La exposición 'Dalí y los libros' muestra la estrecha relación del pintor con la literatura
Está abierta en la capilla de Santa Agueda de Barcelona
La exposición de la obra de Salvador Dalí como ilustrador de libros abierta en la capilla barcelonesa de Santa Agueda ha coincidido con una época de gran tristeza del artista catalán, cuya esposa Gala falleció días antes de la inauguración, de esta muestra. El creador no quiso que ésta se pospusiera y decidió, además, que debían acelerarse los trámites para la gran antológica de su obra que se presentará a principios de 1983 en Madrid y Barcelona. En la muestra de la que se habla en esta página se advierte una vez más la polivalencia del pintor en su estrecha relación con la literatura.
Hace como tres o cuatro años que a nivel internacional -y en esto sí que participamos del concierto mundial- se inició por parte del mundo del arte y la cultura una corriente de recuperación de la figura de Salvador Dalí, que centraba el peso de su reconsideración en la categoría de su obra más allá de la anécdota que le ha hecho popular y universal. En el momento en que Dalí empezó a dar señales de fatiga física y la edad hizo mella en su cuerpo, París, que no ha perdido todos los trenes del centralismo artístico, le organizó en el Centro Pompidou aquella apoteósica retrospectiva que supuso el indulto final de ciertos sectores intelectuales y políticos hacia su personalidad.Pese a haber vivido los beneplácitos que la España oficial le deparó hasta 1975, nunca se le organizó una exposición retrospectiva que nos lo situara en la rica y polivalente realidad de su aportación al arte del siglo XX.
En un despertar tardío, y por ello apasionado, todos nos hemos apresurado al acercamiento a su obra. Las visitas reales a Port Lligat, la concesión de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, la Medalla de Oro de la Generalidad -concedida por su presidente en el mismo Museo de Figueras-, las exposiciones de obra literaria y gráfica, la gran antológica que el Ministerio de Cultura, a través de su Dirección General de Bellas Artes, y la Generalidad de Cataluña preparan para el próximo año son claros signos de este flirt que en cierta manera quiere normalizar las relaciones de este país con una figura tan contradictoria, pero tan gigantesca, como la de Dalí.
Casi coincidiendo con la muerte de Gala, y sin guardar ningún tipo de relación con este hecho, se presenta en Barcelona una exposición que, bajo el título Dalí i els llibres (Dalí y los libros), ha preparado el Departamento de Cultura y Medios de Comunicación de la Generalidad de Cataluña, con la colaboración del editor Eduard Fornés y distintos coleccionistas y amigos del artista ampurdanés.
Paredes de la capilla
Todas las paredes de la capilla gótica del palacio Real, aneja al salón del Tinell, han sido literalmente tapizadas con obra daliniana centrada en la ilustración de grandes libros de la literatura universal.En algunos casos la muestra coincide con la que se presentó en Madrid a principios de año, consagrada a los ciclos literarios de su obra gráfica. Tanto en la selección de los grabados como en la inclusión de otros títulos la enriquece y complementa. Pero ésta no se limita al Dalí ilustrador, sino que concede igual importancia al Dalí autor, al hombre que ya en edad escolar hizo sus primeros balbuceos literarios para la revista Studium, del Instituto de Figueras, glosando precisamente a artistas de la magnitud de Goya, Velázquez, Miguel Angel, El Greco, Leonardo, Durero, y que a lo largo de su vida ha escrito muchos libros y artículos a despecho de las reglas ortográficas, y que lo ha hecho con tanto ingenio y creatividad como en su pintura.
Una vez más nos topamos con el Dalí polivalente, con el hombre lleno de registros y de capacidades que se interesa por todos los medios de comunicación y creación a su alcance: pintura, dibujo, escultura, literatura, moda, orfebrería, escenografía, cine, etcétera.
Impresiona ver tal cantidad de libros escritos por Dalí en catalán, castellano, francés, inglés o traducidos a otras lenguas, que son el reflejo de un continuo delirio que se transforma en imágenes literarias o gráficas gracias a ese método que dio en llamar paranoico-crítico y que constituye su más notable teoría, ratificada por una práctica realmente inusual que incluso sus colegas surrealistas envidiaron antes de defenestrarle del grupo.
Literatura explosiva
Su literatura es explosiva, radical, se recrea en la irracionalidad, pero siempre dando una interpretación crítica de los fenómenos reales. Es una auténtica paranoia donde la lucidez y las fantasías se dan la mano en unas imágenes brillantes que tanto pueden ser una boutade como un axioma, un exabrupto como un apotegma, porque en Dalí todo es posible, lo serio y lo frívolo, lo trascendental y lo banal, lo genial y lo trivial, sólo que con una fluencia incontenible.Su primera novela, Tardes d'estiu (1920), de la que se han conservado algunos fragmentos; sus múltiples artículos en Llamic de les Arts (Sitges, 1927), Gaseta de les Arts (Barcelona, 1929), Mirador (Barcelona, 1929), son el prólogo dé los escritos que aparecerán en La Révolutión Surréaliste, de París; en la Gaceta Literaría, de Madrid, y de sus múltiples textos sobre el surrealismo, resultado de su contacto con el grupo capitaneado por Bretón: Le surréalisme- au service de la Révolution, y particularmente Minotaure. Después de su Manifest Groc, firmado en 1928 junto con Montañá y Gasch, escribirá libros de mayor envergadura, tales como su Vida secreta de Salvador Dalí, Rostros ocultos, 50 secretos del arte de pintar, El diario de un genio, Confesiones inconfesables, etcétera. Una amplia selección de ese frondoso panorama literario está ahí como muestra de la otra cara de Salvador Dalí, quizá menos conocida y ruidosa, pero no menos fértil y atractiva.
La otra parte de la exposición se centra en la también múltiple obra ilustrada del autor, desde Les bruixes de Llers, del poeta C. Fages de Climent (1924), aún en una atmósfera de inspiración novecentista con insinuaciones cubistas, hasta las más fantaseadas imágenes de corte surrealista de La Inmaculada Concepción, de Bretón y Eluard; los Ensayos, de Montaigne; El Quijote, El Apocalpisis, Lidia de Cadaqués, Onan; El tricornio, de Alarcón; La divina comedia, los poemas de Mao, Alicia en el pai sde las maravillas, La Biblia, Casanova, el Decameron, Las doce tribus de Israel, El paraíso perdido, La vida es sueño, La alquimia de los filósofos, hasta concluir con Obres de Museu, de su paisano Josep Pla.
Después de visitar con cierta atención esta interesante y apasionante exposición, uno llega a dos conclusiones: que la relación de Dalí con los libros, con las letras, con la literatura en general, siempre ha :sido fructífera y estrecha. Ha leído y ha escrito abundantemente, incluso afirma que en su reclusión en el castillo de Pubol -auténtico mausoleo de Gala- quiere centrarse de nuevo en la escritura.
La otra conclusión es que la obra de Dalí, en su totalidad, resulta eminentemente literaria. Reinterpreta personajes y realidades surgidos de la cultura escrita. Esta estimula y fecunda su imaginación; por ello, en el fondo, sus dibujos y grabados, al igual que su pintura, son enormemente ilustrativos y se ponen espontáneamente al servicio de los libros.
Vida, muerte, amor, sexo, mitos, divinidad, guerras, paisajes oníricos, etcétera, son soporte y acicate de unas imágenes que sacan a la luz sus fantasmas internos y nos muestran el potencial de un subconsciente tan alucinado como lleno de talento.
Babelia
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