La distopía ‘Silo’ cierra la segunda temporada en todo lo alto, ¿qué pasará a partir de ahora?

Apple TV+ lleva un tiempo lanzando al espacio exterior series de calidad (Ted Lasso o The Morning Show podrían ser dos buenos ejemplos) pero, sobre todo, se ha especializado en adaptaciones de alto nivel (Slow Horses, Fundación). Su repercusión siempre parece estar por debajo de su calidad, pero quizás la distopía Silo cambie ese paradigma.

Aviso: esta crítica contiene información sobre el final de la primera temporada y detalles de la segunda.

Adaptación de la trilogía de ciencia ficción de Hugh Howey (un auténtico pelotazo editorial que se inició en la autopublicación), la serie remata este viernes su segunda temporada, un final de altura que deja muchas incógnitas después de haber resuelto otras tantas.

Pero empecemos por el principio. Silo es una serie protagonizada con alta intensidad por Rebecca Ferguson, que interpreta a Juliette Nichols, auténtica heroína que recorre un camino lleno de sufrimientos y aventuras, no sabemos si todavía hacia la redención final. Nos encontramos en un futuro lejano (varios siglos después de nuestro tiempo) con la humanidad recluida en un gigantesco silo bajo tierra. Allí, la vida es regida, y estratificada socialmente, hasta el último detalle, incluida la población (10.000 personas) y las clases sociales (mecánicos en lo más bajo, gestores en lo más alto, tanto en la escala socioeconómica como en las plantas del gigantesco complejo). Resuelta al final de la primera temporada una de las grandes incógnitas de la trama (nos encontramos en el silo 18, lo que implica automáticamente la existencia de, al menos, otros 17) la serie sabe encontrar otros asideros dramáticos para mantener la acción y la tensión.

Por ejemplo, ¿qué mejor idea que lanzar a Juliette al exterior y que, al contrario que todos los anteriores, sobreviva? Lo que vemos cuando seguimos su periplo abre nuevas expectativas. Resulta muy interesante la mirada sobre el silo, lo poco que se va sabiendo de cómo organizaron todo, el Pacto firmado para mantener a la gente viva y controlada, las rebeliones periódicas, y lógicas, de los que están más abajo, el código secreto de Salvador Quinn. Con estos elementos y alguno más, la narración se sustenta en una perfecta dosificación de la información, que llega hasta la última escena del último capítulo.

Cabe preguntarse qué ocurrirá a partir de ahí. Para ello, conviene entender cómo está organizada la serie respecto a los libros. Las dos primeras temporadas han adaptado con cierta libertad los relatos que formaban la primera entrega de la trilogía (Wool, Espejismo en español). El creador de la serie, Graham Yost, ha asegurado que la tercera temporada se basará en Shift (Desolación), segundo libro: una especie de precuela en la que nos explican cómo se ha llegado a esa situación, cómo destruyó el ser humano el planeta, y cómo se construyeron los silos. ¿Implica esto que no veremos a Nichols y al resto? El propio Yost ha despejado la incógnita, sin muchos detalles, al asegurar que ha encontrado la fórmula para seguir con su protagonista. Quizás, un desarrollo paralelo, al estilo de Juego de tronos, en el que la cronología de la serie se despegue de la literaria a través de unos flashbacks que expliquen la génesis de ese mundo mientras seguimos ocupados en la supervivencia del silo.

En cualquier caso, eso sí, en la cuarta y última temporada habrá confluencia con el tercer libro (Dust) y un final en consecuencia. Desde Apple TV+ ya se han encargado de crear expectativas. “Estamos deseosos de darles a los fans, en los dos últimos capítulos, una conclusión muy satisfactoria a todos los misterios y las preguntas sin responder contenidos entre los muros de estos silos”, aseguraba Yost en una reciente entrevista en la plataforma.

La fuerza de la serie radica en la historia, pero estaría incompleta sin un buen reparto. Tim Robbins, en el papel de dirigente tiránico del lugar, encabeza un elenco de secundarios de nivel. Pero atentos, por ejemplo, a Remmie Milner y Shane McRae como líderes de la revuelta social. Aparte de grandes incógnitas y emoción, el final de la segunda temporada deja una reflexión profunda e inquietante sobre el poder, las revoluciones y el orden.

En tanto que discurso aterrador y entretenimiento que solo afianza al sistema, esta serie habría encajado perfectamente en Contra la distopía, el ensayo de Francisco Martorell Campos. Pero, más allá de apuestas filosóficas, si han venido a divertirse, pasen y disfruten.