Músicos en casa: desenchufados pero conectados
El rock ya no es cosa de estrellas excéntricas, sino de gente cercana que se graba en un sofá. Hasta Dylan nos ha regalado un temazo
Dice Zeke Emanuel, experto en salud pública de la Universidad de Pensilvania, que no iremos a conciertos y festivales antes de otoño... ¡de 2021! Doy por perdidas las entradas que tenía para el verano y me consuelo en Netflix con Rolling Thunder Revue, juguetona película, entre documental y ficción, de Scorsese sobre la gira de Bob Dylan en 1975. Hacía años que el cantautor se había pasado de lo acústico a lo eléctrico, y luego se había esfumado, dado como es a desconcertar. En vez de llenar estadios como los Stones, Dylan montó un circo itinerante (salía con la cara pintada) con invitados como Joan Báez y el poeta Allen Ginsberg.
Todo rebosa energía. En décadas siguientes se dio más la vía inversa, de eléctrico a acústico. En los noventa vino el formato unplugged, desenchufado: hasta el sonido sucio de Nirvana quedaba bucólico. Aquí se llamó concierto básico. Un filón: el típico disco que regalar cuando se vendían discos.
Ha llegado el formato ultrabásico, grabado con el móvil o la webcam para Instagram o Facebook: Rozalén, Mónica Naranjo, Serrat... Hasta reaparecieron el jubilado Rosendo Mercado y los escurridizos Manu Chao y Robe Iniesta. Algunos (Los Secretos, Joe Crepúsculo) sortean lo espartano porque tienen el estudio en casa. Otros experimentan: psicodelias y monólogos de Calamaro, Ojete Calor con Ana Belén para un loco Agapimú... Cantan desde casa Neil Young y Chris Martin. Y hasta Dylan, que aún se ve como un artista ambulante, nos regala un temazo de 17 minutos que tenía guardado, pero sin dejarse ver.
Murió el disco y se muere el directo. Los músicos buscan un contacto íntimo desde su sofá con los que ya no llenarán pabellones. El rock solía ser cosa de estrellas excéntricas. Hoy solo existe lo cercano.
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