El triunfador también posee reverso. Cómo le respeto, sr. Fernández
Alucino cuando veo y escucho en ese programa tan seductor titulado ‘Lo de Évole’ el testimonio de un tipo con apariencia dura, aunque sospecho que con muchas grietas internas, y actor extraordinario, Eduard Fernández
![Eduard Fernández, en el programa de 'Lo de Évole'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/2U2K5SP2NJAK3N5ZZKXLYLDCVQ.jpg?auth=8580551c43413b84e46dcf41822ea8d974c2f2cb3c4e4c8159d1dce66443d8f5&width=414)
El alcoholismo, como hábito fijo o temporal, cada uno lo lleva como puede. Jamás he encontrado mejor definición de esa volcánica adicción como en un cuento del tan legendario como desgraciado Scott Fitzgerald. Un personaje le pregunta a otro: ¿Por qué bebes? Y este le responde: Porque cuando lo hago ocurren cosas. El cónsul Firmin, viviendo su definitivo ocaso en el pueblo de Cuernavaca triturado por sus recuerdos, expresaba las sensaciones de su borrachera y de sus recuerdos en la estremecedora novela Bajo el volcán. Y en el cine, Jack Lemmon y Lee Remick nos avisaron de qué largos eran los Días de vino y rosas. Y el superdivertido y genial Billy Wilder se puso muy serio para intentar comprender las subidas y bajadas del inmenso escritor Raymond Chandler, de lo que podía ocurrir en la personalidad cotidiana de un borracho en la terrible Días sin huella.
Yo de ese tema y de otros enganches problemáticos sé bastante, para bien y para mal. Desde que era muy joven, de su aparente esplendor y de la renuncia a ellos en nombre de la supervivencia, o del miedo, o de intentar soportarse a uno mismo en esa cosa tan imprevisible llamada vida. Y alucino para bien cuando veo y escucho en ese programa tan seductor titulado Lo de Évole el testimonio de un tipo con apariencia dura, aunque sospecho que con muchas grietas internas, actor extraordinario y en plena y merecida gloria artística y mundana, confesar en público con desarmante sinceridad su largo enganche al bebercio y a otras sustancias exaltantes. Está sereno, después de una muy larga terapia, y afirma cosas como: “No huyas de la angustia, sopórtala. Lo peor es recaer sin ganas. A esa cosa aburrida de la sobriedad hay que encontrarle la gracia. Lo peor es recaer sin ganas”.
Y me digo, tiene usted un par de huevos. O igual necesitaba soltar el vómito en público. Casi todos los artistas y mucha gente desamparada han atravesado esas temibles fases, y bastantes la palmaron antes de encontrar una paz tan difícil. No podrían excusarse, aunque lo hagan con esa respuesta tan engañosa de que les cayó el último amor, de que la soledad y el fracaso les acorralaron. Puede ser verdad, pero también demasiado fácil. Escucho el desgarrador y nada teatral testimonio de Eduard Fernández con sorpresa y agradecimiento. Este hombre, además de agradecerle mucho el placer que me dona con su talento histriónico, es un fulano que me cae de puta madre.
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