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El chino Zhang Yimou, director de 'Sorgo rojo', cautiva con un esplendoroso melodrama

Un esplendoroso melodrama chino, Ju Dou, de Zhang Yimou, el director chino de Sorgo rojo, y una más que correcta parábola sobre la realidad chilena, La luna en el espejo, de Silvio Caiozzi, sirvieron ayer para redondear una programación a concurso realmente de gala, mejor incluso que en anteriores ediciones de la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Tras la proyección el miércoles del último capítulo de la serie televisiva Los jinetes del alba, de Vicente Aranda, ayer le tocó el turno a los dos primeros de Imágenes perdidas, 13 entregas documentales de Vicente Romero sobre ese desconocido que es el cine mudo español.

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Zháng Yimou es tal vez el mayor representante de la llamada Quinta Generación, el grupo de jóvenes cineastas que, al filo de los ochenta, intentó insuflar nuevos aires al cine chino. Pero ante todo, Yimou es el realizador de Sorgo rojo, el brillante ejercicio de análisis histórico en clave dramática que ganó el Oso de Oro en Berlín 88.Su nuevo filme, Ju Dou, devuelve, amplificados si cabe, los hallazgos del anterior desde una situación de partida no excesivamente diferente. Con un armazón argumental en el que no cuesta trabajo encontrar los ecos de El cartero siempre llama dos veces, se vuelve aquí al pasado chino -la década de los treinta-, igualmente a partir de una mujer joven comprada para casarse con un viejo, y cuya elección ser, el verdadero motor de la historia

Triángulo asfixiante

Pero lo que cambia es el tratamiento de ésta. En Sorgo rojo, la primacía de lo colectivo sobre lo individual se traducía en un discurso en clave directamente heroica. Aquí, en cambio, el interés se centra en el asfixiante mundo del triángulo cuyo vértice es la Ju Dou del título -espléndida Gong Li, también protagonista de la anterior-, y, en consonancia, la forma elegida es la del melodrama desenfrenado, narrado con primorosa exactitud, con el añadido de una espectacular cromática -que desempeña también un claro rol dramático-, y por una vez desde dentro.

En una época en la que el cultivo del cine de género suele dar pie a distanciados discursos metalingüísticos, resulta altamente ejemplar que alguien se crea visceralmente lo que narra, se comprometa con sus personajes y, como los grandes -como Stahl, Borzage o Sirk-, sufra y haga sufrir con ellos. Ju Dou es cine de gran altura, y a falta de algún título que todavía pudiera hacerle sombra -Daddy nostalgie, de Tavernier o Un ángel a mi mesa, de Jane Campion, aún no proyectadas-, se alza como clara favorita en el palmarés.

Silvio Caiozzi es . probablemente el único cineasta que, con un pasado de trabajo en el cine de Allende, logró sobrevivir en el Chile de Pinochet. Tras refugiarse, con notorio éxito, en el cine publicitario, rodó su primer largometraje en solitario en 1979, para retornar ahora con este La luna en el espejo, claustrofóbica historia de tres solitarios, cada uno de ellos anclado en su propia mediocridad.

No cuesta trabajo identidicar en este guión, obra de Caiozzi y de José Donoso, una precisa voluntad metafórica: el vértice del triángulo es aquí un postrado y senil militar, improbable héroe de la Marina, que somete a un obeso hijo a un estricto control mediante un complejo sistema de espejos. Es como recordar que el pasado sigue gravitando pesadamente sobre un futuro incierto. Los escasos medios con que cuenta le alcanzan a Caiozzi para elaborar un filme en el que la modestia no está reñida con el oficio ni con el rigor expositivo.

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