Un chaleco con silbato
La realidad, a medida que creces, va 'okupando' tu casa y tu cabeza hasta que no queda un rincón libre para la fantasía
Parece que se está probando un salvavidas y quizá se está probando su ataúd. El crío, a juzgar por su sonrisa, no lo sabe. A esas edades tiene más fuerza la fantasía que la realidad. La vida en cierto modo es una guerra entre aquella y esta, de la que tarde o temprano sale derrotada la primera. Significa que la realidad, a medida que creces, va okupando tu casa y tu cabeza hasta que no queda un rincón libre para la fantasía. La realidad parece que viene de visita hasta que un día te levantas y la encuentras decidiendo la disposición de los muebles en el salón y de las ideas en la cabeza. Pero este crío no se ha enterado todavía. Quizá le hayan vendido como una aventura novelesca el viaje que se dispone a emprender con su familia. Observen el gesto solícito de la que suponemos que es la dependienta y la sonrisa del adulto que se refleja en el espejo del fondo. ¿Qué motivo de inquietud puede prosperar en tal atmósfera?
La tienda se encuentra en Esmirna, desde cuya costa salen decenas o cientos de pateras que intentan alcanzar Grecia. El niño, que se llama Hassan, tiene 10 años. Según la crónica a la que esta foto servía de ilustración, se echó a llorar minutos después, cuando sus mayores le dijeron que no podían comprarle un salvavidas con silbato porque costaba dos euros más que los normales. No lloraba desde luego por la utilidad real del silbato, sino por su significado imaginario. Ignoramos cuánto tardó la realidad en arruinar sus quimeras. Como señalamos al comienzo, ni siquiera sabemos de qué le sirvió el chaleco, si le sirvió de algo.
elpaissemanal@elpais.es
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