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El pulso
Columna
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King Kong, un cuento ibérico

El primer alarido del simio resonó en ‘Jardín de flores curiosas’ (1571), obra de Antonio de Torquemada

Fotograma de la película 'Kin Kong', de 1933.
Fotograma de la película 'Kin Kong', de 1933.

Todos sabemos que Moby Dick es la ballena blanca creada por Melville, aunque Mocha Dick –un cachalote albino que asoló las costas de Chile y Perú hasta que fue cazado en 1835– sea menos conocido que su versión novelesca. Sin duda Melville escuchó a los balleneros del Callao hablar de aquella criatura, y gracias a Mocha Dick hemos podido disfrutar de una novela extraordinaria. Asimismo, a Lovecraft se le ocurrieron los terroríficos Nyarlathotep y Yog-Sothoth mientras curioseaba grabados de dioses precolombinos peruanos, igual que Edgar Allan Poe decidió que el horrendo pájaro que mató de un susto al Duque de l’Omelette tenía que ser peruano. Me sentí tan conmovido cuando descubrí que todos esos monstruos eran peruanos, que espero que los españoles sientan lo mismo cuando sepan que King Kong también tiene denominación de origen ibérica.

Antonio de Torquemada narró la historia de una mujer desterrada en una isla, donde fue atendida por una horda de simios 

El primer alarido de King Kong resonó a través de las páginas del Jardín de flores curiosas (1571) de Antonio de Torquemada, quien narró la historia de una mujer desterrada en una isla, donde fue atendida por una horda de simios liderados por uno gigantesco y “se fue con ellos hasta el monte, adonde el jimio mayor la metió en una cueva, y allí acudían todos los otros, proveyéndola de los mantenimientos que ellos usaban y tenían”. Según Torquemada, una mañana la mujer vio un barco y decidió escapar, y así “los jimios salieron todos a la ribera, siendo tan grande la multitud dellos como de un ejército, y el mayor, con el amor y afición bestial que con la mujer tenía, se metió tras ella por el agua, tanto, que corrió muy gran peligro de ahogarse, y las voces y aullidos que daba y los chirriados bien daban a entender que sentía la burla que se le había hecho”.

Este episodio fue recogido por el jesuita Martín del Río, autor del tratado de demonología más importante del barroco –Disquisitionum Magicarum Libri Sex (1599)–, quien además de consignar que la mujer “se vio rodeada de una caterva de monos, muy abundantes en la isla, todos dando gritos, hasta que llegó otro más corpulento”, agregó que fue violada y parió dos criaturas, de manera que cuando fue rescatada “se presenta el mono reclamando a su cónyuge, con ademanes groseros y con rugidos. Y al ver las velas hinchadas al viento, de una carrera toma a uno de sus hijos, y mostrándolo a la madre amenaza con tirarlo al mar si no regresaba. Y así lo hizo, sin pensarlo dos veces. Con igual prisa vuelve a la orilla, y mostrando a la otra criatura repite su amenaza, y la ahoga. Fuera de sí, avanza y trata de seguir a nado a la nave, hasta que las olas le vencen”.

La historia era tan conocida que Lope de Vega le dedicó un relato La mujer y el simio (1597), que en su pórtico llevaba la siguiente letrilla: Cuentan de una mujer / que a un simio tuvo afición, / tratándole en ocasión / que no pudo más hacer / que de una nave perdida / a una isla despoblada / salió, en una tabla asida, / donde fue dél regalada; / y al fin le quiso, querida. Por lo tanto, a nadie en la España del siglo XVII le habría extrañado que King Kong hubiera escalado la Giralda para proteger a su chica, porque la leyenda del gorila enamorado era uno de los cuentos ibéricos más famosos. Teniendo en cuenta que Godzilla en Japón se llama Gojira –que resulta de la suma de gorira (gorila) y kujira (ballena)–, la síntesis entre lo peruano y lo español es un monstruo japonés.

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