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SERIES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La homosexualidad no es una fantasía y los campos de concentración franquistas tampoco

‘Las noches de Tefía’ emerge en el ecosistema de series españolas históricas como una rareza por su huida del costumbrismo y su apuesta por la imaginación

Miguel del Arco, junto a Miquel Fernández y Raúl Prieto, durante un momento del rodaje. Foto: JAU FORNÉS | Vídeo: EPV
Raquel Vidales

La fantasía es un “grado superior de la imaginación”, sentencia la RAE. No solo inventa, sino que recrea lo inventado como una vivencia auténtica. Por eso nos hace felices. Es una transgresión de la realidad. El germen de la literatura, el arte, el teatro, el cine. De ahí la popularidad del cabaret o el vodevil en tiempos de guerras o crisis. O el histrionismo burlón de la cultura drag frente a la represión de la homosexualidad.

De eso va Las noches de Tefía, ficción de seis capítulos estrenada recientemente en Atresplayer, una cuidadísima producción que emerge como una rareza en el ecosistema de series españolas. Tanto por su estructura como por su argumento: cuenta la estancia de un grupo de presos en 1962 en el campo de concentración franquista de Tefía, en la isla de Fuerteventura, donde se encerraba sobre todo a detenidos por la llamada Ley de Vagos y Maleantes de 1933, ampliada a los homosexuales en 1954. Y también porque huye con alevosía del costumbrismo imperante en la ficción histórica nacional. Apela a la imaginación, la fantasía, la sensibilidad y la poesía.

Puede que eso tenga mucho que ver con el hecho de que su director y guionista, Miguel del Arco, sea un hombre forjado en el teatro. Fundador de la compañía Kamikaze (Premio Nacional de Teatro 2017) y creador de espectáculos capitales en la reciente historia de las artes escénicas españolas como La función por hacer (2009) o Jauría (2019). El realismo audiovisual no es posible en el teatro y hay que tirar de otros recursos: elipsis, superposición de planos y espacios, iluminación, sonidos… Son herramientas que Miguel del Arco tiene integradas en su ADN artístico. Y eso se nota en Las noches de Tefía. Se atreve a formular su propia apuesta estética: blanco y negro claustrofóbico en el campo de concentración, luz naturalista cuando la trama se traslada al presente, color extremo para recrear las fantasías de los presos. Porque la serie va de eso: de cómo los reclusos, muchos de ellos homosexuales, se evaden de su cruda vida en Tefía inventando una realidad paralela llamada Tindaya, que es el nombre del music hall que inventan entre todos y donde cada uno construye su alter ego.

Patrick Criado y Marcos Ruiz, en 'Las noches de Tefía'.
Patrick Criado y Marcos Ruiz, en 'Las noches de Tefía'.ATRESMEDIA (ATRESMEDIA)

Miguel del Arco articula esos tres planos con audacia de dramaturgo. Tanto en el guion como visualmente. Esto es lo mejor de la serie. También los intérpretes: todos sin excepción. Pero es un ejercicio ambicioso y no es fácil ensamblar todas las piezas. El arranque se hace lento y a veces se rompe el equilibrio entre la fantasía y la verosimilitud. Las fantasías son juego y licencia artística, pero el campo de concentración no y ahí chocan algunas cosas. Es raro el ambiente de continua fraternidad entre los presos, por ejemplo. Sin conflictos entre ellos.

Más allá de eso, Las noches de Tefía irrumpe en la ficción española como una apuesta valiente que mira más allá de lo comercial. Muy oportuna ahora que se están arriando banderas arcoíris en un país en el que por suerte la homosexualidad ya no se vive como fantasía. Porque no lo es. Y en el que, en cambio, todavía hay quien niega que existieran los campos de concentración franquistas.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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