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Entrevista:

"Los grandes autores saben que nada tiene sentido"

Pregunta. Tras los ríos de tinta provocados por el escándalo Lewinsky-Clinton, el crítico Neil Postnam señaló que la información se ha convertido en una forma de literatura basura, que hay una inflación de la palabra escrita que va más allá de los límites de la literatura novelesca y no novelesca hasta el reino del disparate. ¿Cómo afecta esta inflación al novelista en activo?Respuesta. Bueno, no tiene por qué afectarle lo más mínimo. La mayoría de los novelistas norteamericanos escribe acerca de su mezquina vida. Casi todos provienen de la clase media, acuden a colegios y universidades públicas, consiguen un trabajo como profesores, se casan y se divorcian. Y escriben sobre ello. Ya no hay quien me haga leer uno de sus libros. Pero eso constituye el 90% de la literatura novelesca. El 10% restante es pura fantasía para el ama de casa que sueña con la vida de Elizabeth Taylor con todos esos diamantes y amantes. De modo que tenemos las novelas de sueños cumplidos y luego las novelas de víctimas, para ser leídas probablemente por otras víctimas.

Por consiguiente, la novela no tiene nada que ver básicamente con nada de lo que pasa en Estados Unidos. En Rusia, antes de Gorbachov, la literatura se tomaba en serio. Puede que censuraran a Solzhenitsin, pero se aseguraron de que se enseñaba y se leía a Chéjov y Turguéniev. Ahora se han quedado con lo peor que Occidente tiene que ofrecer: la pornografía y las historias de misterio. Ya no se subvenciona la literatura. En cualquier caso, nada de eso me afecta. Yo escribo sobre la historia. He vuelto a replantear la historia de Estados Unidos en mis novelas Burr, Lincoln y 1876.

P. Algunos de sus libros han sido personales, como City and the Pillar, una historia de amor entre homosexuales. A pesar de ello, hace poco censuró el tema del amor diciendo que era muy inmaduro y que sólo era apropiado para los novelistas jóvenes.

R. Todo lo que dije fue que el amor era un tema que no me interesaba. El amor romántico es un invento muy reciente. No empieza hasta el siglo XVIII. Antes había únicamente pasión. Los griegos y los romanos se compadecían mucho de uno si estaba colado por alguien. Para ellos era una especie de locura pasajera. Si nos paramos a pensar en la literatura clásica, como Petronio o Apuleyo, trata sólo de sexo y lujuria. No hay ni una sola historia acerca de un hombre y una mujer en circunstancias domésticas. Hoy día hacemos de ello la base de todo, del matrimonio y la sociedad. No entiendo esta clase de amor doméstico radiante, que es lo que la gente vende estos días.

Según lo veo yo, en la literatura, la novela romántica se hizo para captar a la clase trabajadora. Surgió de la mano de todos esos chicos jóvenes apartados del campo que trabajaban en las fábricas urbanas. Había que mantenerlos alejados de los problemas y ocupados trabajando. De modo que se les enseñaba acerca del matrimonio y de las maravillas de tener hijos pequeños con estos libros. Hay pocas pruebas de que los chicos leyeran jamás esas historias de amor de chico y chica. Pero las chicas, sí, y de ellas sacaban las ideas románticas y luego enganchaban a los chicos. Después, una vez casados, si el chico quería ir a la huelga, sabía que podían ponerle de patitas en la calle con tres bocas que alimentar. Así que hacía lo que le decían los jefes en la fábrica.

Naturalmente, ahora el sistema de clases ha cambiado del todo y la mayoría de la gente trabaja en servicios que no exigen la fuerza joven que las fábricas exigían en otros tiempos. Aun así, se siguen escribiendo novelas románticas. Eso es decadencia, cuando sigues haciendo algo que ya no hay que hacer porque no se te ocurre otra cosa.

P. Los jóvenes que aspiran a convertirse en novelistas parecen querer una sola cosa: un contrato para una película de Hollywood.

