Un buen Falla flamenco
El público abarrotó el teatro al aire libre del Generalife para asistir a la noche granadina de baile flamenco. Una noche presidida por la sobriedad de los dos espectáculos del programa y por la maestría de los dos hombres que los dirigieron.En la primera parte, apreciamos el estreno de una nueva versión de El amor brujo en clave flamenca, propósito que a estas alturas parece sencillo de lograr, dado el carácter jondo de la obra de Manuel de Falla, pero que no siempre se ha conseguido. En esta ocasión, Manolo Marín contó con un cuadro de baile excepcional para desarrollar un concepto coreográfico en el que está ausente todo atisbo formalista. Los distintos personajes del libreto se distinguen sólo por sus consabidos nombres: el Espectro, Candelas, Lucía..., y no por la exhibición de sus característicos papeles dramáticos.
El amor brujo
45º Festival Internacional de Música y Danza de Granada. El amor brujo. Manuel Marín, coreografía; Enrique Mejías, vestuario; Manolete, Juan Andrés Maya, Eva La Yerbabuena, Beatriz Martín y cuerpo de baile del Albaicín y el Sacromonte. Flamenco soy, Popular- Manolete. Jardines del Generalife. Granada, 2 de julio.
Aquí, el ritmo y la música marcaron sus reglas y no dejaron tiempo más que para la plasticidad y el movimiento. Frente a la sobriedad escénica y a la elegancia del atuendo de cada uno de los intérpretes, contrastó negativamente la elección de una partitura musical enlatada, con la voz ambiguamente flamenca de Rocío Jurado.
Y si antes fue protagonista la mano Invisible del, coreógrafo, en Flamenco soy la estrella es Manolete. El veterano bailaor goza de una perenne juventud que se tradujo en una desbordante energía, goza a la vez de una experiencia inestimable que dio alas a su inspiración y exactitud a su intención. Omnipresente en escena, destacó su intervención por alegrías, superando éstas a su exquisita farruca y a la fantasía rítmica de pies, sentado sobre una silla, siempre la misma y sorprendentemente diferente.
Manuel Santiago Maya, Manolete, es un bailaor autodidacta, educado profesionalmente en el Sacromonte y, sin embargo, ha alcanzado un grado de estilización que le permite competir con cualquier artista de talla internacional.
El espectáculo que presenta cuenta con más elementos positivos: cantaores y guitarristas perfectamente conjuntados. Pero faltó inventiva en la selección de los estilos flamencos y se echó en falta una mayor abundancia de tangos, tan típicos de la escuela granadina.
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