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COLUMNA
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Broncano estaba cómodo en los márgenes. Sabe lo que le espera ahora

Todo parece improvisado en ‘La resistencia’, pero para eso hay que prepararse bien. El programa pasa al horario estelar de La 1. Ahora se escrutará cada palabra que diga. Es imposible hacer gracia a todo el mundo

El equipo de 'La resistencia': desde la izquierda, Grison, Ricardo Castella, David Broncano y Jorge Ponce.
El equipo de 'La resistencia': desde la izquierda, Grison, Ricardo Castella, David Broncano y Jorge Ponce.Movistar+
Ricardo de Querol

La noche del miércoles, después de que el consejo de RTVE confirmara en medio de una feroz bronca interna el fichaje de David Broncano, el cómico no lo mencionó en su capítulo de La resistencia en Movistar+. Jugaba a estar descentrado, pero es que eso lo hace mucho. Dice: “No sé lo que viene ahora”. Ricardo Castella, que es el otro director de su programa, le enseña el guion y le responde: “Todo está en un email” Y el presentador le responde: “Ya, ya, pero es que hoy he tenido mucho jaleo”.

Todo parece improvisado en La resistencia, pero para eso hay que prepararse bien. Broncano, 39 años, se hace el despistado, pero es un tipo inteligente y con talento, que ha construido una marca propia, que ha transformado en pocos años el formato del late night y que atrae a una audiencia joven que es poco fiel a la televisión que llaman lineal. Este jiennense nacido en Santiago se fogueó en monólogos de comedia y en la radio, donde se hizo un nombre hace una década con un programa de madrugada: La vida moderna, en la SER. Solo lo escuchaban los insomnes y los que volvían de juerga, pero luego funcionaba muy bien en YouTube y en los podcasts. Entró en la órbita de Andreu Buenafuente en Late Motiv, que es un ejemplo del late night clásico, y brilló cuando lo sustituía. Tanto que Movistar le dio un primer programa, Loco Mundo, que en dos temporadas cambió de manos porque en 2018 estrenó La resistencia, desde un teatro, con más medios y más libertad. Salía justo después de Late Motiv, como si fuera una versión underground, casi punk, del mismo formato, y así pasaron los dos la travesía del desierto de la pandemia, sin público. Tienen otro efecto los chistes cuando nadie los ríe en el plató.

Como Buenafuente, Broncano ha sabido rodearse bien. Sus colaboradores, algunos más veteranos que él, todos tan gamberros como él, son reconocibles y reconocidos. Cuando Buenafuente se retiró en 2021, él quedó como la referencia en las noches de Movistar+. Con un humor loco y espontáneo, cada vez más despegado de la agenda de actualidad. Ya no hace monólogos, y se le daban bien: su punto fuerte son entrevistas muy delirantes con figuras de la farándula o del deporte ante quienes admite no haber visto sus películas, no haber leído sus libros, no haber seguido sus partidos. Continúa teniendo más público en diferido, en las plataformas de vídeo y audio. Representa como pocos el descaro de una generación, la milenial, que empieza a desplazar a los X y a los boomers y conecta mejor con las que van detrás.

En el mundo anglosajón se respeta a los cómicos que, como Ricky Gervais o Sarah Silverman, tienden a pisar charcos y acercarse a los límites de lo tolerable. En la mejor comedia eso es aceptado, y aplaudido, porque el humorista y su público comparten ciertos códigos y nadie entiende literalmente lo dicho. Se llama complicidad. A quienes hemos seguido a Broncano nos cuesta imaginar el mismo programa en La 1 a las 21.45, justo después del Telediario. Él tendrá que elegir entre dar con un nuevo estilo o, si es fiel a su idea, prepararse para recibir palos a diario. Se escrutará cada palabra que diga. Es imposible hacer gracia a todo el mundo.

El consejo de administración de TVE aprobó su fichaje por la mínima, con los bloques partidistas enfrentados, y después de que durante este debate cayeran la presidenta del ente, Elena Sánchez, y el director de contenidos, José Pablo López. Como la crispación inducida por la clase política lo está envenenando todo, ahora Broncano se ve en medio de la batalla. Se dice de él que ha sido elegido por La Moncloa para debilitar a El hormiguero de Pablo Motos, escorado a la derecha, cuando lo cierto es que el humor de Broncano tiene muy poco de político, aunque se le suponga una sensibilidad progresista. Se ha dicho que cobrará 14 millones al año, cuando ese es el presupuesto de todo el espacio por temporada, a 87.000 euros por capítulo, no más caro que otros y más barato que una serie.

El talento de Broncano se pone a prueba en horario de máxima audiencia. Él estaba cómodo en los márgenes, los de un canal de pago, las plataformas y las redes sociales. Ahora va a tener, sí, mucho más jaleo. Será difícil que desbanque a El hormiguero, muy asentado y más enfocado al público familiar. Por la televisión pública correrá algo de aire fresco, el que abundaba en tiempos menos timoratos.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).
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