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Columna
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‘Occupied’: el chasco de Europa

La serie noruega imagina una intervención rusa en su suelo y una UE más decepcionante de lo que ya es

Occupied
Ricardo de Querol

No sé si les pasará igual: vemos series para evadirnos del confinamiento, pero nos chirrían las escenas de tumulto, la gente que se toca, no digamos quien se mete en la cama con casi desconocidos. Nos pasa incluso con una serie de personajes fríos y distantes, incómodos en la multitud, como es Occupied.

La ficción política noruega (en Movistar+) es una de esas que tiene un gran arranque, te atrapa y luego se aprovecha de tu lealtad estirándose demasiado, como te das cuenta en la tercera temporada. Narra la crisis iniciada cuando el ecologista Gobierno de Oslo cierra el grifo del petróleo y el gas, ante lo cual Rusia interviene en su suelo para controlar el sector energético. Es una ocupación más o menos blanda, que da para explorar la fina línea entre el pacifismo y el colaboracionismo, o entre el patriotismo y el terrorismo. El protagonista es un desconcertante primer ministro (Henrik Mestad) del que no sabes si sube o si baja, qué demonios está tramando. Resulta gélido, así que los personajes más empáticos son la abogada top casada con el jefe del espionaje y la embajadora rusa con una novia activista, relaciones así de complejas hay en todas partes.

La serie, era previsible, hizo montar en cólera a Moscú. De la OTAN nada se dice, ni juega ningún papel EE UU. Lo chocante es que la Unión Europea, a la que Noruega está asociada sin ser miembro, queda como un ente maquiavélico, falso mediador, cómplice de los rusos. Cuando llegan tropas de paz de la UE, son vistas como los otros ocupantes.

Qué ilusos. Si Europa no es capaz de ponerse de acuerdo contra un virus devastador para todos, ni contra el desastre económico que conlleva, si no ha sabido antes manejar la ola migratoria, cuesta imaginarla tan activa en su periferia. Aun podría ser más decepcionante de lo que ya es, dice esta serie.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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