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49º FESTIVAL DE VENECIA

Zhang Yimou consigue otra obra magistral

Los malos augurios inaugurales con que comenzó esta primera Mostra digirida por Gillo Pontecorvo se van apagando poco a poco. Hay buen cine aquí. Las cuatro películas francesas, realizadas por Sautet, Tavernier, Holland y Otar losseliani, elevaron día tras día el bajo nivel del comienzo. Y ayer, de un solo golpe, la aceptable calidad media de la selección se elevó hacia eso que siempre uno espera de un gran festival de cine: la excepcionalidad, la maestría, lo radicalmente nuevo o radicalmente clásico. Y esto llegó, una vez más, de China, y una vez más de dos genios del cine moderno: el director Zhang Yimou y la actriz Gong Li, con La historia de Qiu Ju.

ENVIADO ESPECIAL

Completamente distinta a Sorgo rojo, Ju Dou y La linterna roja, la nueva película de Yimou es una maravilla que justifica por sí sola el enorme esfuerzo que hay detrás de las pantallas de este gran escaparate cinematográfico.Se respira de manera pausada, honda e inaudible, cuando una sala atestada asiste a la proyección de una verdadera película. Ayer, la densa y viciada atmósfera -una proyección tras otra, desde primeras horas de la mañana hasta altas horas de la madrugada- de la Sala Perla se hizo libre, ligera y confortable durante las casi dos horas de proyección de La historia de Qiu Ju. La duración no era por fin enemiga de los ojos y estos reposaban intensamente en la imagen y la secuencia. Se descansa en el esfuerzo de ver cine, cuando este esfuerzo es de penetración dentro de una pantalla viva y profunda. Ver a Gong Li dirigida por Zhang Yimou es uno de los sucesos más gratificantes que proporciona a todo el mundo el cine de hoy. Es como recuperar a Marlene Dietrich dirigida por Josef von Sternberg o a Greta Garbo moldeada por la cámara de William Daniels. Asistimos al nacimiento de un mito, a los primeros pasos de una leyenda del cine.

"Mis tres primeras películas están ambientadas en la China tradicional", cuenta Yimou. "En ellas me ceñí con todo el rigor que me es posible a la armadura de los guiones, que estaban cuidadosamente elaborados por quienes los escribieron. De ahí procede, a mi juicio, la condición férrea de las composiciones de Sorgo rojo, Ju Dou y La linterna roja. Son obras con armazón muy precisa, pues de otra manera no es posible componer en cine una tragedia".

No es este el caso de La historia de Qiu Ju. Aquí, Yimou se sumerge en el hormiguero de la China actual y no le es posible aislar a sus personajes en un ámbito cerrado y metafórico: ha de ir a la verdad abierta a inmediata, a la captura de las evidencias ambientales. Y cambia en consecuencia de estilo, de tempo y de geometría visual. Aquí la secuencia se desliza sobre el glorioso desorden de un chorro, de un pequeño arroyo y su ligero y ágil desorden. Es casi lo opuesto a lo que venía haciendo y esto da idea de la flexibilidad de la imaginación de este formidable cineasta, uno de los más dotados y más originales del cine actual.

Cámaras escondidas

"El equipo era muy pequeño y teníamos que rodar en los pueblecitos y en las calles de la ciudad con la cámara escondida. Por eso predominan los planos generales y las tomas con teleobjetivo. Los actores son casi todos naturales y Gong Li tenía que afearse (lo que ya es difícil) para poder pasar desapercibida entre ellos. Todo resultó muy divertido y libre. Realizar un relato con registros de comedia ha sido una experiencia que no conocía".Es, en efecto, La historia de Qiu Ju una comedia. Pero su alegría exterior posee, como todas las buenas comedias, cargas de profundidad amargas y de una grave dureza en el entrelineado de las imágenes. El poso global que deja en la retina esta visión de la China actual tiene algo de mazazo, una sacudida de absurdo y de horror risueño, apacible vivible. Está llena la película de gente viva, pero cercada por un sistema de opresión burocrática y jurídica que les hace no ser en absoluto dueños, no ya de su destino sino de sus pequeñas decisiones cotidianas: incluso del control y la posesión de su dignidad como individuos.

Eso es el filme en su resultante global: Gong Li, una campesina que se siente ofendida porque el jefe del poblado ha dejado a su marido sin un testículo durante una pelea, reclama el derecho a que se le dé a ella una disculpa en cuanto perjudicada por la virilidad mutilada de su marido. Pero todas las instancias administrativas y judiciales a las que acude en busca de esta disculpa a la agresión a su honor de mujer son insatisfactorias para ella. Y al final, cuando vence en su tozuda querella, la insatisfacción que le causa la victoria es aún más desesperanzadora.

Decir que Gong Li hace un trabajo eminente resulta casi innecesario. Tanto como insistir en que, aunque afeada aposta y con los andares patizambos de una mísera embarazada peregrina de oficina en oficina, sigue siendo eminentemente guapa. Devora ella sola la pantalla, la llena, la convierte en esa fuente "de paradójico reposo del esfuerzo a que antes aludimos. Su rotunda belleza tiene algo de perturbador, que es el sello de los grandes rostros del cine, el siglo de la estrella,. en medio de un firmamento casi apagado y escaso de este tipo de luces.

Horas antes de la proyección de La historia de Qiu Ju se proyectó otra buena película china titulada Amanecer sangriento. Su responsable, Li Shaohong, contó así su peripecia personal para poder venir a Venecia a presentarla, lo que es ampliable a Zhang Yimou y Gong Li. Dijo: "La policía nos interrogó cuando pedimos el permiso de salida. Me dijeron que en caso de que ustedes, los periodistas, preguntaran por la situación política china tras los sucesos de Tiananmen contestara esto". Y muestra un folio manuscrito. "Lo tuve que aprender de memoria y repetirlo una y otra vez a los policías, pero no pienso repetirlo otra vez aquí, porque dice lo contrario de lo que pienso. Así que les ruego que no me pregunten nada sobre Tiananmen y la política china". No le preguntaron. Había contestado ya con demoledora radicalidad y libertad. Y eso, libertad y radicalidad es La historia de Qiu Ju.

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