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Elfriede Jelinek recibe exhausta el Premio Nobel de Literatura en Viena

La escritora contó ayer que siguió la "impresionante" ceremonia de Estocolmo por Internet

La escritora austriaca Elfriede Jelinek recibió ayer en la Embajada de Suecia en Viena el Premio Nobel de Literatura que no fue a recoger el pasado 10 de diciembre en Estocolmo porque rehusó, por motivos psíquicos, comparecer en público. El restringido acto de entrega en la residencia de la Embajadora sueca se celebró a las siete y media de la tarde. De Suecia viajó a Viena Horace Engdahl, secretario permanente de la Academia sueca. Al entregar el diploma, la medalla y el cheque de 1,1 millones de euros a la escritora, dijo: "Usted ha ampliado el arte literario". También estuvo presente Kjell Espmark, presidente del Comité Nobel. La velada concluyó con una cena en la embajada.

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Artículos de prensa comentaban que daba la impresión de que se estaba conmemorando a una difunta
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No hubo ningún bullicio en torno al discreto acto. No por falta de entusiasmo, sino porque los austriacos ya festejaron a la Nobel la semana pasada con diversos homenajes simultáneos a la ceremonia oficial de Estocolmo. Elfriede Jelinek se perdió todas las fiestas. Aquel día lo pasó recluida en casa de su esposo en Múnich. Desde allí presenció la entrega de los premios en Suecia y el discurso que le dedicó Engdahl en una transmisión en directo por Internet. "Lo vi todo en imágenes muy pequeñas", explicó ayer la escritora formando con los dedos un rectángulo de unos pocos centímetros. Con una sonrisa tímida admitió que lo que vio y escuchó le gustó. Le pareció "impresionante", respondió ayer desde la verja del jardín de su casa, adonde salió un momento sin abrigo a pesar del frío invernal para pedir disculpas por no conceder ya más entrevistas. "Estoy exhausta", dijo.

Ayer, recibió el Nobel (dotado con 1,1 millones de euros) en una ceremonia íntima en la Embajada sueca en Viena. "Usted ha ampliado el arte literario", dijo Engdahl. Al acto asistieron también el presidente del Comité Nobel de la Academia, Kjell Espmark, además de la embajadora en Austria, Gabriella Lindholm, rodeados de un pequeño grupo de fotógrafos y de las cámaras de la televisión austriaca. Tras la ceremonia se celebró una cena, según informó Peter Bjoerlin, del servicio de prensa de la representación sueca.

"Usted no negocia ni con la sociedad ni con su tiempo ni se adapta al lector. Si la literatura se define como fuerza que no cede, entonces, en nuestros días, es usted su más genuina representante". Con estas palabras, el representante permanente de la Academia, Horace Engdahl, concluyó el pasado viernes su discurso en homenaje a la premio Nobel de Literatura, la cual, según sus palabras, "está en todas partes y en ningún lugar. Nunca se encuentra detrás de sus palabras ni cede a sus figuras literarias como para permitir la ilusión de su existencia fuera del lenguaje". Asimismo, destacó que la autora "diluye el género literario hasta su desaparición", que sus obras de teatro "no son teatro sino textos para ser hablados, liberados de la tiranía de los papeles dramáticos", y que su lenguaje es esclarecedor e incisivo como "los rayos de un sol negro".

Engdahl explicó que "Jelinek manipula los códigos de la cultura trivial, de las telenovelas, de la pornografía y de las novelas folclóricas a fin de desvelar la locura interior de esos fenómenos de consumo supuestamente inofensivos". Leer a Jelinek es "difícil" porque en su obra "no hay un narrador simpático en el que pueda descansar el lector".

La ausencia física de la premio Nobel de Literatura tuvo una repercusión muy peculiar en todas las celebraciones realizadas en Austria el pasado 10 de diciembre en su honor. Al día siguiente, varios artículos de prensa comentaban que daba la impresión de que se estaba conmemorando a una difunta. Así ocurrió en el suntuoso Burgtheater de Viena, que ofreció a centenares de entusiastas de Jelinek un espectáculo variopinto titulado Fiesta para Jelinek, en el que participaron numerosos actores, escritores, dramaturgos y músicos. La puesta en escena, coordinada por Joachim Lux, asumió un carácter de collage. Fue una mezcla de estilos inspirados en la homenajeada. Un grupo de actores disfrazados con ropas folclóricas alpinas leyó con un toque de ironía pasajes de textos en los que la autora critica la hipocresía de Austria. Un ensemble de mujeres con atuendos de colores estridentes representó otros temas recurrentes en Jelinek, como la violencia del poder patriarcal, la mujer como objeto y la moda. Un dúo de actores provocó grandes carcajadas entre el público al comentar los triviales elogios que hicieron a la premio Nobel el jefe de Gobierno austriaco, Wolfgang Schü-ssel, y el secretario de Estado encargado de Cultura, a pesar de que Jelinek ya había manifestado que rechazaba que su premio sirviera de adorno a los mandatarios de su país. El director de teatro Nicolas Stemann, con peluca de trenzas, participó en un trío musical parodiando con una canción al poderoso crítico de literatura alemán, Marcel Reich-Ranicki, el cual hace años hizo público un juicio devastador de la obra de Jelinek, aunque tras la concesión del Nobel admitió que admiraba la valentía de su obra. También aparecieron sobre el escenario artistas amigos de la premiada, como el poeta Gert Jonke, heredero de la tradición de la poesía experimental, la compositora Olga Neuwirth; y también el difunto director de teatro Einar Schleef, que se pudo ver en una filmación recitando con más musicalidad que nadie un texto de Obra de deporte, que en 1998 resultó un éxito rotundo en el Burgtheater.

En La fiesta para Jelinek, la homenajeada aparecía una y otra vez sobre el escenario en fotos y filmaciones, dándole al conjunto un aire casi macabro a pesar de los toques de humor. Para culminar, se proyectó una filmación en la que la escritora miraba a la cámara sin decir una palabra. Fue un minuto de silencio para y con Elfriede Jelinek.

Elfriede Jelinek recibe de manos de Horace Engdahl, secretario de la Academia, el diploma del Nobel de Literatura en la Embajada de Suecia en Viena.
Elfriede Jelinek recibe de manos de Horace Engdahl, secretario de la Academia, el diploma del Nobel de Literatura en la Embajada de Suecia en Viena.AP
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