‘Grand Prix’ anuncia su regreso para este lunes: ¿podrá TVE traducir la nostalgia milenial en nueva audiencia?
Repasamos las novedades y la historia del clásico formato de La 1 durante una jornada de grabación de sus próximas entregas, que lo devuelven a la parrilla 18 años después de su última emisión en la televisión nacional
Vuelve el Grand Prix. ¿Vuelve la ilusión? El próximo lunes 24 a las 22:35 la audiencia tendrá la oportunidad de reencontrarse en La 1 con un clásico: el juego en el que dos pueblos de la España rural se enfrentan en pruebas físicas llenas de caídas, agua y más caídas. Televisión Española se enfrenta a su propio reto: ¿Será capaz de atraer al público joven que ha abandonado la televisión generalista? ¿Podrá traducir la nostalgia milenial en buenas cifras de audiencia? ¿Estará dispuesto el público a revivir la inocencia de aquella televisión que estaba hecha, como prometía la canción del Grand Prix, “para el abuelo y el niño”?
“Este es el Grand Prix del Verano y aquí nos lo pasamos bien”, promete Ramón García en el programa número 4, a cuya grabación asistió este martes EL PAÍS. Tras la prueba de La guardería, en la que los concursantes escalan rampas vestidos de bebés gigantes para coger biberones mientras sus oponentes les tiran enormes caramelos, García entrevista a “uno de nuestros bebés gorditos”, como los llama él. “Estela, ¿cómo se llama tu madre?”, le pregunta. “Mari”, responde la concursante. “Pues Mari nos estará viendo, así que mira a cámara y di ‘Mi mamá me mima”, propone el presentador. Estela obedece. Es como una máquina del tiempo a una televisión que consideraba que hacer entretenimiento para todas las edades significaba infantilizar (literal y metafóricamente) a los adultos.
“El programa partía de una lógica muy sencilla: a todo el mundo le hace gracia ver a alguien tropezándose”, explica Francesco Boserman, creador del formato original, que se emitió en la cadena pública hasta 2005. Para combatir la llegada de las privadas, RTVE recurrió a las mismas armas que Telecinco: el sentido del espectáculo italiano. Boserman triunfó con Hola Raffaella y Qué apostamos, formatos blancos que combinaban la espontaneidad de los anónimos con el gracejo de los famosos. El productor ejecutivo de esta nueva etapa es su hermano, Carlo Boserman, quien invoca el espíritu de Chaplin o Buster Keaton. “El Grand Prix no molesta a nadie y tiene el humor más sencillo del mundo: la cáscara de plátano”, dice. Pero añadía un factor extra localista: la verbena de pueblo.
Grand Prix provenía de una tradición que empezó en la radio italiana con Campanile Sera, que en 1965 saltó a la televisión como Juegos sin fronteras, una iniciativa europeísta que enfrentaba a pueblos de todo el continente para fomentar valores de compañerismo, deportividad y superación. Se decía que esta adaptación surgió del presidente Charles de Gaulle para reforzar la amistad entre las juventudes francesas y alemanas. En 1990 ganó Jaca (Huesca). Cuando Televisión Española le pidió a Boserman un concurso veraniego en 1995, el productor se trajo al ideólogo de Campanile Sera, Popi Perani, y añadió pruebas que evocasen el espíritu de las ferias de pueblo (la patata caliente), los parques de atracciones (los troncos locos) y el elemento más reconocible de las verbenas españolas: la vaquilla. Para asegurar las caídas, vistió a los concursantes de bolos y echó jabón en las rampas para asegurar los resbalones. La ecuación resultó irresistible: Grand Prix llegó a promediar un 36% de audiencia media en los veranos de los noventa.
En 2005, el juego llegó a su fin con un 20% de audiencia, una cuota que hoy sólo alcanzan eventos como Eurovisión, las finales deportivas, la final de Tu cara me suena o la entrevista de Ana Rosa Quintana al presidente Sánchez, pero que en aquel momento se consideraba insuficiente para un programa que requería un despliegue de producción inédito. Para entonces la telerrealidad y los magazines de corazón, mucho más baratos de producir, habían vuelto a la audiencia más cínica. En los 2000 los niños habían crecido, tenían internet y móviles y querían ver otras cosas: el Grand Prix se había quedado obsoleto, se había convertido en una reliquia de otro tiempo.
