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El petróleo huele a podrido en Oslo

La ficción escandinava anticipa la encrucijada geopolítica de la transición energética

Janne Heltberg y Henrik Mestad, en el papel de primer ministro en 'Occupied'.
Janne Heltberg y Henrik Mestad, en el papel de primer ministro en 'Occupied'.EL PAÍS

Encabezar las clasificaciones de bienestar en el mundo aviva el orgullo noruego, tanto como pertenecer al grupo de los buenos que apuesta por la energía verde para revertir el daño humano sobre el planeta. Pero detrás del paraíso terrenal de fiordos y auroras boreales brota la mala conciencia al reconocer que esas deseables condiciones de vida se asientan sobre uno de los detonantes del cambio climático global.

La serie Occupied narra cómo,  en un ejercicio de expiación colectiva, los electores noruegos votan al partido ecologista que, instalado en el gobierno, decide cerrar el grifo del petróleo y el gas, la base de una economía holgada que les permitió cabalgar en solitario sin necesidad de integración europea. La resonancia de tan controvertida medida se torna en una invasión suave de Rusia, apoyada por una Unión Europea en cólera, que ve en la ocupación rusa un alivio al temor de que su suministro de combustible fósil quede mermado.

Con un primer ministro forzado al exilio en busca de aliados europeos y traicionado por su antigua asistente, que ocupa su lugar al frente del gobierno, la lucha entre colaboradores y resistentes y la indefinición de la ciudadanía en la salvaguarda de la democracia, que asisten a los tejemanejes de los oligarcas rusos, marcan la segunda temporada de la serie Okkupert, más conocida como Occupied, que va camino de gestar la tercera.

Entre la cli-fi (la ficción climática) y el suspense político, la idea original pertenece al escritor superventas Jo Nesbø, exponente del ScanGuilt —el sentimiento de culpa por ser los agraciados del norte—desde la novela negra o Nordic Noir, la obsesión oscura, y morbosa, de sacar a la luz los trapos sucios del país de los ojos azules y los días tranquilos de pesca con la pensión asegurada.

Una plataforma petrolífera en Ølensvåg (Noruega).
Una plataforma petrolífera en Ølensvåg (Noruega).B.Aa. Sætrenes (Getty Images)

Lejos de los petrodólares y los ranchos de Dallas, donde el combustible fósil daba alas a la libertad individual y al estilo de vida americano, Occupied abona la petropolítica con una mezcla sofisticada de las reminiscencias de la ocupación nazi entre 1940 y 1945, los recelos de la UE suscitados por haberse negado a ser país miembro y compartir su rica hucha, los encontronazos diplomáticos con la Rusia de Putin y los desafíos energéticos de la era del Antropoceno.

El escenario de Occupied enraiza con la tradición literaria noruega que ensalza frente al trauma de la invasión alemana el heroísmo colectivo, reforzado por las políticas de igualdad del laborismo posbélico. Pero la serie dirigida por Erik Skjoldbjærg pretende dinamitarlo llevándolo a la esfera personal de los personajes, en la que los intereses individuales priman sobre los de la nación y difuminan supuestas heroicidades.

Los padres de la serie noruega, señala Julia Leyda, profesora de estudios cinematográficos de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim, recrean un juego de contradicciones sin oportunidades para idealizar ni demonizar. El movimiento ficticio Fritt Norge (Noruega Libre) empieza por parecerse a un grupo de extrema derecha —incluso una alusión al asesino de Utøya, Anders Behring Breivik— para evolucionar en el marco narrativo como una corriente semejante a los resistentes de la ocupación alemana. Lo mismo ocurre con el primer ministro ecologista Jesper Berg: de posible infame colaborador —que recrea al ministro presidente Vidkun Quisling durante la invasión germana—, dispuesto a revertir su política antipetróleo como solución pacífica, pasa a convertirse en un rey Haakon VII que parte al exilio y ayuda a la resistencia desde fuera ante un conflicto bélico latente.

Rusia, el trabajo sucio

Con más éxito fuera que dentro, la acogida internacional celebra la distopía de la Noruega ocupada, alimentada con los temores de la guerra fría y el refuerzo militar de Escandinavia y los debates encendidos en torno a la dependencia del petróleo, además de la pasividad de los Estados Unidos, que practican el aislacionismo fuera de la OTAN —invocando la salida del Acuerdo de París y del Pacto Nuclear con Irán—, y de Suecia, que evita, como en la gran guerra, posicionarse en asuntos ajenos.

Y ¿cómo ven Okkupert los noruegos? “Es interesante jugar con el futuro de una nación petrolera y explorar la reacción ante una ocupación suave en nuestro tiempo. Pero la mayor parte del juego político es demasiado simple y no muy creíble. Tiene muchos atajos, y el diálogo es a menudo artificial y demasiado explicativo. Los críticos y el público noruego notan la falta de matices en los personajes”, reconoce el periodista Asbjørn Slettemark.

Antes del estreno de la primera temporada, el realismo de Occupied, inspirado en la crisis del gas entre Rusia y Ucrania, suscitó la repulsa de la embajada rusa en Noruega y de los medios rusos. Sin embargo, los creadores de la serie subrayan que “Rusia no es la mala de la historia, sino la que hace el trabajo sucio para Europa”, recalca uno de sus guionistas, Ståle Stein Berg. “Los rusos quizás están un tanto caricaturizados, pero lo interesante es la crítica oportuna al capitalismo europeo y sus requisitos militares para la producción continua de petróleo”, señala el periodista Truls Lie, director del periódico Ny Tid, recreado en la serie como medio contrario a la ocupación.

¿Adiós al petróleo?

La trama política de la serie más cara de Noruega se construye sobre los días contados del petróleo en un estado cuyo paradigma, sin réplicas, creó un colchón contra las desigualdades y a prueba de oligarquías difícil de rechazar. Lejos del ecologismo, el gobierno Erna Solberg, en minoría y en coalición de centroderecha, promueve las renovables pero sin clausurar plataformas. Anticipar la catástrofe --un huracán ficticio producido por el cambio climático mata a cientos de personas en Noruega-- hurga en la paradoja nórdica, y mala conciencia, ante la transición energética: las crecientes políticas medioambientales chocan con la concesión imparable de licencias para seguir perforando en el mar del Norte. El deseo de liderar el futuro verde sin dejar la fiebre del oro negro.

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