En las entrañas del 'Guernica'
Un robot efectuará fotos de altísima precisión del mural para fijar su estado de manera definitiva - Los datos determinarán si la obra debe ser restaurada
La cámara se desliza por la sala dibujando un travelín lateral de nueve metros de largo por 3,5 de alto. Hace barridos de escrupulosa precisión (tanta como la que distingue entre distancias de 25 micras) desde una prudente distancia. El objeto de sus escrutinios es delicado. La cruzada por preservar el grito antibelicista del Guernica, una de las obras más emblemáticas del siglo XX, cuenta desde ayer con un nuevo aliado: un robot expresamente construido (y financiado por la Fundación Telefónica) para estudiar el estado de la obra. Tiene capacidad para tomar millones de imágenes en altísima resolución. Permitirán gracias a técnicas que suenan a relato de ciencia ficción (¡infrarrojo multiespectral!, ¡luz ultravioleta!, ¡escaneado en 3D!) descubrir datos hasta ahora desconocidos. Para tranquilidad de los visitantes (muchos y muy fieles), el robot solo trabajará con el museo cerrado: por las noches de los martes y domingos por la tarde.
Borja-Villel: "No hay caso. No se moverá al Prado. Así lo decidió el Patronato"
La salud del Guernica sigue siendo motivo de preocupación de expertos y profanos. Su azarosa vida, que arrancó como un encargo para el pabellón de la República en la Exposición Universal de 1937, incluye ataques de perturbados en el MoMA de Nueva York (permaneció cuatro décadas en el exterior), traslados a España propios de una buena trama de espías y custodias de la mismísima Guardia Civil. Y entre tanta aventura cinematográfica, hay también prosaicas restauraciones que podrán ser examinadas al detalle por los expertos con la ayuda del robot.
Tal alarde técnico está encaminado a establecer un diagnóstico urgente que sirva para tomar decisiones. Como el personaje de una novela de Isaac Asimov, Jorge García Gómez-Tejedor, jefe del departamento de restauración del Reina Sofía, tiene muchas esperanzas puestas en la máquina: con ella se logrará el estudio más exhaustivo realizado hasta la fecha sobre la obra. Los trabajos permitirán detectar la situación de las diferentes capas y de la superficie, así como asuntos desconocidos relativos a la gestación, materiales y técnicas empleadas.
El director del museo, Manuel Borja-Villel, recordaba ayer en la sala del Guernica que la última radiografía del cuadro se realizó en 1998. El resultado de aquel trabajo fue debatido en un simposio en el que el estado de la cuestión se definió como crítico. "Desde entonces, la técnica ha evolucionado muchísimo. Se han hecho nuevas placas y estudios, pero será el robot el que nos permita conocer el estado exacto del cuadro y qué hacer con él".
Lo que para Borja-Villel queda fuera del debate es la salida de la tela del museo. La polémica sobre si el lugar natural del cuadro es el Reina Sofía, adonde llegó ahora hace veinte años (un programa de charlas, simposios y exposiciones lo viene celebrando en estos meses), queda reabierta con recurrente asiduidad.
La última espita del enfrentamiento entre los dos centros se abrió tras las recientes declaraciones del director del Prado, Miguel Zugaza, en las que reitera su deseo (expresado por Picasso) de que el Guernica se midiese con los grandes maestros del Prado. "No hay caso. Así lo decidió el patronato. La obra es una pieza fundamental para este museo. No se la puede extraer del contexto de los años treinta", zanjó Borja-Villel.
Cuando el robot concluya su tarea con el mural, pasará a ser utilizado con otras obras clave del museo que requieran su atención. Sobre la costosa y revolucionaria pieza (dado que Francisco Serrano, responsable cultural de Telefónica, no quiso hablar de dinero) quedó ayer una cosa clara: es el más eficaz soldado del ejército de máquinas de conservación del taller de restauración.
Babelia
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