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Crítica:OPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Solvencia y tradición musical

El 18 de marzo de 1893 se estrenó en Madrid la ópera Los maestros cantores de Nuremberg, libro y música de Richard Wagner. Fue en el Teatro Real y bajo la dirección del maestro Mancinelli. Cuenta Gaspar Gómez de la Serna que la grey wagneriana esperaba con tanta ansia el acontecimiento, que un retraso en la fecha prevista del estreno motivó manifestaciones de disgusto como el lanzamiento de octavillas hacia el palco real. El teatro se abarrotó y el triunfo fue grande, aunque no exento de ruidosa polémica.En una de las últimas temporadas del que fuera Teatro de la Opera de Madrid, en 1922, volvió Los maestros cantores al Real. Esta obra era uno de los títulos fundamentales que nunca habían estado en los carteles del festival (o temporada) operístico madrileño. Llegó finalmente, y aunque no cabía esperar la polémica, sí era lógico esperar una gran espectación. Pues tampoco; al menos a juzgar por los huecos visibles en el foro, no abundantes, pero impensables en "sesión de divo" o en una representación de cualquier ópera que en el repertorio italiano pueda suponer un peso específico análogo al que ostenta Maestros en el alemán.

Los maestros cantores de Nuremberg, libro y música de Richard Wagner

Konrad Rupf, Rolf Chaunstein y Rolf Tomaschewski (bajos), Klaus König y Christian Vogel (tenores), Hanna Lisowska (soprano), Rosemarie Lang (mezzo-soprano). Coro y ballet de la Opera de Leipzig. Coro y orquesta del Gewandhaus de Leipzig. Maestro de coros: Anfreas Pieske. Director de escena: Guenter Lohse. Maestro director: André Rieu. Teatro de la Zarzuela, 28 de mayo de 1982.

Con esta ópera wagneriana, singularmente incrustada entre Tristán y la primera jornada de la Tetralogía, se ha presentado en Madrid el Teatro de la Opera de Leipzig. La enorme tradición histórico-musical de la que son herederos estos músicos se hace patente a la hora de actuar. Todo está en su sitio, todo fluye con naturalidad y solvencia, se desprende sabiduría y bien hacer.

En el extenso reparto podríamos señalar alguna preferencia, pero, en modo alguno, diferencias notables ni falta de equilibrio u homogeneidad. Ningún brillo excepcional en las voces, así como tampoco ningún bache apreciable ni siquiera en los personajes secundarios. La corrección y el impecable oficio constituyen el mínimo y, a la vez la norma; el techo se sitúa en ese umbral, a partir del cual la voz humana pasa, de admirar, a prender emociones y desatar la respuesta apasionada del público.

En cuanto a los conjuntos coral e instrumental se podría decir otro tanto, pero sucede que en estas latitudes estamos más acostumbrados a esplendores individuales sobre la escena y a trabajos esforzados e irregulares en el foso, que a esta admirable homogeneidad de calidades exhibida por la compañía de Leipzig. Y así hubo especialísimas ovaciones para la orquesta del Gewandhaus, conjunto compacto, de gran calidad sobre todo en las cuerdas. Resultó significativo que, en la ronda final de homenajes, cuando salió a saludar el bajo Konrad Rupf -excelente Hans Sachs, gran protagonista de la ópera-, junto con el maestro Rieu señalando, a los instrumentistas de la orquesta, el cantante se retiró discretamente hacia los adentros consciente de quiénes eran los destinatarios del clamor.

Cumplido, y muy bien, el reestreno de Los maestros cantores, cabe esperar del Teatro de la Opera de Leipzig una interesante flauta mágica. Se encontrarán los intérpretes con un público más "en su ser" de operófilos latinos.

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