¿Y los clásicos?
Quiero pensar que aún existe una cinefilia de gente joven no embrutecida por los móviles y el anfetamínico aunque hueco mundo de Marvel
Observo con agradecido pasmo en la sección de Televisión de este periódico una fotografía a media página de El buscavidas, la película de mi vida, junto a El apartamento. Por razones estéticas y espirituales, aunque un psiquiatra también podría sacar conclusiones de este amor a perpetuidad, de que siga asaltándome el escalofrío y la emoción ante situaciones, diálogos y personajes con los que llevo conviviendo más de 50 años.
Cuentan en el reportaje que en la nueva oferta de la plataforma Disney+ no incluyen El buscavidas ni tampoco otros títulos imperecederos de Ford, Mankiewicz, Wilder, Lubitsch, que fueron producidos por la Fox antes de 1975. El egoísmo me asegura que no es mi problema. Todas esas joyas están guardadas con mimo en mi filmoteca casera, en formato de los ya casi extinguidos DVD y Blu-ray. Esas maravillosas criaturas me siguen otorgando vida durante los infinitos momentos que paso en su compañía.
Pero quiero pensar que aún existe una cinefilia de gente joven no embrutecida por los móviles y el anfetamínico aunque hueco mundo de Marvel. Que tienen derecho a encontrar en las plataformas ese cine admirable que ya no podrán disfrutar en la sala oscura. Mi experiencia con la mayoría de las películas que me ofrecen a través de Movistar, Netflix y Amazon es lamentable. Me pregunto de dónde sacan tanto celuloide inane, clónico, mediocre o infame. Y cuáles son sus criterios de selección. Imagino que sirven para esa propuesta tan terrorífica en su enunciado de matar el tiempo de su público. De acuerdo, también programan la obra de gurús de la modernidad como Tarantino y Almodóvar. Qué tedio. Y en el catálogo de la revolucionaria y prestigiosa Filmin constato demasiadas muestras de un cine que me aburre, el que he padecido durante demasiados años en los festivales. Pobre clasicismo. Quieren destinarlo al mausoleo. O al olvido.
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