Pero hoy ese otro tiempo, mucho más ingenuo y sencillo (al menos en apariencia), es un fetiche para esos niños que ahora están en la treintena. La generación milenial se caracteriza por un amor casi obsesivo hacia todo lo que consumían en su infancia, de manera que cuando el año pasado Ibai Llanos tanteó la posibilidad de resucitar el Grand Prix para su canal de Twitch despertó un fervor que convenció a Televisión Española de que quizá esos niños que crecieron con Ramón García querrán volver a ver la tele en familia ahora que ellos mismos tienen hijos pequeños.
“La gente lleva años pidiendo en las redes que vuelva el Grand Prix”, asegura Carlo Boserman. “Yo lo intentaba cada año, sin éxito, hasta que Ibai movió el asunto y demostró que había público. En toda mi carrera nunca he visto tanta repercusión en los medios por un regreso, lo cual me da la esperanza de que la gente quiere volver al Grand Prix, quiere reírse y no pensar”, continúa. Este retorno es una prueba de fuego porque se trata de la primera vez que un movimiento en redes sociales consigue resucitar un formato televisivo en España, ¿se quedará esa nostalgia en una burbuja anecdótica?
La televisión española ha decidido que la única manera de salvar la tele del futuro es recurriendo a la tele del pasado. El regreso de Allá tú está funcionando, Amazon Prime Video ha adaptado Humor amarillo y se ha anunciado que vuelven Password, Operación Triunfo tras el regreso de Quién quiere ser millonario. Son formatos que no requieren explicación. “Estamos intentando construir un programa para todos los públicos, desde los cero a los 99 años”, indica Gabriela Ventura, que empezó como auxiliar de dirección en 1995 y ahora dirige esta nueva etapa. Esta mentalidad antigua, casi antisistema en los tiempos que corren, desafía el consumo audiovisual: hoy los padres ven plataformas mientras sus hijos miran la tablet o el móvil, pero quizá les haga gracia volver a sentarse a ver la tele en familia y recrear ese calor de hogar de su propia infancia. Al fin y al cabo, ¿a qué niño no le va a gustar un buen trompazo?
Ibai Llanos estuvo a punto de formar parte del nuevo equipo, pero su agenda no se lo permitió. Repite Ramón García, claro, y le acompañan Cristinini (streamer del equipo de Llanos, que al comentar las pruebas recupera el espíritu radiofónico de Campanile Sera), la actriz Michelle Calvó y el cómico acróbata Wilbur. “El reto era actualizar la imagen y el lenguaje, pero manteniendo la esencia”, señala Ventura. Lo que más ha cambiado es lo que no se ve (o sí): el presupuesto de la producción. Carlo Boserman recuerda que las preproducciones del Grand Prix clásico duraban más de tres meses. “Antaño casi todo era directo porque la posproducción era muy complicada. Íbamos cargando con las cintas de Betacam. Pero hoy la posproducción es digital y por tanto resulta más sencilla, rápida y económica. Por eso hoy casi todos los programas son grabados o en falso directo. Nosotros hemos tenido que preparar la preproducción con mucho esfuerzo. Muchísimo esfuerzo”, admite.
Todo cambia para que todo siga igual. Según cuenta su directora, el mayor cambio son los propios concursantes: hoy la cultura del ejercicio hace que la juventud española esté más en forma en en los noventa. “La gran diferencia es que antes venían y ya está, pero ahora entrenan, ahora tienen sus polideportivos”, señala. Y ahora son menos temerarios. Entonces, cuando las medidas de seguridad eran bastante menos estrictas que ahora, algún intrépido con ínfulas de torero acabó en el hospital tras ser arrollado por la vaquilla.
En el nuevo Grand Prix no hay vaquilla por la ley de protección animal. En su lugar, una mascota de peluche sorprendentemente musculosa causó sensación en redes sociales, donde mucha gente la encontró perturbadoramente sexy. De momento, el nuevo Grand Prix, que incluirá pruebas inéditas, ha conseguido generar conversación transmedia e intergeneracional, términos que suenan muy bien en los estudios de mercado. Que toda esa cháchara post-irónica se traduzca en espectadores o se quede en anécdota milenial y en nostalgia cosmética es otra historia. Para descubrir quién gana el gran reto final de este Grand Prix habrá que esperar al próximo lunes.
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