De fiesta con Wally López
Fue el artífice de la mezcla que colocó a David Guetta en el mapa Pasamos tres noches con el ‘dj’ que le pone banda sonora a las veladas más exclusivas de Ibiza. Un tipo de barrio que ahora pincha de Dubai a Tokio
Un grupo de niños tostados por el sol baila house apto para toda la familia entre millonarios, mujeres bellísimas y alguna mamá con pechos asombrosamente firmes. Son las 20.30 del jueves 18 de julio. El club Blue Marlin, abierto al cielo, ocupa un buen mordisco de la cala Jondal, en Ibiza. El dj Wally López reparte sonrisas y bailotea meneando los pies. Pone morritos, extiende los índices y golpea el aire. De pronto hace un movimiento brusco de cabeza y peina su nutrido flequillo con la palma de la mano. Sobre la nariz reposan sus gafas, su logo, su seña de identidad. Mire donde mire, López vende una marca: Oakley. Tras él, en su reservado, charlan su mujer, que luce tripa de embarazada, y su “mejor amigo”, el exfutbolista del Real Madrid José María Gutiérrez. Sobre la mesa reposa una botella de Moët Chandon Ice Impérial. López hace una seña al camarero y pide chupitos de licor de hierbas. “¿Ya empiezas con las hierbas?”, le grita Guti.
Esta es la historia de un viaje, el de un joven del barrio de San Blas (Madrid), hijo de un pintor de coches y una limpiadora, que luchaba en vano por colocar sus temas a otros dj. Años más tarde, graba videoclips rodeado de modelos en biquini y su nombre figura entre los principales dj del mundo: en 2009 alcanzó el puesto 62 en el top 100 de la revista británica DJmag (en la que solo han aparecido otros tres españoles). Pincha de Dubai a Tokio, tiene programa en MáximaFM y todos quieren hacerse fotos con él. En invierno instala su centro de operaciones en Miami y en verano lo cambia a Ibiza, donde pincha en una de las terrazas más exclusivas, The Tower de Ushuaia. Allí solo se puede acceder por invitación.
Me cansé del ‘house’. En un rato te hago un tema y en dos meses no lo oirá nadie. Quiero que los míos se recuerden”
El 27 de agosto publica su primer álbum, Follow me! (Parlophone, Warner). Pop electrónico, el estilo que popularizó David Guetta. Ya ha lanzado cuatro singles –1.600.000 visionados en Youtube– en los que cantan artistas jóvenes y guapos de todo el planeta: la estadounidense Jasmine Villegas (ex de Justin Bieber), el británico Jamie Scott (del grupo Graffiti6) o la canadiense Kreesha Turner. Las canciones las ha compuesto con ayuda de colaboradores, entre otros Ian Dench –de EMF, aquel grupo de los noventa–, y se han grabado a distancia, cada uno en su país. El resultado son temas con poca letra y ritmo pegadizo que te obliga a mover los pies. El objeto de deseo de cualquier discográfica; un horror para puristas de la electrónica. “Muchos me tiran piedras”, dice López. “Puede parecer que lo hago para vender más, pero no. Me cansé del house. En un rato te hago una canción y en dos meses no la oirá ya nadie. Y quiero que mis temas se recuerden”.
Ángel David López nació hace 37 años. Sus padres lo tuvieron a los 16 y 18 años. Vivían (y siguen viviendo) en un piso de 45 metros cuadrados en el que sus dos hijos compartían habitación. Con 13 años, López se plantó con los discos de sus tías en una radio del barrio de La Dehesa del Príncipe. Depeche Mode, The Cure, U2. “Eran tantos discos, que me cogieron”. Pronto dio el salto a otra pequeña emisora, Radio Las Águilas. Se alistó en el ejército porque quería ser piloto. “Al año lo dejé y decidí dedicarme a la música”.
Jueves 19 de julio. 9.00. En el aeropuerto de Ibiza, López hace tiempo hasta que salga su vuelo a Alicante. Allí le espera Luis Bonías (dj Bias), su mánager, que lo llevará a Benidorm. Wally se parte al ver a una turista desplomada en los asientos. Se ríe con ganas. Es listo, le sobra amor propio, está a gusto consigo mismo. Te descuidas y te suelta un broma. Anoche se dejó el móvil en el coche de Guti y pide uno prestado. “Tengo que hacer una llamada a Japón. ¿Hola? ¿Tokio?”. Físicamente le sobra peso. No busca controlarse, está entregado al buen comer. Y de la mano lleva una bonita bolsa de viaje que no pasa desapercibida: es de Gucci.
Los años en que intentaba ahorrar trabajando de camarero han quedado muy atrás. En Ibiza reside en un moderno piso con terraza y vistas al casco antiguo frente al puerto. En la muñeca luce un reloj Luminor Panerai (a la venta desde 6.000 euros). Y su perro –que es más bueno que el pan– es un caniche color pardo que compró en un criadero de Burgos. Las cosas le van bien y no le importa mostrarlo.
