La corrupción es estructural
Las víctimas, presentes y futuras, son siempre las mismas. En parte porque las aguas fecales y las potables no están lo suficientemente separadas para evitar filtraciones
Durante la Transición se comentaba que dos políticos catalanes, amigos de toda la vida, y luego muy conocidos, echaron a cara o cruz cuál de ellos militaría en el PSOE y cuál en el PP al objeto de que uno de los dos se encontrara siempre en una situación de poder. Bueno, eran otros tiempos. Lo que tendrían que sortear ahora es cuál debía apuntarse a la mafia y cual a la política. En más de una ocasión nos hemos referido a la conveniencia de que los conductos de las aguas fecales y los de la sanitaria estuvieran lo suficientemente separados para evitar filtraciones. He aquí el ejemplo de una separación insuficiente. Los señores de la imagen, que disfrutan de un día de mar, son nada menos que el contrabandista Marcial Dorado Baúlde, ahora mismo en la cárcel, y Alberto Núñez Feijóo, ahora mismo en la presidencia de la Xunta de Galicia. Esta fotografía, junto a otras que demuestran la cercanía entre los conductos del agua potable y de las residuales, fue tomada a mediados de los noventa, cuando Núñez Feijóo ocupaba ya cargos políticos de importancia y Marcial Dorado era uno de los capos del contrabando gallego. ¿Necesitábamos de esta documentación por fin “desclasificada” para saber? La verdad, no. Sabíamos y sabemos, porque tenemos ojos en la cara, que la corrupción es estructural. Significa que las bandas criminales se han infiltrado en las instituciones políticas, y viceversa, de ahí que las decisiones económicas con las que nos crujen en la actualidad y con las que nos amenazan para el futuro (véase Chipre) tengan siempre las mismas víctimas.
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