‘Klara’ y ‘Nadie en el bosque’, del amor a los psicópatas asesinos
Dos formas de entender el entretenimiento: una modesta y sencilla serie sobre las complicaciones del amor y una compleja y cruel historia de asesinos
Son dos formas de entender el entretenimiento. De un lado, la serie polaca Klara, una mujer madura recientemente divorciada y completamente enamorada de un hombre casado que la trae a mal traer al mismo tiempo que no puede vivir sin sus encuentros. De otro, Nadie en el bosque, una truculenta historia surcoreana en la que la sangre y la confusión forman parte del paisaje. Una modesta y sencilla serie sobre las complicaciones del amor y una compleja y cruel historia de psicópatas. Lo dicho: dos formas de entender el entretenimiento.
La serie polaca se puede ver de un tirón: ocho capítulos cortos, de menos de 30 minutos cada uno en la que a la definición cioranesca de que el amor es la unión de dos babas, habría que añadir alguna complicación más: cierto instinto y deseo de posesión lo que equivale con frecuencia a la insatisfacción de alguno de los dos. Una Izabela Kuna como protagonista absoluta y un Adam Woronowicz como rompecorazones, demostrando un gran eclecticismo interpretativo, pues no hace mucho quien ahora es el objeto del deseo de una mujer madura era el mayor villano de la serie Condenada, en el papel del pérfido director de la prisión de mujeres. Lo sorprendente es que no bordee la esquizofrenia. Klara es una amable reflexión sobre las relaciones humanas y como las complicamos que exhibe Max y Movistar Plus+.
La historia coreana, del Sur, naturalmente, el Norte como sabemos todos es felicidad y armonía gracias a ese gran benefactor de la humanidad que es Kim Jong-un, se distingue por no entenderse absolutamente nada hasta el capítulo cinco de los ocho que tiene en total, un detalle atribuible a sus creadores Mo Wan-il y Son Ho-young y a su habilidad para confundir al espectador con una trama sobre varios crímenes en distintos hoteles y épocas, protagonizados por psicópatas y narrados con saltos temporales constantes, en los que la crueldad y la violencia son las reinas de la casa.
Todo ocurre en parajes idílicos de la Corea del Sur rural, una zona probablemente con la mayor pluviosidad del continente asiático si nos atenemos a las secuencias que se desarrollan bajo tremendos temporales. Añádanle la constante ingesta de fideos de todos sus protagonistas y la conclusión es que la mezcla de la lluvia y los fideos estimula las psicopatías asesinas, una teoría no demostrada pero verosímil tras contemplar en Netflix Nadie en el bosque.
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