_
_
_
_
INTERNET

Mis padres me espían

La vida digital de los adolescentes es cada vez más activa. Por eso, más de la mitad de los progenitores han instalado algún programa para vigilarlos.

Karelia Vázquez
CARLA FUENTES

No niegue la evidencia. Sus hijos se manejan infinitamente mejor que usted en Internet. Da igual que se dedique a la ingeniería informática, ellos se lo llevarán por delante. Cuestión generacional, de intuición, de ser un nativo digital… llámelo X.

Y dicho esto, permítanos angustiarlo un poco más con la siguiente estadística proveniente de Estados Unidos, pero que sospechamos extrapolable a cualquier país del mundo: tres cuartas partes de los adolescentes esconden a sus padres su conducta digital. Este dato procede de una encuesta realizada por la compañía estadounidense de seguridad McAfee. Lo que ocultan los chicos es muy variado, desde visitas a páginas porno hasta conversaciones con desconocidos en chats. También las consultas a Google desde el móvil para copiar en un examen.

“Si no puedes con tu enemigo, únete a él”, esa es la filosofía de María Carmona (42), madre de Cristina (13). Un día, una amiga le alertó de que su hija hacía muchas fotos con el teléfono que luego “colgaba en algún lugar”. Así fue como María descubrió Instagram, se abrió una cuenta y supo que la niña tenía más de mil seguidores. “Yo misma no sabía qué hacer, por un lado, 1.000 seguidores es demasiado para una niña de 13 años. Por otro, sus fotos eran buenas, tiene una sensibilidad que yo no quería matar. Así que le propuse que siguiera con Instagram, pero que me dejara acompañarla”. Con este acuerdo han firmado una tregua. La niña también tiene una cuenta de Facebook que su madre ha asociado a su dirección de email, así que recibe todas las notificaciones de su actividad.

La vida digital de los adolescentes, cada vez más activa y fuera de control, es motivo de grandes conflictos familiares. Los chicos reclaman su derecho a la intimidad, y los padres… bueno, la mitad de los padres han instalado algún tipo de software para espiar el comportamiento en Internet de sus hijos, y el 44% conoce las contraseñas para acceder a sus cuentas de las redes sociales. Solo en Estados Unidos, el 60% de los adultos escudriñan el Facebook de sus hijos (son casi siempre las madres), según una encuesta de la compañía de software de seguridad online AVG Technologies, que entrevistó a 4.400 padres con hijos de entre 14 y 17 años de 11 países. El 16% de los chicos han tenido que aceptar a uno de sus padres como amigo en Facebook como condición para que les permitieran entrar en la red. Sin embargo, un rebelde y nada despreciable 35% de los adolescentes simplemente “ignora” la solicitud de amistad de sus padres (Kaplan Test realizado a 2.300 adolescentes). Y así están las cosas. Si nunca fue fácil lidiar con la hormona adolescente, con Internet, el asunto adquiere dimensiones cósmicas y globales. Literalmente.

Una noche, Isabel, madre de Ana, de 15 años, entró al baño mientras su hija se duchaba. Al lado del lavabo, el teléfono con WhatsApp abierto. Isabel leyó el último mensaje. Alguien animaba a Ana a que encendiera la cámara y lo dejara mirar cómo se duchaba. “Casi me desmayo. No tengo idea si era un chico del colegio, si era un adulto… encima, como estaba espiándole el teléfono, me tuve que quedar callada. Me siento con las manos atadas. Hace dos años le estampé el móvil contra la pared, pero esa estrategia tampoco funciona”. Hubo un tiempo en el que Isabel tenía las contraseñas de su hija, pero hace un año las cambió. “Ahora, muy a mi pesar, estoy fuera”.

En la mente juvenil

- Facebook es de mayores.

- Se llevan Instagram y Tuenti. Tumblr, entre las chicas, y Pinterest para repinear fotos de moda.

- Lo que más les gusta son los grupos de WhatsApp para chatear con quien esté conectado.

- Los padres motivados los siguen en Facebook. Los hay que ponen “Me gusta” en todas las fotos (motivados, en la jerga adolescente significa ‘intensos’. “No te motives” es de lo peor que le pueden decir).

- Se puede ser popu (tener muchos “Me gusta” en un post o en una foto) o margi (no tiene amigos ni en Facebook). Populares y marginados, en el lenguaje normal.

- El peor castigo es que les quiten Internet o el móvil.

- Los padres no saben cambiar la clave de la red wifi. Ellos, sí.

