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Revolución del armario global

Christian Dior puso patas arriba la sociedad francesa de posguerra con el traje Bar y la estética del 'new look', que celebraba el poder de lo femenino frente a la austeridad Setenta años después, aún puede percibirse su influencia. Ahora, un libro y una exposición analizan este fenómeno

Carmen Mañana
Traje Bar perteneciente a la primera colección de alta costura que Christian Dior presentó el 12 de febrero de 1947 en París.
Traje Bar perteneciente a la primera colección de alta costura que Christian Dior presentó el 12 de febrero de 1947 en París.Patrick Demarchelier

Diseñar una falda por debajo de la rodilla podría parecer tan provocador como dejarse barba de tres días. Pero este acto supuestamente irrelevante se convierte en todo un desafío si se acomete en las postrimerías de la II Guerra Mundial. Una época en la que las cartillas de racionamiento aún funcionaban en Francia, el metro de tela seguía vendiéndose a precio de chuletón de buey en Reino Unido y los shorts vaqueros formaban ya parte del paisaje costero estadounidense. Pese a todo ello, el 12 de febrero de 1947, Christian Dior (Granville, Francia, 1905) decidió presentar en París un modelo compuesto por una falda larga negra y una chaqueta blanca que “marcaba la cintura al tiempo que redondeaba las caderas, enfatizaba el pecho y subrayaba los hombros”. Así definía Gianfranco Ferre, diseñador de Dior desde 1989 hasta 1997, el traje Bar. Esta pieza no solo acaparó el protagonismo del primer desfile de alta costura de la maison, sino que dio lugar al new look, una nueva estética que redefinía la silueta de la mujer. Celebrando el poder de las curvas frente a la austeridad imperante, sacudió los cimientos de la moda y agitó una sociedad en plena transformación.

Siete décadas después, su influencia aún puede percibirse con claridad. Desde los salones de alta costura hasta las salas de juntas. Un libro de la editorial ­Rizzoli y una exposición titulados Dior, la revolución del new look analizan ahora la trascendencia de este fenómeno. Bajo una mirada escéptica o propia del año 2015 –donde prácticamente cualquier cosa es tendencia– resulta difícil creer que un cambio en el patronaje pueda tener un efecto real en la vida de las mujeres y en la industria de la moda.

Por eso, a Laurence Benaïm, responsable del libro Dior, la revolución del new look (Rizzoli), le gusta recordar el impacto que la aparición del traje Bar generó en Estados Unidos. Dior fue acusado de querer “ocultar las sagradas piernas de las americanas” e incluso hubo protestas en Chicago al grito de “¡Abajo con el new look! ¡Quememos al señor Dior!”.

Esta nueva estética no solo era percibida por algunas mujeres “como un paso atrás”, según apunta Benaïm, sino también como un ejercicio de ostentación gratuito tras las penurias de la guerra. En Reino Unido, por ejemplo, la Normativa para la fabricación de la ropa civil, vigente durante la II Guerra Mundial, limitaba el ancho de las faldas a seis pies (1,83 metros). Para fabricar una de las que Dior presentó en 1947 se requerían casi 60 metros de tela.

Chaqueta y falda de lana pertenecientes a la colección de alta costura primavera-verano 2010 de Dior.
Chaqueta y falda de lana pertenecientes a la colección de alta costura primavera-verano 2010 de Dior.Patrick Demarchelier

“En el resto de Europa, sin embargo, estos ambiciosos patrones animaron la reindustrialización textil, donde Marcel Boussac, propietario de la marca Christian Dior, fue un actor principal”, señala Benaïm.

Gracias o a pesar de la polémica, el new look se convirtió en un éxito inmediato. El traje Bar, que costaba 58.500 francos (unos 3.200 euros actuales), fue uno de los más demandados de la colección, según asegura Pierre Cardin, aprendiz por entonces de monsieur Dior.

Además, el maestro de Granville decidió vender licencias para que otros fabricantes produjesen versiones de sus piezas. Lo que solo ayudó a popularizar aún más el new look. “De repente todo lo demás parecía pasado de moda. Recuerdo ver a mujeres añadiendo trozos de tela a sus faldas”, cuenta Hubert de Givenchy en el libro de Benaïm. “Esa colección de 1947 funcionó como un verdadero manifiesto. Reivindica el poder de la vida, simbolizado por una opulenta femineidad, en contra de la destrucción. Encarna la esperanza en el futuro”, argumenta Florence Müller, comisaria de la exposición Dior, la revolución del new Look, que acoge el Museo Christian Dior de Granville (Francia).

Según Benaïm, ese desfile “materializó la idea de bienestar reencontrado, la vuelta al arte de gustar”. Ocho años después, Christian Dior y su new look ya vendían, según datos de la marca, más prendas que sus competidores directos: 5.154 frente a las 4.140 de Jacques Fath y las 300 de Chanel.

¿Supo leer el maestro una pulsión inconsciente entre las mujeres que habían pasado años enfundadas en uniformes de soldado, enfermera u obrera, o la provocó? “El gran modisto es aquel que sabe, como un alquimista, asociar su historia a la historia y hacer que no sepamos cuál es el origen exacto de sus creaciones. Un gran artista es el que no deja el cuerpo del delito. Si no, sería demasiado fácil, ¿verdad?”, reflexiona Benaïm.

Varias modelos lucen prendas de la colección de alta costura para el otoño-invierno de 2012, la primera que Raf Simons presentó como director creativo de la marca francesa.
Varias modelos lucen prendas de la colección de alta costura para el otoño-invierno de 2012, la primera que Raf Simons presentó como director creativo de la marca francesa.Patrick Demarchelier

Los expertos como Müller creen que pudo inspirarse en la belle époque de su infancia, así como en la indumentaria de las amazonas de finales del siglo XIX. Pero más trascendente que las raíces de esta nueva silueta resulta su influencia a lo largo de las décadas. Empezando por su propia casa y terminando por las cadenas low cost.

La clave de que el new look continúe siendo un referente relevante e inagotable reside, en palabras de Benaïm, en la compleja técnica que esconde: “Constituye una lección absoluta de rigor y de corte”. El equilibrio “entre las estructuras arquitectónicas y flexibles” que exhiben sus diseños los convierte, según Müller, en piezas atemporales. Y, por tanto, trasladables a cualquier época, incluida la actual. Si no literalmente, sí a través de algunos de los elementos que Dior ideó.

Para su primera colección al frente de la casa francesa hace tres años, Raf Simons reinterpretó la curva sobre las caderas de la chaqueta Bar y la combinó con unos pantalones negros. Antes que él, John Galliano, director creativo de la maison desde 1997 hasta 2011, le dio un toque neocolonial y la aderezó con collares masáis. Y así ad infinitum. Puede que Christian Dior muriese 10 años después de crear el new look, pero su obra, como la de los grandes genios, le ha sobrevivido custodiada en museos, plasmada en libros y caminando, cada día, entre nosotros.

Dior, the new look revolution. Museo Christian Dior. Granville. Francia. Hasta el 1 de noviembre.

Libro: Dior, the new look revolution. Laurence Benaïm. ­Rizzoli. 152 páginas. 35 euros.

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