“En EE UU patrocinamos a Beyoncé y aquí a Wally, que es el ‘top’ en este tipo de música”, dicen en Pepsi España
En la carrera de este dj y empresario (es dueño de sellos discográficos, una escuela de dj y una marca de camisetas, Tremenda) hay muchas anécdotas. Por ejemplo, la que explica su mote. Con 18 años trabajaba de relaciones públicas de la discoteca Nacional, en Madrid, donde se ganó el sobrenombre por su tendencia a escaquearse. Sus compañeros se preguntaban a menudo: ¿dónde está Wally? “Por aquella época me encantaba Óscar Mulero (uno de los dj más admirados de España). Me iba a verlo solo y me ponía tras la cabina a verle pinchar”. Cuando entró en la discográfica Weekend Records le alquilaron un estudio en la céntrica calle del Divino Pastor. “Solo pedí dos cosas: sofá cama y ducha”. Allí se pasaba las horas creando temas, siempre de noche. “Tenía el horario cambiado, estaba aislado del planeta. Cuando me entraba hambre, me iba al Iberia, el bar al que van los taxistas de noche”. López sacaba singles, pero le costaba colocarlos. “Como todo lo que llegaba era de importación, bautizaba los míos Made in London, Made in UK. Si decías que eras español, no los ponían”. Se queda pensativo. “¿Sabes por qué me planteo escribir mi biografía? Porque no tengo talento, pero soy muy trabajador. Y currando mucho, mucho, sales adelante”.
20.15. Bias conduce hacia la sala KU de Benidorm. Los rascacielos, extrañas apariciones, van quedando atrás. López sigue recordando: “Por aquella época, las discográficas encargaban remezclas de canciones de sus artistas para que sonasen en el circuito de los dj. He hecho remezclas de La Oreja de Van Gogh, Miguel Bosé, Mónica Naranjo… Probablemente todavía me odian. ¿Te acuerdas, Luis? Solo dejaba el estribillo”. El coche frena en el parking de la sala. López abre la puerta y atrona el techno del coche de al lado, en el que dos jóvenes con camisetas sin mangas fuman. “¿Qué nivel aquí, eh?”, bromea López. “Igual que en el Blue Marlin. Cuidado con los relojes”.
Dentro, la terraza de KU devuelve una triste imagen: apenas 80 chicos muy jóvenes esperan al dj. Todos quieren retratarse con él formando con los dedos índice y corazón una W. El responsable de la sala se acerca a López para intentar tranquilizarlo por la poca gente. “Para esta noche hemos vendido ya 2.000 entradas”, le cuenta el encargado, que ha pagado por su visita “entre 3.000 y 5.000 euros”. Tras pinchar una hora, Bias lo devuelve al hotel, donde cena y se acuesta. Tres horas más tarde, a las 4.15 de la madrugada, reaparece con las manos en los bolsillos. Acompañados por la brisa, emprendemos el regreso a la sala KU, donde se espera que pinche hasta que salga el sol. Antes de abrir la puerta dice: “Hace 15 años, Benidorm era enorme. Cada vez veo a menos gente. Me da un poco pena”. Y dos fornidos guardaespaldas lo escoltan hacia la mesa con energía, como si lo estuvieran echando de la discoteca.
Tras su paso por Radio Las Águilas, el dj dio el salto a la emisora Top Radio (“Con mazo, mazo, mazo de graves”, decía la sintonía); de ahí, a LocaFM, y después, a Flash. En 2006 firmó con MáximaFM, donde sigue con el programa La factoría, que emite los viernes de 20.00 a 22.00; lo escuchan 125.000 personas. Pero no guarda relación con ninguno de sus viejos colaboradores y rechazan figurar en el reportaje.
A finales de los noventa, López puso el ojo en Ibiza. Quería dar el salto a la isla y lo consiguió tras grabar un recopilatorio para la sala Divino. En 2002 le abrieron las puertas de Pachá. Conoció a mucha gente durante ese tiempo, entre otros a un francés que pinchaba en la isla, David Guetta, el artífice de la popularización del pop electrónico. Un día, la discográfica Virgin le dio un tema del francés para que lo mezclara. Su canción, Just a little more love, no acababa de funcionar. Que un cambio de ritmo puede darle la vuelta a un tema, lo sabía desde 1995, cuando Todd Terry mezcló Missing, de Everything But The Girl, y lo lanzó al estrellato. “En el cercanías de Castellón a Valencia hice mi versión. A la discográfica no le gustó y a Guetta tampoco”, cuenta. “Yo de todos modos la repartía a otros dj y les pedía que si entraba en la sala Guetta no la pusieran. Pero Erick Morillo la puso nada más verlo”. Just a little more love Wally Lopez remix acabó vendiendo cientos de miles de copias y puso a Guetta en el mapa. El mérito y –sobre todo– los beneficios los recogió el francés, autor del tema. López tomó nota.
