de Zéromacho Patric Jean. Magistrados, abogados y activistas en general se han involucrado en esta batalla. La asociación Equipos contra el Proxenetismo fue acusación particular contra el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss-Kahn. El político fue absuelto en el juicio que se desarrolló en Lille en febrero, pero los activistas estaban satisfechos: lograron que el testimonio de dos exprostitutas pusiera de relieve la violencia y la dominación masculina que implica el sexo pagado.

En un cruce de intereses, miembros de Femen, que nació justamente para luchar contra la prostitución, se arrojaron al coche de Strauss-Kahn cuando este acudió a la vista. A Elda Carly, presidenta de los Equipos contra el Proxenetismo, no le convencen tales métodos. Ahora está relativamente satisfecha. Después de casi tres años de tramitación parlamentaria, la ley que penalizará en Francia al cliente de la prostitución está a punto de aprobarse en un país que prohibió los burdeles después de la II Guerra Mundial y que multa a las que ejercen la prostitución en la calle.

Por lo demás, la realidad de las mujeres en Francia no difiere del resto. A Ni Putas Ni Sumisas les resulta a veces imposible encontrar casa de acogida para maltratadas que no tienen dónde ir y las subvenciones públicas se reducen mientras se burlan las leyes más avanzadas. En las pasadas elecciones departamentales se estrenó un original sistema: se votaba por fuerza a binomios (formados por un hombre y una mujer). Se ha logrado que la mitad de los consejeros departamentales sean mujeres, pero el 84% de los elegidos para presidirlos son hombres. Los conservadores de Los Republicanos, por su parte, prefieren seguir pagando multas millonarias antes que cumplir con la obligada paridad en las listas electorales.

elpaissemanal@elpais.es

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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