Impresión 3D al rescate de los sanitarios en el peor momento de la pandemia
El CEO de la empresa catalana BCN3D, Xavier Martínez Faneca, cuenta cómo la crisis sanitaria ha puesto en valor una tecnología que hasta ahora muchos consideraban de ciencia ficción
Antes de la pandemia, la impresión en 3D ―la creación de objetos tridimensionales mediante la superposición de capas de material― era para muchos un asunto de ciencia ficción. Sin embargo, la crisis sanitaria demostró que esta tecnología puede ser una solución tangible para fabricar por ejemplo, en plena emergencia, los equipos de protección individual (EPI) que requerían los sanitarios. Así lo hizo la empresa BCN3D, fabricante de impresoras de escritorio 3D con sede en Castelldefels (Barcelona). “De manera involuntaria y desafortunada, ahora la gente entiende que en una situación de mucha demanda e imposibilidad de producir con rapidez de forma masiva, allí está la impresión 3D”, constata su CEO, Xavier Martínez Faneca.
En la primavera de 2020, durante los peores momentos de la crisis sanitaria, y ante la falta de material de protección para los sanitarios, BCN3D diseñó, creó prototipos y produjo piezas como protectores faciales reutilizables para contribuir a su seguridad. Según el blog de la compañía, estos productos llegaron a más de 50 hospitales. En mayo, BCN3D la empresa impulsó el proyecto europeo CAR3D de innovación para la respuesta rápida contra la covid-19 junto al Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT Health), el Hospital Sant Joan de Déu, la Universidad de Barcelona y la Fundación CIM UPC, con los que trabaja para diseñar máscaras que cumplan con los estándares de calidad de la UE en áreas como la ergonomía, la transpirabilidad y el contacto con la piel y que incluyan la impresión 3D. “Estamos mejorando el desarrollo de EPIs imprimibles para que, cuando haga falta, tardemos aún menos que en marzo en producirlos”, explica Martínez Faneca.
Hace poco más de un año, justo unos días antes del confinamiento por la covid-19, el CEO de BCN3D contaba, en un reportaje para este periódico, cómo había cerrado 2019 aún en pérdidas, con una facturación de 4,1 millones de euros y cómo había doblado en seis meses la plantilla, de 50 a 100 trabajadores. Desde entonces el mundo ha cambiado, pero el enorme frenazo económico no ha paralizado a un sector que demostrado su enorme potencial. Prueba de ello es que la compañía logró captar el pasado verano 2,8 millones de euros en su segunda ronda de financiación. El fondo de la Corporación Mondragón, el grupo especializado en máquina-herramienta Danobatgroup y el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) del Ministerio de Ciencia e Innovación fueron los principales inversores.
Gracias a estas inversiones, esta empresa emergente fundada en 2019 con origen en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) ha seguido creciendo. Actualmente emplea a 120 profesionales, y acaba renovar su portafolio con el lanzamiento de tres productos que “cubren todo el espectro de impresoras profesionales con precios asequible”, destaca Martínez Faneca. La actividad BCN3D no se ha detenido así ni durante el confinamiento ni en los meses posteriores. “El sector de la impresión 3D no se ve tan afectada por la crisis económica”, celebra.
Hasta en la NASA
Martínez Faneca, de 35 años, estudió Ingeniería Industrial en la UPC y empezó de becario en la Fundació CIM de la UPC, germen de la actual BCN3D. Su sueño inicial era ser piloto. “Cuando vi claro que no iba a serlo, quise construirlos. Trabajando para la industria del automóvil descubrí la impresión 3D, una herramienta muy interesante desde el punto de vista de ingeniería, y también como negocio”, recuerda. Ahora tiene un objetivo claro para BCN3D: “Ayudar a muchos tipos de industria a diseñar y fabricar con impresión 3D sus productos de manera más eficiente y más sostenible”.
Entre sus clientes cuenta con el Hospital de Sant Joan de Déu y empresas como Seat, BMW o Camper. Incluso tiene constancia de que sus impresoras 3D se están utilizando en la NASA, aunque no puede dar detalles de para qué. “Recogemos datos del uso de nuestras impresoras, pero no vemos la pieza en sí ni mucho menos entendemos cuál es el uso que se le da”, revela.
“El reto que tiene la impresión 3D es pasar de ser una tecnología de prototipos a una tecnología de piezas finales. Ni en tiempo ni en dinero es económico aún, aunque ya es útil para series pequeñas, como ocurre con la tendencia a la adaptación donde no hay tiradas uniformes, sino que se personaliza el producto”, apunta el ingeniero.
En el ámbito de la lucha contra la emergencia climática, el desafío de esta tecnología es la utilización de materiales reciclados. “Si el plástico solo se usara en impresión 3D no sería preocupante, pero estamos trabajando mucho en proyectos para dar el paso, aunque complicado porque no es lo mismo trabajar con un material puro y homogéneo que con uno reciclado”, reconoce Martínez Faneca.
¿Hasta dónde llegará la impresión 3D? ¿Veremos algo parecido a la distopía de Westwold, donde se combina con la inteligencia artificial para recrear el mundo, incluida la fabricación humanoides imposibles de distinguir de las personas de carne y hueso? “Cuando empecé pensaba que era imposible imprimir una pieza flexible, pero me equivoqué… La impresión 3D se basa en añadir cualquier material y este concepto es muy potente, porque si eres capaz de hacerlo al final puedes añadir cualquier cosa. No sé si llegaremos a Westworld, pero será bastante más común que ahora que muchas cosas de nuestro entorno estén impresas en 3D”, asegura.
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