A los padres les sobran los motivos para estar inquietos. Buena parte de la vida de sus hijos transcurre en un terreno que no dominan. Por primera vez son los chicos los que pueden dar a sus padres herramientas para manejarse con soltura en la vida (digital). Sin embargo, los peligros de Internet no son nada virtuales, sino reales y sórdidos. Y la ado­­lescencia es una edad muy vulnerable. Por ejemplo, los adolescentes españoles son los que más usan las salas de chats (de acuerdo con el informe Protégeles, elaborado por Inteco), y un 59,7% ha contactado por esa vía con desconocidos. Ese mismo estudio, que realizó encuestas a 13.300 chicos de siete países europeos, reveló que los adolescentes españoles están entre los que pasan más tiempo en las redes sociales, el 91% las usa a diario.

En Reino Unido, el asunto ha dejado de ser doméstico y ha saltado al Parlamento, donde la tory Claire Perry ha sugerido cortar toda la actividad digital nocturna de los adolescentes desconectando el router familiar a partir de una hora.

Una de las voces más sosegadas ha sido la de Tamsin Kelly, editora de la web parentdish.co.uk, que señala que la tecnología debe ser considerada parte de la vida familiar, y deben fijarse normas de conducta, “del mismo modo que se tienen reglas para sentarse a la mesa”. Kellin, madre de tres hijos, se manifiesta contraria al “nerviosismo histérico” contra las redes sociales, pero es partidaria de no permitir que los chicos se metan en la cama con el ordenador o con el teléfono, y cree que deben tenerse muchas conversaciones en casa sobre los peligros de Internet.

La ansiedad de los padres de la era digital ha creado una pequeña industria especiali­­zada en crear herramientas que permiten rastrear la vida online de los chicos sin que estos lo noten. El mercado tiene futuro. Según The New York Times, todas las operadoras de telefonía móvil desarrollan productos espía para padres, y cada mes surgen varias empresas que desarrollan estos softwares.

Si hace unos años se trataba de adquirir un programa para bloquear el ordenador familiar, la llegada de los teléfonos inteligentes y las tabletas ha complicado el espionaje digital, que ahora ha de ser personalizado y a la carta. Por ejemplo, Mary Cofield, una fun­­cionaria jubilada, contaba al diario estadounidense que compró la herramienta uKnowKids.com para “espiar” las cuentas de Fa­­ce­­book, Twitter y los SMS de su nieta de 15 años. La señora Cofield recibe un informe completo de las actividades de su nieta y notificaciones de alerta cada vez que la chica emplea una palabra “inapropiada”. El programa le informa qué tuitea la niña, a quién envía SMS y en qué fotos aparece etiquetada en Facebook. Además, le ofrece un servicio de traducción de la jerga adolescente al uso que le permite entender que “WUD” significa What are you doing? (¿Qué estás haciendo?).

Una aplicación para iPhone llamada text­­Plus envía una copia a los padres de cada uno de los mensajes que salen del teléfono de su hijo, y MinorMonitor rastrea su cuenta de Facebook y manda alertas a los padres cuando se mencionan asuntos de sexo, drogas o alcohol. Compañías de seguridad estadounidenses como Symantec y Trend Micro venden software que detecta cuándo intentan los chicos visitar una página bloqueada, o crean una cuenta nueva en una red social. Algunos padres optan por herramientas que desconectan el router doméstico a partir de determinadas horas de la noche, otros prefieren poner un contador del tiempo que pasan en Internet. “Cuando alguna de mis hijas se queja de que no ha tenido tiempo de hacer los deberes, solo necesito decir: ‘¿Miramos cuántas horas has pasado en Facebook esta semana?’”, asegura Silvia, madre de dos adolescentes residentes en Miami.

No obstante, ninguna tecnología de espionaje es capaz de superar la imaginación de un adolescente. A veces tienen sus cuentas desactivadas todo el día, excepto por las noches cuando saben que sus padres no están conectados. Otras veces usan seudónimos, y con mucha frecuencia hablan en códigos para confundir a los padres. Muchos adultos, aun cuando están en posesión de alguna información delicada, no saben qué hacer con ella. Cuando el chico se sabe espiado, los padres intervienen con cierta naturalidad. Con suerte, las cosas podrían suceder así: “A los dos días de seguir la cuenta de Instagram de Cristina supe cuál era el chico que le gustaba”, cuenta María Cardona, la madre espía en Instagram. “Colgaba sus fotos compulsivamente. Lo estaba agobiando, así que decidí intervenir y le pregunté a Cristina si le gustaba. Ella asintió medio avergonzada, pero yo solo le dije: ‘Esto no se hace así. Te voy a enseñar a conquistarlo”. Y en esas están. P

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_