Gonzalo Miró: de chico de portada a presentador
O se le aplaude por desacomplejado, directo y peleón o se le detesta por lo mismo. Es un burgués de izquierdas que no piensa pedir perdón


La mayoría de los espectadores están acostumbrados a un único Gonzalo Miró (Madrid, 44 años). Ese que ya está acostumbrado a ponerse delante de la cámara, con el micrófono colocado a un lado de la camisa, sentado y sentido comodísimamente en un sofá, una silla o donde le toque. El mismo que da a entender que el mundo le importa lo justo, que los nervios los tiene dominados desde hace décadas, también las inseguridades. El que se ríe a carcajadas cuando algo le hace gracia, y se enfada sin contemplaciones cuando algo le chirría.
Hace tiempo que Miró dejó de ser sólo el hijo de Pilar Miró que salía en las portadas de las revistas. Conserva su apellido y su genética, pero vuela solo y bien. Y lo sabe. Lleva años de tertulias políticas, programas de actualidad y de deportes. La noche en 24 horas, Espejo público, Liarla Pardo, Todo es mentira, Las mañanas de Cuatro, Estudio estadio, Más vale tarde y Deportes Cope. Actualmente compagina la emisora de la Conferencia Episcopal con Directo al grano, el programa que copresenta con Marta Flich y que emite Televisión Española. Empezó varias licenciaturas, pero no acabó ninguna: Humanidades, Periodismo y Políticas. Sí finalizó su formación en cine en la New York Film Academy.
Miró es un tipo simpático, verbenero, agradable, colchonero sección crítica de Diego Pablo Simeone, que genera poca indiferencia. O se le aplaude por desacomplejado, directo y peleón o se le detesta por lo mismo. Es un burgués de izquierdas que no piensa pedir perdón. En una de las últimas copas de Navidad celebradas en La Moncloa para brindar con los medios de comunicación, saludó a dos de los periodistas que acudieron antes de marcharse. Se paró junto a ellos, bajó la ventanilla de su automóvil y les dijo guiñando un ojo: “Ya veis, el típico coche de rojos”. Salió con su Maserati por donde había venido.

Boris Izaguirre, una de las personas que más quiere a Miró y cuyo amor se sostiene desde hace tiempo, se sirve de las palabras de su marido para calificarlo. “Rubén dice que es el príncipe de la socialdemocracia, y estoy de acuerdo. Cuando murió su madre todos queríamos ejercer una especie de paternidad con él, yo no quería parecer un interesado, pero cuando nos conocimos lo resolvió todo con una naturalidad desconcertante pero educadísima”, dice.
“Cuando lo conocí era un personaje que me generaba mucha curiosidad, y mi primera impresión fue buena”, cuenta una de las personas que lo ha tratado durante su época trabajando en Atresmedia. De Miró dice que es “un militante, un activista que cree que lo que hace tiene una función social. Tiene esa cosa hedonista de pensar solo en él y en sus circunstancias, pero lejos de parecerme mal, lo valoro, porque lo vive sin complejos. Y se crece con el odio, creo que se jacta cuando genera escozor”, añade. Quizá por eso Miró no tiene cuenta en la red social X, porque no lo necesita. “Ha encontrado una manera de defender sus posiciones con argumentos férreos, documentados y veraces, y eso lo celebro”, explica Izaguirre.
Porque eso sí, sus posiciones y sus principios, que no se los toquen. Durante su noviazgo con Eugenia Martínez de Irujo, la prensa del corazón contó y requetecontó que Miró se negó a ir a Misa del Gallo en Nochebuena con los Alba precisamente por eso, por sus principios, y en este caso por su ateísmo. “Un maleducado”, dice una persona con la que ha compartido pantalla. “Un tipo coherente”, dice otra con la que ha compartido lo mismo. “Cuando coincidimos en MasterChef los jueces bromeaban conmigo porque yo he conocido a todas sus novias, que son famosas y que mantienen una estupenda relación con él”, recuerda Izaguirre. Desde ese programa también tienen algo que decir de él: “Fue muy divertido, bastante competitivo y es innegable su espíritu colchonero también en las cocinas”.
Conocemos al Miró estrictamente político, el que habla de siglas y partidos y lo que pasa entre ellos, y está el deportivo, que también es política, pero de otra forma. “Sabe mucho de fútbol táctico, el más puro, se nota que lo ha vivido. Pero en cuanto empezó en esto tuvo la capacidad de adaptarse enseguida al periodismo de bufanda, a la parte más forofa de este oficio. Creo que sabe empatizar muy bien con el aficionado del Atleti, emocionado y visceral, y en el debate no se achanta, resuelve muy bien”, cuenta uno de los periodistas deportivos que lo ha tratado.
Al que no conocemos tanto es al Miró más íntimo, ese que tiene perfectamente dibujado la actriz Loles León. Lo conoció cuando él tenía ocho años, y recuerda cómo aquel niño se sonrojó al saludarla. “Yo no sé qué te ve’, me dijo su madre. Y le respondí: ‘bueno, cosas”, explica León. “Cosas que solo ve él”, añade. Afirma que han tenido feeling desde siempre, “porque siempre he estado en su vida”. “Digno hijo de su madre, es tan grande como ella. Lo quiero mucho, vamos, como a un hijo. Nos lo demostramos y nos lo decimos”, añade.
“Si pudiéramos elegir un rey, votaría por Gonzalo Miró”, dice con entusiasmo Boris Izaguirre. Más de uno y una, al llegar a esta parte del artículo, está rezando para este deseo no se cumpla.
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