La leyenda superó a Michael Jackson en Tenerife
Cerca de 50.000 personas asistieron al concierto en Canarias
Había que estar en Santa Cruz de Tenerife para sentir la repercusión de la visita de Michael Jackson a la isla. En Tenerife y en Canarias "habrá un antes y un después de Michael Jackson siempre que hablemos de espectáculos musicales", escribía el crítico José Antonio Pérez en un artículo publicado ayer por El Diario de Avisos en sus páginas de Opinión. Y aunque todo es relativo, había que estar allí.
La realidad es que 50.000 personas —equivalentes a 350.000 en Madrid o en Barcelona— pagaron 5.000 pesetas (1.500 pagaron incluso 10.000— para ver a una de las estrellas de la música mundial en una isla de 600.000 habitantes, que le acogió con ambiente de ocasión única.
El público estaba predispuesto y deseoso. Muchos esperaban desde primeras horas de la mañana en cola ante el recinto a que abrieran las puertas para recorrer el medio kilómetro que les separaba del escenario situado en el muelle, a dos pasos del mar, y tener a su ídolo lo más cerca posible. Por ese lado, ningún problema.
Dangerous tour
Cuatro toros de Puerto de San Lorenzo (dos devueltos por cojos); 4o y 5o sobreros de Marcos Núñez. Bravos. Jorge Manrique: ovación y saludos; oreja. Joselito: aplausos en los dos. Manolo Sánchez: aplausos; oreja. Plaza de Valladolid, 26 de septiembre. Ultima de feria. Lleno.
Michael Jackson (voz), Brad Buxer (director musical, teclados), Isaiah Sanders Jr
(teclados), Becky Barksdale (guitarra), David Williams (guitarra), Don Boyette (bajo), Ricky Lawson (batería), Siedah Garret (coros), Kevin Dorsey (coros), Dorian Holley (coros), Darryl Phinnessee (coros), Michele Berube (baile), Taco Falcon (baile), Jamie King (baile), Travis Payne (baile), La Velle Smith (baile), Yuko Samida (baile), Jason Yribar (baile). 50.000 personas. Precio: 5.000 pesetas. Recinto portuario Plaza de España. Santa Cruz de Tenerife, día 26 de septiembre.
El tiempo estuvo inestable todo el día y al comenzar el recital, con unas nubes tan negras que hacía el ambiente previo un tanto fantasmagórico. El fallo técnico estaba prácticamente desechado. Dos actuaciones de Michael Jackson se parecen como dos gotas de agua y este fallo es más difícil que en la NASA. De hecho, en la NASA se han producido y en los espectáculos de Jackson están aún por ver.
A las 22.15 horas sonaron los primeros compases de Carmina Burana, la obra de Carl Orff que Jackson ha elegido para echar la cuenta atrás en su espectáculo Dangerous Tour. Poco más tarde, ni los prismáticos ni las pantallas de vídeo mentían. Michael Jackson estaba en Tenerife. Apareció con un gran salto desde debajo del escenario y una lluvia de polvo de fuegos artificiales fue el telón de fondo de un larguísimo desplante de más de un minuto. Estático, inmóvil, se quitó las gafas y comenzó con Jam, la canción que abre su último disco Dangerous. Enseguida desplegó efectos pirotécnicos, sacó a cuatro bailarines y pareció incómodo con su micrófono enganchado a la cabeza. Después, continuó con Startin' something, del disco Thriller, una de esas canciones redondas del pop en la que mostró un sonido bastante normalito y una coreografía marca de la casa: excelente. Entre cada canción, oscuridad, bastante tiempo de espera y expectación.
Problemas
Con Human nature, versioneada hasta por Miles Davis, volvieron los problemas de sonido —Michael Jackson hacía ostensibles señas de que su voz no se escuchaba en el escenario— y realizó su enésima pasada de mano por la entrepierna, gesto que practica con tal habilidad y experiencia que deja a Javier Bardem como un neófito. El público respondía con mucha tranquilidad y sin excesivo apasionamiento.
Michael Jackson tampoco ofrecía esa explosividad que caracteriza su presencia en el escenario, especialmente cuando en Smooth criminal recreó atmósfera de videoclip. Quizá le afectó la lluvia que empezaba a caer.
Antes de la primera balada clara de su repertorio —Can't stop loving you— el personal de Jackson limpió el escenario por enésima vez y el público mantenía su escasa vehemencia, quizá desconcertado por las constantes interrupciones entre canción y canción que afectaban claramente a la intensidad del recital. Ni la aparición de los rayos láser ni la de Siedah Garret —que también hizo el dúo con Jackson en Bad— aumentó la temperatura. Fue realmente en She's out of my life cuando Jackson demostró que es un gran cantante, dominador de los trucos del escenario —sacó a bailar a una chica del público— y de los resortes de actor. ¿Lloró de verdad? ¿Lo fingió? El caso es que el ambiente mejoró.
Parecía que Michael Jackson había conseguido meter al público en su terreno: el del gran espectáculo, el de la rendición in condicional. Pero Thriller volvió a presentar a un artista un tanto apático en el baile y en buena forma vocal. La lejanía física y el hecho de tener que seguir los de talles en las pantallas de vídeo se alió con la lluvia, que volvía a caer con más fuerza.
La aparición de Macauley Culkin, el de Solo en casa, en vídeo, antes de interpretar Black or white aumentó más la sensación de irrealidad y al final de la canción la sensación de desconcierto era clara. Había acortado el repertorio previsto, saltándose Bad y la magnífica Way you make me feel, entre otras, y el público seguía callado. Teóricamente era el final de la actuación y aunque nadie dijo ni pío, comenzó con los teóricos bises.
A los compases de We are the world, interpretó Heal the world. Sacó un inmenso globo terráqueo hinc alió con la lluvia, que volvía a caer con más fuerza.
La aparición de Macauley Culkin, el de Solo en casa, en vídeo, antes de interpretar Black or white aumentó más la sensación de irrealidad y al final de la canción la sensación de desconcierto era clara. Había acortado el repertorio previsto, saltándose Bad y la magnífica Way you make me feel, entre otras, y el público seguía callado. Teóricamente era el final de la actuación y aunque nadie dijo ni pío, comenzó con los teóricos bises.
A los compases de We are the world, interpretó Heal the world. Sacó un inmenso globo terráqueo hinchable, hizo un corro alrededor con un grupo de niños y se acabó. Unos cuantos "I love you" señalaron el fin. El rey del espectáculo había pasado por Tenerife sin dar lo que se esperaba, especialmente tras la expectación que había levantado su presencia. Espectáculo, sí. Frialdad, también. La traca final de fuegos artificiales no pudo ocultar la decepción que en lo artístico, produjo Michael Jackson. Un artista que, en Tenerife, fue superado claramente por su leyenda.
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