R. Hay escritores que no se encaminan a Hollywood. Es sólo que no oímos hablar de ellos, porque conocemos a los editores, no a los escritores. Sigue habiendo gente culta, pero no hay ninguna razón que impida escribir y a la vez hacer películas. Jean Cocteau fue un escritor bastante bueno y un cineasta bastante bueno.

Yo diría que el único autor auténtico de nuestra época ha sido Woody Allen, y ni siquiera él sabe lo bueno que es. Tiene una elevada opinión de sí mismo, pero no se da cuenta de que es el único que ha utilizado el cine de la misma forma en que un novelista importante utiliza la vida real. Lo abarca todo. Pone todo lo que sabe en sus películas. Y el hecho de que no sabe mucho acerca del mundo -todo lo que conoce es el mundo judío de Nueva York- hace que sea todavía mejor. Jane Austen tampoco conocía a nadie, pero se fue haciendo cada vez más grande porque profundizó cada vez más en un tema limitado. En el futuro, Woody Allen será considerado como el mejor artista de nuestro tiempo.

P. ¿No resulta irónico el que un ateo célebre como usted, que ha censurado el cristianismo por haber destruido la civilización moderna, haya elegido vivir en un país tan religioso como Italia?

R. ¿Está usted loco? Este país, Italia, es precristiano. El cristianismo nunca penetró. Aquí no hay el menor interés por Jesucristo. No hay interés por el Dios cristiano, sólo pasión por la madre de Dios, la vieja diosa madre mediterránea. El Papa es el dictador local. Lo cierto es que los italianos siempre han odiado el cristianismo.

P. Otros escritores, como Alexandr Solzhenitsin, comparten su pesimismo, pero lo achacan a la pérdida de Dios y la religión en nuestras vidas cotidianas.

R. Gracias a Dios hemos perdido a Solzhenitsin. Es el peor novelista de nuestra época en todos los aspectos, como escritor de relatos y desde el punto de vista intelectual y filosófico. Cuando hice la crítica de su libro 1914, no podía creerme lo espantoso que era. No me importó Un día en la vida de Iván Denisovich. Ése estaba bien. Solzhenitsin es muy valiente, pero no sabe escribir. Es la clase de hombre que jamás debería acercarse a la literatura, la religión o la política, porque es un ingeniero. Para un ingeniero, todo ha de tener sentido, tiene que encajar o se vuelve loco. Los grandes autores y los grandes políticos tienen una mente divergente: saben que nada tiene sentido.

Jimmy Carter, un ingeniero, fue uno de los peores presidentes de Estados Unidos, porque se metía en los detalles e intentaba darles sentido. Franklin Roosevelt fue uno de los mejores presidentes de Estados Unidos. No tenía ningún plan y no prestaba ninguna atención a los detalles. Se limitaba a dar el salto, y dependía de la suerte y la improvisación. Eso es lo que hacen los grandes novelistas. Solzhenitsin es un escritorzuelo. Lo único que me sorprende es que acabara siendo un escritorzuelo religioso, y no un escritorzuelo comunista.

P. Con el arresto y juicio pendiente del dictador chileno Augusto Pinochet, cada vez se sacará más a la luz el papel de Estados Unidos. ¿Qué opina de esto como crítico habitual de la política exterior norteamericana?

R. Si le llevan a juicio, Pinochet va a cantar. Y si lo hace, desde luego espero que arresten y juzguen a Henry Kissinger por lo que hizo a Chile y a Camboya. En mi opinión, Kissinger es el mayor criminal de guerra en libertad sobre la faz de la tierra. Si arrestaran a Kissinger, en Estados Unidos correría el pánico, porque el Gobierno norteamericano está profundamente incriminado en Nicaragua y Guatemala, y en Irán en la época del Mossadeq. Nos hemos dedicado a ello sin parar desde 1953, a derrocar Gobiernos y asesinar a líderes. Antes que eso vino 1898 en Filipinas. Y no cuento el genocidio de los indios. Todo esto será examinado si Pinochet señala a Kissinger.

© 1999, New Perspectives Quarterly, distribuido por Los Angeles Times Service.

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