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Columna
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Cuba

En las grandes convulsiones de la historia, pocas veces ganaron los buenos. O se tornaron muy malos en el momento que consiguieron el trono

Una imagen del documental 'Cuba libre'.
Una imagen del documental 'Cuba libre'.Netflix
Carlos Boyero

Además de zampar sin prisas y sin pausas, el placer casero más grande en la vida de Tony Soprano consistía en ver documentales sobre la Historia. Igualmente estaba trabajando e inspirándose ya que se consideraba un general o un emperador en permanente guerra. Yo, que jamás he tenido vocación de liderar nada, también disfruto con los investigadores, analistas y narradores de los grandes hechos históricos. Sobre todo, con los libros del tan informado como inteligente Antony Beevor. Y concentro mi atención en los documentales de la televisión y de las plataformas sobre las grandes convulsiones, protagonizadas inevitablemente por la violencia y la sangre, que han ocurrido en la historia de la humanidad. Constatando que pocas veces ganaron los buenos. O que se tornaron muy malos en el momento que consiguieron el trono.

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La serie Cuba libre, que exhibe Netflix, cuenta los permanentes tormentos que han sufrido durante 500 años la mayoría de los habitantes de una isla caribeña muy hermosa llamada Cuba. El imperio español les explotó, llevando el esclavismo a límites atroces. Estados Unidos echó a los españoles no con la intención de liberar a Cuba, sino para ver qué riquezas podían pillar allí. La mafia, encabezada por Luciano y Lansky, se repartieron los beneficios que ofrecía esa tierra a medias con el dictador Batista, un fulano enamorado de la corrupción absoluta.

Y luego llegó Fidel Castro, el caudillo que supuestamente iba a otorgar ríos de leche y miel a los eternamente oprimidos. Su régimen sigue sobreviviendo con astucia, posibilismo, mentiras bien contadas e infamias encubiertas hasta la actualidad. Todo en nombre de la sagrada revolución. Y enviando al infierno a los colegas que pudieran amenazar a su poder, su exclusiva droga, su razón de existir. Alardeaba de que la Historia le absolvería. No lo tengo tan claro. Ninguna dictadura merece perdón. Aunque la gente tenga derecho a la educación, la sanidad y un mendrugo de pan.

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