La vida me va alejando de sitios como Benidorm. Ahora pincho en lugares exclusivos, con gente de otro nivel social”
Un día, Erick Morillo le dijo: “¿Te has cortado el pelo? Tío, eso no puede ser. Si cambias de look, la gente no te reconoce”. López se quedó pensativo. Hoy, el flequillo forma parte de su logo junto a las gafas. “Me llamaron de Oakley y me dijeron que querían que fuera su primer patrocinado no deportista. La responsable me trajo unas gafas plateadas rarísimas y me enfadé. Me dio mucha pena, porque me hacía realmente ilusión. Pero ella me dijo: ‘Hazme caso, póntelas”. A la pregunta de si ha aumentado lo que cobra por llevarlas, niega con la cabeza. “No, pero es que sin ellas me siento raro”.
A López siempre le interesó el marketing. “Me gusta, siempre estoy dando vueltas a ideas”. La primera marca que lo tanteó fue Absolut (vodka), que le pidió que hiciera una canción y un vídeo inspirado en su famosa botella. “Lo siguiente se me ocurrió a mí. Llamé a Vueling y les propuse lanzar unos recopilatorios de house y pinchar en un vuelo, el concepto Vueling to Ibiza. Los recopilatorios salieron, pero al final quien pinchó en un avión fue David Guetta”. Otros patrocinadores son Pioneer y Red Bull, y desde hace unos meses es el nuevo rostro de Pepsi en España. “La marca tiene la estrategia de conectar con el consumidor a través de la música y en concreto a través del pop electrónico”, dice Mauro Ribó, de Pepsi España. “En EE UU patrocinamos a Beyoncé y aquí a Wally, que es el top en este tipo de música”. Pepsi, además, ha producido su último single, Now is the time, y aportó a la cantante, Jasmine Villegas. La mujer de Wally a veces se equivoca y dice Coca-Cola. “Peeeeeepsi”, la corrige López.
José Manuel Tallo, editor de la web de la revista Deejay, la que más premios ha concedido a López, opina que su gran éxito es “haber sabido comunicar su trabajo”. “Hay pequeñas agencias de comunicación que los artistas podrían contratar, pero lo consideran más un gasto que una inversión. En cambio, en la biografía de Wally hay un salto porque él sí ha sabido rodearse. No es fácil pasar de tener un programita de radio a llegar al gran público, aunque haya perdido por el camino su seña de identidad. Ha sabido escalar más rápido, moverse mejor que el resto”.
Sábado 20 de julio, 17.00. Wally López está en el transbordador que lo lleva de vuelta a Ibiza. Pide de nuevo un móvil y llama a su mujer. “Hola, soy el capitán Stubing, de El barco del amor… ¡Jajaja! ¡¿Cómo?! No, Stupid no… ¡Jajajaja! ¡Hola, soy el capitán Stupid!”. “Bueno, guapa”, le dice. “Que ya estoy yendo para allá”. López califica la música que hace ahora como “pop a mi rollo”. A su mujer, azafata en el paro, le gusta más: “Tienen letras y puedo cantar”. La pregunta de cuánto cobra por pinchar la esquiva con elegancia: “Llevo 20 años en esto, los primeros 10 sin cobrar. Ahora lo he conseguido y deberían pagarme más”. A sus padres dice que los ha ayudado en alguna ocasión. “Hemos hablado de su situación, pero están contentos en San Blas, allí vive toda mi familia”. Le pregunto si es posible que alguien haga una remezcla de algún tema suyo que funcione mejor que el original. “Imposible, ya no se hace”, salta su mujer. “¡Tienen demasiado ego!”.
23.50. Se abre el ascensor en la terraza de The Tower, del hotel Ushuaia, creada por el empresario Abel Matutes Jr. Empieza a llenarse y el público se apelotona en zonas de libre acceso. El resto, un tercio del espacio, lo ocupan reservados separados del resto con una cuerda. Los más exclusivos tienen vigilante. ¿Cómo consigue el público entrada? “La consiguen”, responde López. En la esquina reservada a los dj, seis modelos comparten un sofá y posan en un perfecto escaparate. No se mueven. Menean sutilmente la cabeza. El público más allá de la cuerda baila con una cerveza (12 euros) o una copa (15) en la mano. “¿Sabes? Noto que la vida me va alejando de lo de ayer, de Benidorm”, dice López. “Cada vez pincho más en lugares exclusivos, con gente, pues ya sabes, de otro nivel social”. Se pone tras la mesa e introduce un pendrive de 32 gigas. Suena la música. El público baila. Y Wally mueve las piernas. Esta vez sí con entusiasmo.
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